Y después del miedo…

El miedo se ha globalizado, al igual que la economía, y todos los seres humanos estamos expuestos a sentirlo. Mucho más cuando tememos perder todo aquello por lo que hemos luchado y el sistema nos condena a aceptar las condiciones del actual pacto social (en profunda crisis) que, tras la entrada de la crisis financiera internacional, ha sido instrumentalizado por parte de ciertos poderes económicos, políticos y financieros. Finalidad: sacar muchos más réditos gananciales de los que hasta el momento ya obtenían amplios beneficios.

La Cumbre de Washington de 2008 abrió las puertas, en mi opinión, a un nuevo paradigma, el neocapitalismo financiero. Tras un nuevo proceso de transformación del capitalismo, vino a alimentar la teoría de que el mismo es un ente dinámico en continuo proceso de adaptación para mantenerse vivo, provocando alteraciones sociales para hacernos a los débiles más desiguales, convirtiendo a las entidades financieras en la madre del “nuevo sistema”.

Esta nueva etapa histórica, que avanza lentamente hacia el cumplimiento de la primera década de una nueva fase de lo que popularmente se llama "la destrucción creativa", solo tiene un objetivo: recuperar lo que la ideología liberal interpretó que había perdido tras la II Guerra Mundial. Socialmente, en aquel momento existía una crisis moral a nivel global, que desde la política exigía dar una respuesta en un planeta devastado por los conflictos bélicos; donde la constitución de Estados fuertes y la democracia y el consenso eran urgentes para avanzar hacia los Estados del bienestar; donde el empleo fuera el vector del modelo de desarrollo para un futuro mejor cargado de oportunidades.

El actual contexto social, económico y político solo nos muestra más incertidumbres de las que hasta el momento hemos vivido. Y ya se nos anuncia una nueva crisis, como si la actual ya hubiera desaparecido, para obligarnos, como única alternativa, a la aprobación de la Asociación Trasatlántica de Comercio e Inversión (TTIP, siglas en inglés), el debilitamiento continuo del Tratado de Schengen y reformas llamadas estructurales para seguir debilitando los derechos laborales ante un crecimiento frágil de la economía, sustentada en una nueva burbuja sujeta en el sector servicios.

Y ante este contexto histórico, lo relatado es lo que verdaderamente importa en el fondo del debate, en un Congreso histórico. El 42º Congreso Confederal Ordinario de UGT.

Un congreso donde lo importante no es quién sea el sucesor del actual secretario general, Cándido Méndez (que también), sino el hecho de si colectivamente seremos capaces, los que tenemos la responsabilidad y el deber de concurrir al mismo, de transformarnos al mismo ritmo que se ha transformado la sociedad de nuestro país y del mundo; para conectar de forma integral con aquellos/as trabajadores/as que, producto de la crisis, exigen más democracia, más participación, más transparencia, más cercanía sindical, e incluso mayor contestación sindical a esos poderes que nos han infringido tanto sufrimiento y tanto desamparo.

Se me antoja que el Congreso de UGT no solo es una oportunidad histórica, es la oportunidad. Tengo la sensación y la certeza casi absoluta de que la inmensa mayoría de los/as afiliados/as de UGT y una mayoría social importante de nuestro país que desearía afiliarse a nuestro más que centenario sindicato, anhela identificar ese cambio integral que venimos anunciando hace meses con deseos de renovar ilusiones y poder percibir que UGT sabrá interpretar una nueva realidad que debe situarnos como un sindicato a la vanguardia del siglo XXI.

UGT no está para transiciones ni para pedir tiempo muerto a mitad del partido, lo que certificaría no solo un fracaso histórico, sino la pérdida de un tiempo precioso mientras la metamorfosis capitalista sigue su curso tras desatarse la tormenta perfecta.

Estos motivos fueron los que inspiraron nuestra candidatura, sin miedos y sin ambages, a sabiendas de lo complejo de la aventura, porque queremos mirar a los ojos de los nuevos gestores de la crisis para decirles: "¡Basta!, la UGT ya está en hora y es nuestra hora". A sabiendas de que la depresión, producto del miedo, afecta a más de 350 millones de personas en el mundo y solo un tercio de los trabajadores que la padecen en Europa fue capaz de comentárselo a algún compañero en el centro de trabajo, ya que su silencio es producto de la estigmatización por este hecho y el miedo a perder sus empleos. Revertir la reforma laboral, avanzar hacia la justicia fiscal, recuperar el espacio perdido de los jóvenes y darles esperanzas, hacernos iguales los unos a las otras o crecer sosteniblemente para poner la economía al servicio de las personas. Ese es el fondo de la cuestión y lo que de verdad importa. Emocionarnos para emocionar, ilusionarnos para ilusionar, transformarnos para aseverar que tras la tormenta perfecta, después del miedo, siempre llega la calma.

Gustavo Santana es secretario general de UGT Canarias y candidato a secretario general de UGT.

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