A veces no tiene uno un asunto claro del que escribir. Otras, en cambio, le surgen dos, y no quiere renunciar a ninguno, aunque no estén relacionados. O sí. Es el caso de este: el tiempo y las comparaciones.
Gómez, mujer de Ese, se hizo un pequeño lío en el comunicado que leyó hace un par de días. Comparecía ante la comisión que audita su enchufe en la Universidad Complutense y la apropiación de un bien público, presunto delito que se suma a otros de mayor cuantía investigados ya en un juzgado. Parecía tranquila (o lo fingía), y justificó su derecho a no declarar en que «más pronto que tarde la verdad pondrá las cosas en su sitio». Es la frase preferida de los que suelen acabar en prisión o condenados. Otras muy famosas son «soy inocente» y «todo es falso». Una tradición que los imputados suelen cumplir al comienzo de sus procesos, y Dickens dio testimonios muy divertidos de esas farsanterías.
En realidad el dicho es «el tiempo pone a cada uno en su sitio» o, si se prefiere, «el tiempo acaba por sacar a la luz la verdad». Esto resulta en la práctica bastante discutible: el tiempo está sobrevalorado y las cosas raramente ponen en su sitio nada. Al contrario. Con frecuencia las embrollan más todavía.
Resulta difícil admitir que el tiempo haya puesto en su sitio a los condenados en el caso de los Eres andaluces o en el de los independentistas catalanes. Ni mucho menos en el de los terroristas vascos a quienes el tiempo, tras 40 años de asesinatos, ha convertido en socios preferentes del marido de Gómez (si acaso no acaban en Ajuria Enea). ¿Y la verdad? ¿De veras que acaba resplandeciendo con el tiempo? Así que pasen otros 40 años, jamás se conocerá la verdad en lo que respecta a los cientos de asesinatos que los sicarios aberchales podrían haber esclarecido, para alivio de sus víctimas, razón de la justicia y conformidad de la sociedad. En fin, por terminar con los ejemplos: ¿qué ha dicho de Zapatero el tiempo, con el marido de Gómez qué hará? A uno le ha convertido en Celestina de sátrapas y narcos tan ricamente (en el sentido literal de la palabra) y al otro le ha mantenido al frente del Gobierno más corrupto de la democracia española (en términos políticos; de sus martingalas económicas ya se ocuparán los tribunales).
Lo extraño en todos estos casos es que la verdad se ha sabido desde el primer momento. No ha hecho falta esperar. ¡Si en muchos casos han sido los propios interesados quienes la circularon!: «Cierto, robamos, atentamos a diario contra la convivencia, mentimos más que alentamos, y lo volveremos a hacer, robar y mentir, si con ello permanecemos en el poder!... ¡Y a muchos les gusta! Ellos tampoco tienen un minuto que perder, son, cómo decirlo sin ofenderles, almas bellas a tiempo real». Porque no me cabe duda de que Ese desprecia a sus secuaces tanto como se estima a sí mismo, tal y como sucede con todos los narcisistas.
Escribe uno este artículo cuando están a punto de reunirse las Cortes valencianas. De ser el presidente Mazón un político japonés habría comparecido al día siguiente de la riada anunciando su renuncia. Se le ha pedido de muchas maneras y por muchas gentes (en la manifestación multitudinaria en Valencia, sin ir más lejos; y quédese para otro día, por no añadir a este artículo otro asunto más, el hecho de que a esa manifestación se sumaron ciudadanos también de derechas, cosa impensable al revés: si a la manifestación contra la amnistía hubieran acudido la mitad de los votantes de izquierdas que decían estar contra ella, aún se estarían contando los asistentes).
En fin, no habrá que esperar a que el tiempo ponga las cosas en su sitio. Lo hizo la infausta riada valenciana desde el primer día, igual que puso en su sitio al marido de Gómez, cuando se vio en directo en toda España cómo lo sacaban de las calles de Paiporta descompuesto y con la color cortada al empezar a ser increpado por unos damnificados. Esa es la verdad y toda la verdad, y los cobardes que hagan elogio de la cobardía de su señorito por menoscabar la valentía del Rey, que permaneció a pie firme, allá ellos.
En las Cortes valencianas habrán empezado algunos a pedir, supongo, la dimisión de Mazón (no el Psoe: cuánta ilusión parece que le ha hecho esta «providencial» DANA, confiado en que distraerá a los suyos del agobio que tienen con sus propios asuntos). Mazón pensará incluso: «Vale que uno pueda ser responsable de alguna de esas 225 muertes, pero tampoco el marido de Gómez dimitirá. ¿Que las comparaciones son odiosas? Desde luego: digo yo que de alguna de las más de 120 mil muertes de la pandemia sería responsable Ese, ¿o no?». Y lleva razón. Pero con todo, él, que alcanzó la Generalidad beneficiado del clima general contra el Gobierno de España, debería devolverle el favor a España, e irse. Una manera nueva y única en verdad de hacer política esa de dimitir con dignidad (nadie lo hace, acomodados en su incuria). ¿Retrasaría la ansiada alternancia? O no.
No, no hace falta que pase el tiempo. Con lo que sabemos es suficiente para colocar a cada cual en su sitio. La experiencia nos dice que algunos, la familia Gómez siempre, Mazón ayer, no esperan que el tiempo aclare nada; al contrario, lo que quieren precisamente es ganar tiempo. Y mientras tanto encogerse de hombros y repetir a lo Rubén Darío: ahí me las den todas, «y hacia Belén la caravana pasa».
Andrés Trapiello, escritor.