¿Y qué podemos hacer ahora?

Alguien tendría que hacer algo algún día. Este parece ser el lema de la sociedad catalana y española en la actualidad. No sabemos bien qué, pero alguien tendría que hacer algo. No podemos seguir como hasta ahora, con cinco millones de parados, la economía a merced de los mercados financieros internacionales, de los intereses de la señora Merkel y de los sustos que nos quieran dar los griegos… Los gobiernos han mostrado hasta ahora una muy escasa capacidad de iniciativa y, si quieren que les diga la verdad, me parece que el resto de la sociedad tampoco está a la altura de las circunstancias.

Las familias están, en su mayoría, atemorizadas; algunas, con más posibilidades, van a su bola, y otras, con serias dificultades, están peleando con bravura, pero con poca esperanza. Muchas empresas están al borde de la suspensión de pagos; otras, sobreviviendo, con miedo y sin esperanza, y solo algunas prosperan, sin hacer ruido. Los sindicatos, con una absoluta falta de espíritu solidario, enrocados en sus privilegios, sin querer enterarse de lo que les pasa a aquellos a los que se supone que representan. El sistema financiero, haciendo gala de una grave amnesia acerca de sus responsabilidades sociales. Y los gobiernos… bueno, olvidémoslos, por lo menos hasta después de las elecciones del domingo próximo.

¿Recuerdan el chiste del tendero que se está muriendo? «¿Estás aquí, hijo mío? Sí, padre. ¿Y tú, hija mía? Sí, padre. ¿Y tú, esposa querida? Sí, aquí estoy. Entonces, ¿quién está en la tienda?» ¿Hay alguien que esté haciendo los deberes? Sí, claro, bastante gente. Lo que pasa es que no hacen ruido, no tienen acceso a los medios de comunicación, no pueden explicarse. Y es una pena, porque hay muchas ideas útiles y eficaces, que alguien debería poner en práctica (sí, es verdad: alguien debería hacer algo algún día).

Yo querría recordar aquí a un colectivo que hizo los deberes, y al que sería bueno que se le diese más cancha, porque es gente con ideas y ganas de solucionar los problemas. Se trata del Carec, el Consejo Asesor para la Reactivación Económica y el Crecimiento, creado por la Generalitat de Catalunya, que presentó su informe en la cumbre económica del 25 de marzo. El documento es muy bueno; uno tiene derecho a discrepar en algún punto concreto, pero no a olvidarlo porque, insisto, está muy bien planteado.

Y cuando digo que me gustaría que le diesen más cancha, estoy pensando en varios tipos de acciones. Por ejemplo, sería bueno que saliese a la calle a explicar sus propuestas. Leí una vez que, cuando los americanos decidieron impulsar el programa de energía nuclear, reunieron a unos cuantos científicos de prestigio y los lanzaron a dar conferencias por el país. Ahora tenemos otros medios, mucho más potentes que la lección de un experto en el ateneo municipal o en el hogar de ancianos del pueblo. Por eso habría que pedir al equipo de la Carec que difunda sus ideas, hasta que todos nos demos cuenta de lo buenas que son. Y si alguien no está de acuerdo, que lo diga también: de un debate como este solo pueden salir cosas buenas.

Déjenme que, a modo de ejemplo, me fije en las recomendaciones del informe del Carec sobre algo que afecta directamente a la economía catalana y española: la reactivación de la financiación. Miren sus sugerencias: transparencia en los balances bancarios; explicar claramente los criterios en la concesión de créditos (recuerden lo de la falta de asunción de las responsabilidades de nuestros bancos y cajas), y reforzar su capitalización (lo que pasa, precisamente, por la claridad de sus balances y el reconocimiento de sus pérdidas, cosa que muchas entidades no han hecho todavía, ni tienen intención de hacer).

Desarrollo de nuevos productos específicos para emprendedores: capital riesgo, business angels, etcétera. Que los accionistas sean responsables capitalizando sus empresas, lo que pasa también por una política fiscal que incentive los proyectos autofinanciados: es verdad que no hay dinero público, pero sin un poco de generosidad no se podrá recuperar el crecimiento. Desarrollo de nuevas fórmulas de capital riesgo, incluyendo la promoción de créditos participativos. Potenciar el sistema de garantías recíprocas: hoy te aguanto a ti, mañana tú me aguantas a mí.

Hay, por supuesto, más propuestas. Lo que me interesa subrayar aquí es que la puesta en práctica de esas recomendaciones es factible a corto plazo. Hace falta, desde luego, abandonar las actitudes pasotas y desmoralizadas. Algunas acciones corresponden al Gobierno central o al de la Generalitat, pero, sobre todo, hay que implicar a los sectores afectados: los expertos, que ayuden a convertir unas recomendaciones genéricas en soluciones aplicables; los directivos de las instituciones financieras, que asuman su parte de responsabilidad en el diseño de soluciones; los medios de comunicación, que animen a los que tienen que sentarse a discutir y a negociar,… ¡Qué bueno sería ver aparecer algo así como una mesa para el diseño y la aplicación de vías alternativas al crédito bancario!

Por Antonio Argandoña, profesor del IESE. Universidad de Navarra.

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