Y el ‘reality’ se hizo realidad

Y el reality se hizo realidad

Se podría haber titulado American President, o Road to the White House, o simplemente Be POTUS.

La primera –y esperemos que última– temporada de este interminable e imprevisible realityshow, protagonizado por los candidatos presidenciales Hillary Clinton y Donald Trump, ha terminado. ¡Por fin! Pero lo ha hecho con la mayor sorpresa política mundial de las últimas décadas. Ha ganado Donald Trump. Sí, ¡ha ganado Donald Trump! Hay que escribirlo varias veces y releerlo en voz alta para convencerse de que esto ha sucedido en realidad.

Trump se ha llevado el gran premio final del programa: nada más y nada menos que liderar durante los próximos cuatro años la democracia más poderosa del mundo.

Este espectáculo político-mediático se ha colado durante casi un año y medio en millones de hogares estadounidenses y del resto del mundo. Y no lo ha hecho a través de una única cadena televisiva, como otros reality, sino que ha contado con la entusiasta participación de centenares de televisiones, periódicos, sitios web, redes sociales, revistas y emisoras de radio de todo el país, que han informado puntualmente sobre las andanzas presentes y pasadas de los dos finalistas.

Hillary era, a priori, la candidata favorita. Llevaba años preparándose para el concurso. Conocía el temario a la perfección y tenía muchos consejeros –incluso en casa– que sabían mucho del tema y podían asesorarla eficazmente. Era, también, la primera mujer que podía llevarse el gran premio. Pero, por diversas razones, no gustaba a una buena parte del público. La victoria no estaba clara, aunque todas las encuestas le otorgaban la condición de favorita.

Donald, el otro candidato, jugaba con otras armas. De hecho, se podría decir que jugaba en casa, o que consiguió que el partido se acabara jugando en su terreno. Como experto en este tipo de programas, conocía como nadie las reglas del reality aunque no tuviera mucha idea sobre el tema tratado. Sabía cómo acaparar la atención del público y de los medios con unos simples movimientos estratégicos. Todos hablaban de él. Continuamente. A menudo más para mal que para bien, es cierto, pero él era el protagonista.

Las encuestas finales lo situaban por detrás de su oponente, pero con cierto margen para la sorpresa final. Con los votos del público nunca se sabe, como se había comprobado recientemente en otros escenarios, como el referéndum del brexit en Gran Bretaña o la consulta en Colombia sobre el proceso de paz, que finalizaron con resultados totalmente contrarios a los esperados.

Durante la larga noche electoral, a medida que se consumaba la sorpresa, el estupor por el resultado final era palpable en la mayor parte de cadenas de televisión estadounidenses, en las ediciones digitales de los principales periódicos del país y en los medios nativos digitales más relevantes. Y las preguntas sobre qué va a pasar a continuación empezaban a acumularse.

Las encuestas y los modelos predictivos electorales se encuentran, desde luego, entre los grandes damnificados de estas elecciones. El resultado final ha sido tan distinto de lo esperado que se hace muy difícil defender por más tiempo estas herramientas sin que se produzcan cambios sustanciales en el modo en que se intenta conocer qué piensa realmente la gente.

Por otra parte, habrá que ver cómo se comporta a partir de ahora el candidato ganador, que ha mantenido una muy desagradable guerra abierta con la mayor parte de medios de comunicación del país, a los que ha acusado repetidamente, en casi todos sus mítines, de mentir con mala fe sobre su persona y de ser lo más deshonesto del planeta.

El candidato Trump ha vivido envuelto durante toda la campaña electoral de escándalos de todo tipo. Ha insultado a diestro y siniestro a decenas de personas y a colectivos enteros. Ha sido acusado de mentir sin pudor sobre multitud de temas. Ha sobrevivido a la publicación de un vídeo escandaloso y a las acusaciones de acoso sexual en el pasado por parte de distintas mujeres. Ha insultado en persona y amenazado con llevar a la cárcel a su rival en uno de los debates. Se ha negado a facilitar su declaración de renta, rompiendo una tradición de décadas, jactándose incluso de no pagar impuestos aprovechando resquicios del sistema. Ha dicho por activa y por pasiva que estas elecciones estaban amañadas a favor de su rival y que se reservaba el derecho a no aceptar los resultados… si no le eran favorables.

Pero millones de americanos han ejercido su derecho al voto y lo han convertido en el nuevo presidente de Estados Unidos. Los analistas han explicado que la población masculina de raza blanca, clase trabajadora y habitante de zonas rurales ha sido la principal responsable de este sorprendente resultado. Pero tiempo habrá para estudiar con más detalle lo sucedido.

La primera reacción de los mercados ha sido muy negativa. Quizás el mayor reto que tiene Donald Trump por delante es el de demostrar a los ciudadanos estadounidenses y al mundo entero que está realmente preparado para ser el líder que requiere la mayor potencia del planeta. Tras lo visto en la campaña, la impresión es que tiene un largo camino por recorrer. El reality ha acabado y ahora se impone la realidad.

Ismael Nafría, periodista especializado en medios digitales, es investigador visitante del Knight Center for Journalism in the Americas de la Universidad de Texas en Austin.

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