Y con todo, una legislatura útil también para Euskadi

Una vez más, el lehendakari ha vuelto a equivocarse y redunda en su propio error al presentar una propuesta que nos traerá la quiebra de la convivencia entre vascos y que no es más que una versión camuflada de su ya famoso 'plan'. Parece que el presidente que debiera de ser de de todos los vascos, no se ha enterado de que las Cortes Generales ya le dijeron que no a su intención de cambiar la relación política entre el Gobierno central y el País Vasco. Ibarretxe decidió entonces convocar elecciones autonómicas y hacer de ellas un plebiscito sobre su 'plan'; perdió cerca de 140.000 votos. Posteriormente, y pensando que a lo mejor los vascos no le habíamos entendido bien, volvió a introducirlo en el debate electoral en los comicios municipales y forales, y volvió a perder más de 80.000 votos.

Esta propuesta, con el aplauso del nacionalismo más radical, no hace sino trasladarnos incertidumbre y frustración, ya que estas iniciativas nos alejan de la resolución de los problemas reales de los vascos y nos vuelven a situar en la espiral de la imposición de una parte de la sociedad a la otra. Sin embargo, es el momento de trabajar con tranquilidad y serenidad, pero también con firmeza democrática. Es el momento de recodarle al lehendakari que gracias a la Constitución y al Estatuto de Gernika se ha podido llegar a numerosos acuerdos muy beneficiosos para el conjunto de la sociedad vasca. Es más, el episodio protagonizado el pasado viernes por Ibarretxe no puede eclipsar todo lo que se ha hecho en estos últimos cuatro años.

Quedan ya pocos meses para que la VIII Legislatura llegue a su fin después de un tiempo en que la crispación política ha avanzado sin justificación alguna por encima de la situación real del país, lo que ha propiciado que hayamos asistido a una función que, en muchas ocasiones, los ciudadanos no alcanzaban a comprender. La política está para resolver los problemas, no para inventarlos o complicarlos.

En estos años se han producido también situaciones paradójicas como, por ejemplo, que haya sido la legislatura con menos atentados terroristas y, sin embargo, una de las más broncas que recuerdo por el problema del terrorismo. O bien, que se haya avanzado sustancialmente en el reconocimiento de derechos sociales y libertades públicas y que, por el contrario, se haya hablado demasiado de falta de libertad. O que haya sido una legislatura en lo referente a la situación económica muy positiva y que se pretenda hacer creer lo contrario.

El caso del País Vasco es singular. Los que vivimos en Euskadi y llevamos viviendo en esta tierra toda la vida sabemos que hoy estamos mucho mejor que hace unos años, a pesar de que la lacra del terrorismo siga latente y de que todavía haya gente que les siga dando respaldo material o moral.

En esta legislatura el Gobierno también ha intentado, como hicieron los gobiernos anteriores en cumplimiento de su deber y obligación, poner el punto final a la macabra historia de ETA sin contrapartidas y sin pagar precio político. El intento fracasó, como siempre, por culpa de los violentos que quisieron cambiar la máxima proclamada por su entonces líder, Arnaldo Otegi, en Anoeta de separar la paz de la política, e invertir los términos; algo que ningún gobierno democrático, sea del color que sea, aceptará jamás. Y ellos lo saben.

Sin embargo, esta legislatura, más allá de los ruidos de fondo, en ocasiones interesados y poco ajustados a la realidad de los ciudadanos, ha servido para mucho, especialmente, en lo referente a las relaciones entre el País Vasco y el Estado, o viceversa.

Rodríguez Zapatero anunció al comienzo de esta legislatura que su objetivo desde el primer día sería poner en práctica una forma de gobernar que tuviera como prioridad la mejor relación posible con todas las comunidades autónomas y, de forma singular, con Euskadi. Pasado el tiempo se puede afirmar sin temor a equivocarse que las relaciones políticas y el diálogo institucional han mejorado notablemente gracias a los esfuerzos de ambas administraciones y a una firme voluntad de entenderse para resolver los problemas de los ciudadanos.

Buena muestra de ello son las siete entrevistas personales que ha mantenido Rodríguez Zapatero con el lehendakari. Pero Ibarretxe sigue instalado en su error de llevar a cabo una consulta para aplicar no sabemos todavía qué. La propuesta que se nos hizo el viernes es, por tanto, la justificación de su propio fracaso. Es ahora cuando hemos entendido la dimisión del presidente de su partido.

Y con todo, la relación entre ambos gobiernos ha sido fluida y, porqué no decirlo, fructífera. De hecho, en estos tres años el Gobierno de España y el Ejecutivo vasco han firmado un total de 57 convenios y acuerdos en diversas materias, ocho de ellos en 2004, 17 en 2005 y 32 en 2006. Son signos inequívocos de que esta legislatura ha supuesto una evolución muy positiva para encontrar puntos de encuentro, a lo que hay que sumar el descenso de litigios en el Tribunal Constitucional entre ambas administraciones. Quiero enfatizar también el acuerdo que dio luz verde en el Congreso de los Diputados, con la abstención del Partido Popular, a los proyectos de ley del Cupo del País Vasco para el quinquenio 2007-2011 y del Concierto Económico.

El propio presidente del Gobierno ha manifestado en sede parlamentaria y en numerosas ocasiones la predisposición de Euskadi para arrimar el hombro y trabajar por el bien común de todos los ciudadanos en distintos ámbitos, que abarcan desde la lucha contra el terrorismo hasta la participación y colaboración en órganos de cooperación multilaterales, como pueden ser los consejos de ministros de la UE o el recién creado Consejo del Sistema de Atención a la Dependencia. A todo ello hay que sumar la participación del lehendakari en las tres conferencias de presidentes celebradas en el Senado.

El ritmo del diálogo y de los acuerdos en cuestiones sectoriales que afectan a temas importantes para el bienestar de los ciudadanos, como las grandes infraestructuras o las grandes instalaciones científicas y tecnológicas, ha sido muy positivo en este tiempo. Es obligado señalar también que la colaboración que el Grupo Parlamentario Vasco (PNV) y el Grupo Parlamentario Socialista (PSOE) han mantenido en las Cortes Generales y en el Parlamento de Vitoria en los dos últimos escenarios presupuestarios ha sido beneficiosa para el conjunto de la ciudadanía.

Se había producido, por tanto, una vuelta a la normalidad institucional y al respeto de los espacios de gobierno de cada uno, lo que ponía de manifiesto que con voluntad política se puede llegar a acuerdos de cooperación que redundarán en el bienestar de la sociedad vasca. Sin embargo, tras la propuesta del lehendakari reincidiendo en su propio error se puede comprobar hasta qué punto el presidente que debiera ser de todos los vascos se equivoca de nuevo.

Esta es una radiografía certera de lo que ha ocurrido en esta legislatura respecto a las relaciones entre Euskadi y el Gobierno central. Por tanto, debemos de convenir que está siendo una legislatura útil para el conjunto de la sociedad española y, especialmente, para la sociedad vasca. Y ese es el camino a seguir porque son los ciudadanos quienes nos lo exigen. Basta ya de propuestas soberanistas sin consensos de ningún tipo que no conducen a ninguna parte. Hoy más que nunca es necesario recordar las palabras del presidente del Gobierno: «Si en Euskadi vivimos juntos, tenemos que decidir juntos», a lo que yo añadiría, «para resolver los problemas juntos». Pero parece que el lehendakari no se entera.

Javier Rojo