Y Glenda se quedó en Tampa

El reciente viaje del ministro español a La Habana me ha llevado a desempolvar las notas de mi reciente paso por Cuba, en el que pude comprobar que algo se mueve en la perla de las Antillas, sin poder concluir que haya empezado la transición política.

Los medios españoles, que habían saludado con interés la visita de García-Margallo ante lo que se suponía un cambio de clima en las afligidas relaciones con la querida ex colonia, han visto deflactadas sus expectativas porque al canciller español no le hayan recibido los Castro.

Sin embargo, la agenda del ministro evidencia que se ha reunido con los principales agentes de una nueva generación, lista para la sucesión cuando toque. Es decir, de los potenciales aspirantes –Marino Murillo, Rodrigo Malmierca, Bruno Rodríguez y Miguel Díaz-Canel–, el ministro se ha reunido con todos, a excepción de Murillo, el zar de la economía.

Para entender mejor la etiología del inevitable desbloqueo interno –transición democrática– y externo –apertura económica– que le espera a la Cuba escéptica pero avizor, resulta forzoso alternar con sus actores, hoy de reparto pero quizá mañana protagonistas, ya que los acumulados méritos pasados y delicados cometidos actuales, serán esenciales para calibrar sus posibilidades en la carrera sucesoria.

Ingeniero electrónico, profesor de universidad y con sólidos parámetros morales, Miguel Díaz Canel, ha escalado el cursus honorum de la nomenclatura castrista hasta llegar a ser el número tres del régimen. No se le conocen apetitos desordenados y lo están preparando a fondo, en la dura prueba de rotar por los despachos del poder, donde no tiene el privilegio de equivocarse.

Se ha hecho los huesos como secretario del partido en distintas provincias, en las que se ha granjeado el aprecio de la gente, trajinando inversiones y remediando problemas ancestrales. En el capítulo de méritos también hay que anotar su misión internacionalista en Nicaragua.

El mundo de la cultura aprecia su lenguaje sencillo y la generación de los 50 parece identificarse con las maneras de este pregonero del socialismo próspero y sostenible. Sin embargo, todo ello podría resultar insuficiente a estas alturas de la película en que se dan la mano el desvanecimiento ideológico del régimen y la desaparición biológica de los líderes históricos.

El avance del mercado, las nuevas tecnologías y el pluralismo civil están haciendo germinar una cultura que se desborda imparable sobre la ideología oficial. Y más entre los jóvenes, que quieren más reguetón y celulares y menos ideología marxista-leninista-martiana, representada en ese régimen irrevocable que promete Canel para no salirse de la pista y convertirse en el remedo caribeño de Adolfo Suárez. Pero para ello será imprescindible que muestre su destreza a la hora de accionar algunas palancas vitales para dinamizar el desbloqueo. Y todo ello al tiempo que encara las crecientes erupciones de indisciplina social, ilegalidad, delito y corrupción.

Su principal competidor sería Marino Murillo, en la sala de máquinas de las reformas económicas y la unión monetaria. Con prestigio, carisma y dotes de excelente comunicador, tiene la tarea de transformar la economía del país, a través de los llamados lineamientos.

Algunos pasos por detrás, el responsable de transmitir la nueva imagen al exterior, Bruno Rodríguez, ministro de Exteriores muy próximo a Raúl, y Rodrigo Malmierca, ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera. Ambos cuentan con una dilatada hoja de servicios a la Revolución.

Es posible que en la agenda de las reuniones que el ministro español ha tenido en La Habana, no haya habido espacio para la política de pies secos, pies mojados, un beneficio que otorgan discrecionalmente los servicios de inmigración estadounidenses a los cubanos que siguen llegando a ese país, y que nació al calor del controvertido embargo, en respuesta a las expropiaciones sobre propiedades norteamericanas.

En todo caso, estos encuentros con los postulantes al trono de la Antilla, evidencian la utilidad del viaje que ha permitido codearse con los aspirantes y tomar el pulso a la situación, a pesar de que ninguno de los hermanos Castro se haya aparecido, en carne mortal, por muy sigilosamente que se esté desarrollando la operación sucesoria, en el supuesto de que se haya puesto en marcha.

Y ese arcano insondable, desesperante para muchos jóvenes –que ansían ya facebook y el whatsapp– es el que habría llevado a la hija del vicepresidente Murillo a desertar, el pasado agosto, sin esperar el final del bloqueo y el comienzo de la transición (el orden de los factores no altera el producto). Con 24 años, Glenda se ha pasado al enemigo, uniéndose a otros cubanos que, como ella, pidieron en el puesto de inmigración un parole para acogerse a los beneficios de los pies secos. Y Glenda se quedó en Tampa.

Luis Sánchez-Merlo fue secretario general del presidente del Gobierno (1981-82).

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