Yihadismo y actores solitarios

En las últimas dos décadas, los actos de terrorismo yihadista que han ocurrido en los países occidentales son de varios tipos, según algunas características de los individuos que los cometen y de las relaciones que hayan mantenido con otros de su misma mentalidad. Hay, por una parte, atentados yihadistas ejecutados por individuos que actúan en compañía de otros formando células o redes. A su vez, estas células o redes pueden o bien estar vinculadas con organizaciones como Al Qaeda y más recientemente también Estado Islámico o bien operar de manera independiente, hallándose entonces sus miembros únicamente inspirados por la ideología y la propaganda de esas entidades matrices del yihadismo global. Al primero de estos dos supuestos corresponden, en España, los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid o los del 17 y 18 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils.

Por otra parte, hay atentados yihadistas ejecutados por un único individuo. Este tipo de atentados fue episódico en Europa Occidental entre 2001 y 2007, pero su incidencia aumentó marcadamente desde 2008 hasta 2013. A partir de este último año ha llegado a suponer cerca de la mitad del total de actos de terrorismo yihadista. En su mayoría, sin embargo, dichos atentados son obra de yihadistas que llevan a cabo, solos, misiones concretas expresamente encomendadas por los dirigentes de la célula o de la red terrorista a que pertenezcan o incluso por los líderes de una determinada organización yihadista bajo cuyo mando se encuentren. Pero cada vez son más los atentados perpetrados por actores individuales únicos reclutados a través de internet o de las redes sociales y que reciben instrucciones de agentes con los que las organizaciones yihadistas cuentan para movilizar en entornos ‘on line’.

Una minoría, aproximadamente la cuarta parte de los atentados yihadistas cometidos por actores individuales únicos son obra de los denominados actores solitarios, tan a menudo descritos como lobos solitarios. Antes de 2005 apenas se registraron en Europa Occidental unos pocos casos, pero desde 2006 son una de las expresiones recurrentes del terrorismo yihadista. En propiedad, hablamos de actores solitarios cuando se trata de individuos que, tras radicalizarse –a menudo, autorradicalizarse– toman ellos mismos la iniciativa de atentar y la materializan por su propia cuenta. Es decir, dan el paso a la acción terrorista sin haber recibido indicaciones ni de dirigentes de células o redes, ni de líderes de organizaciones yihadistas, ni tampoco de operadores ‘on line’. Actúan inspirados por la propaganda de Al Qaeda o del Estado Islámico y emulando a otros yihadistas que con anterioridad actuaron como ellos.

Cuando ocurren actos de terrorismo yihadista perpetrados por actores solitarios suelen plantearse dudas y suscitarse polémicas debidas a sus desconcertantes características. Hay veces en las que las dudas hacen que pasen desapercibidos para el conjunto de la sociedad, a pesar de haber sido atentados cruentos. Esto ha ocurrido en España con el atentado que un joven marroquí, actuando como actor solitario, llevó a cabo el 17 de septiembre de 2021 en una pedanía de la localidad murciana de Torre Pacheco. Ese individuo, que semanas antes había retornado a sus orígenes como musulmán y empezado a cumplir con los rezos, utilizó un coche para arrollar deliberadamente a cuantas personas se encontraban en las terrazas de dos restaurantes, matando a una de ellas e hiriendo a cuatro más mientras hacía con el dedo índice de una mano la señal del ‘tawhid’ o monoteísmo en el islam.

En ese caso se debatió sobre si se trataba de un actor solitario o de alguien con problemas mentales. Al igual que después del atentado que otro actor solitario, asimismo joven, pero de origen argelino, ejecutó en 2018 en una comisaría de los Mossos d’Esquadra situada en la localidad barcelonesa de Cornellá de Llobregat. En esta ocasión no hubo víctimas porque el yihadista fue abatido mientras intentaba matar a dos agentes de la Policía catalana con un cuchillo de grandes dimensiones y al grito de «Alá es el más grande». Al igual que ahora está ocurriendo tras el atentado en Algeciras, cuya notoriedad pública ha sido inmediata, puesto que un joven más, de nuevo marroquí, convirtió dos céntricas iglesias católicas de la localidad gaditana en el blanco de su acto de terrorismo, causó la muerte a machetazos a un sacristán e hirió a un sacerdote. También al grito d «Alá es el más grande».

Pero, a diferencia de otros yihadistas que llevan a cabo atentados y han pasado algún procedimiento de selección con ese propósito, es común que los actores solitarios sean individuos con problemas de salud mental. Este rasgo es habitual entre ellos y generalmente resulta distintivo respecto a otros ejecutores de actos de terrorismo yihadista. Como también lo suele ser el hecho de que su grado de ideologización sea precario, en consonancia con un proceso de radicalización extraordinariamente rápido. Además, importa subrayar que, pese a carecer de lazos con células y redes o con organizaciones, cabe que estuviesen relacionados con otros individuos radicalizados. También que, si bien tiende a tratarse de individuos socialmente aislados, por lo general siempre hay quien o quienes conocían su extremismo antes de que lo manifestaran como actores solitarios.

Fernando Reinares es catedrático de Ciencia Política en la Universidad Rey Juan Carlos y catedrático adjunto de Estudios de Seguridad en la Universidad de Georgetown.

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