Ya no se hacen zapatillas de cristal

Mikel Azurmendi (ABC, 05/12/05)

EL exterrado, que lo es por causa de una exterritorialización no voluntaria, producto a su vez del exterminio vasco en su sentido literal y no metafórico, recibió ayer dos insólitas llamadas. Una de este diario, que es el único que él lee, no a diario y a toda prisa. Haznos, por favor, una Tercera, le dijo la voz amistosa y con poder. ¿Tema? El que quieras. Hacía varios años que él no había hecho nada por publicar Terceras, pero accedía con gusto a hacer pública su opinión sobre inmigración cuando de Pascuas a Ramos se lo pedían desde hojas adentro del periódico. Y como se hallaba leyendo el último Rushdie, el del payaso asesino, decidió tomarle prestado el título y la libertad de escribir. Ojalá pudiese robarle el talento, se dijo para sí el exterrado tras haber decidido que escribiría sobre la prescripción de la fatwa. La de ETA, naturalmente. Que así se lo están asegurando los Rodríguez y los López, que son ahora los que ponen amplificador a Shalimar. ETA lleva, en efecto, dos años que no mata pero en este lapso pasan de cincuenta sus actos de bravura y comando, con una docena de coches bomba y un ataque a un aeródromo civil. Sólo en España, se entiende, porque Cataluña es territorio exento desde Perpiñán. Sin embargo también los amigos de Facultad del exterrado y otros colegas de fatwa han decidido que algo se mueve en ETA y han querido suponer que ya no es preciso llevar guardaespaldas. Dado que ETA va a lograr indefectiblemente lo que pretende al hallarse temblando la ciudadanía ante la desnuda suposición de que pudiese volver a matar, esos amigos han decidido ponderar desde el riesgo la amenaza. Como en el caso de Max Ophuls justamente, el héroe y experto antiterrorista que contrató como chófer a su asesino.

El riesgo únicamente es un cálculo matemático de probabilidad y ha decrecido enormemente, como le aseguran ellos de un tiempo a esta parte al exterrado. Y así ya no piensan en la amenaza como peligro, que sigue siendo alta si no muy alta. En tiempos del pacto antiterrorista él y otros amigos que daban la cara sintieron burbujear los cuantificadores de riesgo hasta las altas cotas de la ausencia total de seguridad. Ahora, en cambio, son tiempos en los que ETA agradece a Rodríguez la ruptura de ese pacto y le pone buena nota por ello. Y además López va a donde el asesino a explicarle en su periódico que puede que muy pronto gobiernen ambos en coalición, puesto que los realmente malos son los que creen que ETA no se mueve, que esos son los que causan crispación y persisten en las nanas de la eterna intransigencia española y de las JONS. Y los amigos del exterrado han casi enmudecido y ya no dicen basta porque, faltaba más, no van a ser ellos quienes impidan que ya no se mate. Ellos no quieren ser provocadores. Y abandonan sus escoltas y la cosa se consolida, y hasta puede que el feedback atrape a ETA en su propia trampa y tenga también que creerse que ya no son tiempos de asesinar. Es así como su amenaza se ha vuelto tan invisible como la del cura cazador que, al decir de los campesinos vascos, vaga por los cielos con su jauría de podencos y únicamente es audible en los días de tormenta.

Pero ante esta nueva corriente de aire, el exterrado ha comenzado a estornudar. De su enérgico perfil le sobresale una respingona nariz que le ha expuesto al estornudo permanente, y tiene que prorrumpir en sucesivos ¡Jesús!, según le enseñara su madre. Y dice para sí «Jesús, Jesús, ¿dónde han quedado tus supuestos inamovibles...?». Porque él cree que la fusión ideológica del conjunto del campo nacionalista es ya completa y la mayor o menor separación que pudo existir en una época entre quienes aceptaban los fines pero no los medios, ha dado lugar a un acuerdo básico sobre los presupuestos, sobre las ideas y sobre los propósitos. Y lo cree desde que todos los nacionalistas del nacionalismo vasco se abrazaron ante el derecho a la violencia contra los vascos españoles, ese célebre invento del contencioso histórico vasco con España que produce violencia de manera irremediable, como un tsunami o unas capas telúricas que yaciesen bajo la tierra vasca. Y, Jesús, Jesús, qué aires soplan, pero él conoce de atrás la indignidad moral de la política nacionalista durante estas décadas de democracia que alcanzó algunas de las deleznables cotas de la abyección nazi. Pese a que tras cada asesinato de ETA los partidos PNV-EA afirmasen condenarlo, jamás han considerado a ETA ser el verdugo de las víctimas ni a éstas ser, no sólo inocentes, sino víctimas de injusticia nacionalista. Si bien ETA dice asesinar por fundamentos nacional-políticos que PNV y EA comparten, estos dos partidos nacionalistas no han condenado jamás el ligamen etarra entre asesinatos y razones para asesinar, y nunca jamás han hecho explícito que por esas u otras razones nadie merece ser excluido de la vida violentamente. Más bien han justificado esas razones de ETA al calificar cada asesinato como otra ocasión más de la aparición del «contencioso». Y también al poner ahora sobre la mesa de diálogo la pacificación, porque ¿con quién se ha de firmar la paz si únicamente ellos nos persiguieron y nos mataban? ¿Qué Stormont se espera si aquí la ciudadanía perseguida no ha respondido a la violencia con violencia?

Y el exterrado prosigue estornudando, desamparado ante el inusual torbellino de aire, Jesús, Jesús, desde sus trabajadas creencias de que el nacionalismo vasco en su conjunto es cómplice del verdugo y causante de injusticia a las víctimas y de que no existe un supuesto nacionalismo vasco democrático. ¿No ha sido este verano la única ocasión en que cuatrocientos nacionalistas, con Eguibar y los notables de EA a la cabeza, se han solidarizado por vez primera en un texto colectivo contra las amenazas de ETA y de sus presos en la persona de Patxi Zabaleta, un nacionalista de Aralar que hasta hace nada defendía a ETA pero ahora mantiene que ya no interesa más el terrorismo? El exterrado, casi ya constipado por la insólita mudanza de aires, no atisba empero a verlo muy claro al no constarle que ETA haya confesado el inmenso daño infligido a las víctimas. Actitud de no reconocimiento de la humillación y sufrimiento de la víctima que ha impulsado a la ciudadanía indiferente hacia una fuite en avant como escapando hacia el ofuscador deseo de paz. Un futuro de paz que se ansía sin reparación de la injusticia y sin condenar el propósito del verdugo. Es decir, propiciando un acto positivo de olvido que afecta gravemente a quienes yacen tirados en la injusticia y en la amenaza. Y el exterrado estornuda porque él siempre venía defendiendo que alcanzar la paz a cambio de olvidarse de los caídos en el camino es una paz injusta: los terroristas deberán reconocer que su rebelión fue injusta, deberán pedir perdón y aceptar la voluntad libre de la ciudadanía, pensaba siempre él, y que quienes han sacado provecho del terror no están habilitados a hablar en nombre de las víctimas y, en consecuencia, no pueden esgrimir argumentos sobre la paz. ¿Y la obscenidad de presentar como víctimas a los familiares de los asesinos etarras y dar por buena su exigencia de acercamiento a cárceles del territorio vasco en nombre de que para lograr la paz «hay que empezar humanizando el conflicto» (Azkarraga dixit)? Y estornudó casi definitivamente el exterrado para quien la paz justa exige un perdedor absoluto: el nacionalismo terrorista; y un único ganador: la educación en la verdad de ETA, una educación para armar mentalmente a cuantos quieren mejorar la democracia.

La segunda llamada le hizo ayer una colega de la Facultad de Psicología. ¿Vendrás al primer Congreso de victimología que tendrá lugar en la ciudad de la que te exterraron más de cinco años atrás? Y él respondió que no, pero intuyó que ya todo debe aparecer como normalizado y él, reincorporado a sus clases. Y de ayer a hoy ha tomado una decisión firme: se expondrá a las nuevas corrientes de aire e irá a su tierra a comprobar la pertinencia de sus estornudos. El estornudo se significa en vascuence como doministikua, y se origina, Jesús, Jesús, de Dominus tecum. El exterrado se ha calzado las zapatillas de cristal y emprende el viaje de regreso. Salman Rushdie le acaba de avisar que ya no se hacen zapatillas de cristal. Cerraron la fábrica y ésas con las que camines serán tus últimas. Que el Señor sea, pues, contigo.