¿Y ahora Libia?

La Unión Europea (UE) lleva años promoviendo la externalización del control migratorio, es decir, que los países vecinos colaboren con nosotros en la regulación de los flujos. A efectos prácticos, lo que interesa es que trabajen con nosotros (o por nosotros) para que lleguen menos inmigrantes. ¿Cómo? Readmitiendo a los inmigrantes en situación irregular, controlando sus fronteras para evitar que salgan hacia Europa y acogiendo a los refugiados que nosotros ya no queremos recibir. Recordemos el acuerdo con Turquía (marzo del 2016) y más recientemente con Níger, Nigeria, Senegal, Mali y Etiopía (junio del 2016). Ahora ha llegado el turno de Libia.

¿Por qué Libia? Porque mientras las rutas occidental (con destino a las costas españolas) y oriental (desde Turquía a Grecia y Bulgaria) parecen haberse cerrado, la ruta central (desde Libia a Italia) sigue abierta y va en aumento: en el 2016 llegaron a las costas italianas 181.436 personas, lo que significa un incremento del 18% respecto al año anterior. Con el aumento de llegadas, han aumentado también las muertes: en el 2016 se contabilizaron 4.579 muertes solo en esta ruta central. Representan el 90% de las muertes en el Mediterráneo en ese mismo año.

¿Cuál ha sido la respuesta de la UE? Hasta ahora, básicamente de control fronterizo: en mayo del 2015 se creó la Operación Sophia para luchar contra las mafias de traficantes. Inspirándose en la Operación Atalanta contra la piratería marítima en el Índico, esta operación ha tenido como objetivo principal la destrucción de los botes. ¿Resultado? 139 botes destruidos y, aunque no era su propósito inicial, 20.000 personas rescatadas. Lo que la Operación Sophia no ha logrado reducir es el número de llegadas.

Es en este contexto en el que debemos entender la propuesta de acuerdo con Libia. En la recientemente firmada Declaración de Malta, los miembros del Consejo Europeo han acordado una serie de medidas que, además de dar continuidad a la lucha contra los traficantes y el control sobre las costas libias, buscan la cooperación del Gobierno libio en el control migratorio sobre sus fronteras terrestres y la readmisión y acogida de inmigrantes. No es nada nuevo, como decíamos. Pero, ¿cómo se puede plantear algo así en un país con un Estado fallido y donde se da una violación sistemática de los derechos humanos más básicos?

Recordemos que Libia se encuentra en medio de una guerra civil, con tres gobiernos rivales compitiendo por el control de las instituciones y el territorio. ¿Qué sentido tiene un acuerdo con un gobierno que no gobierna? ¿Cómo se puede esperar que este gobierno controle sus fronteras cuando no tiene el control sobre el propio territorio nacional? La Declaración de Malta también menciona la necesidad de formar y dar apoyo a la guardia costera nacional libia. Este propósito olvida su más que probada complicidad con los traficantes. ¿Cómo van a luchar contra los mismos con quienes colaboran?

Recordemos también la violación sistemática de los derechos humanos básicos. De hecho, la violencia en Libia es lo que ha llevado a muchos inmigrantes a dar el salto a Europa. Tanto es así, que un tribunal italiano ha dado protección a ciudadanos nigerianos que llevaban tiempo viviendo en Libia. Esto quiere decir que no es solo un país de tránsito, para muchos es también un país de escapada. Huyen de la violencia, la persecución, de violaciones y abusos constantes. Huyen también, no lo olvidemos, de los campos de detención libios.

Tal y como han denunciado Human Rights Watch, Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras, las condiciones en los centros de detención libios son terribles, con innumerables casos de extorsión, detención indefinida, tortura, violación y asesinato. Algunos centros están bajo el control de milicias revolucionarias, sin supervisión del Ministerio del Interior y con un vínculo demostrado con las mafias de traficantes.

En su escalofriante libro 'Traficantes de personas', Loretta Napoleoni cuenta cómo los inmigrantes van y vienen de la costa libia a los campos de detención del sur, capturados y recapturados, vendidos y revendidos por unos y otros, en lo que la periodista define como un ritual propio de un 'día de la marmota' sádico. La propuesta de pacto con Libia no es nada nuevo. Lo que deja claro es que la UE está dispuesta a cualquier cosa, pactando con un gobierno que no gobierna y devolviendo inmigrantes al infierno de los campos de detención libios, a cambio de que –eso sí– no sigan llegando.

Blanca Garcés, investigadora sénior de CIDOB y analista de Agenda Pública.

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