Yo no me rindo

Por Antonio Basagoiti, presidente del PP de Vizcaya (EL MUNDO, 22/06/06):

En las últimas semanas, los socialistas han puesto sus cartas boca arriba y en ellas puede verse claramente su apuesta por una negociación política con la banda terrorista ETA. Para justificar este mercadeo, el Gobierno necesita descalificar a quienes rechazamos este modo de actuar. Por ello, su principal argumento es que mientras ellos quieren la paz, los del Partido Popular sólo pensamos en una supuesta rentabilidad electoral.

Desde el Ejecutivo, no consienten que se cuestione al Partido Socialista de Euskadi asegurando que su único objetivo al anunciar negociaciones con Batasuna es sumar esfuerzos por la paz. Incluso su máximo dirigente en el País Vasco, Patxi López, dice que le insultamos a pesar de que se han dejado la piel para lograr el fin de la violencia, sin darse cuenta que lo que se están dejando es la cabeza y hasta el corazón. Pero, sobre todo, insisten en trasladar la idea de que el PP utiliza a ETA para desgastar al Gobierno. Dicen incluso que no queremos el final del terrorismo para evitar que Zapatero obtenga rédito político de la posible paz.

Por eso es necesario que quienes somos del Partido Popular, y nos hemos dejado hasta la vida defendiendo la libertad y la democracia en esta parte de España, transmitamos, de una manera más clara de la que lo hace mi formación a escala nacional, cuál es nuestra postura ante esta negociación. Quienes representamos al partido de Rajoy en el País Vasco somos personas que, más que pensar en los votos o en el poder, siempre hemos creído en la libertad de nuestra tierra. Si lo fundamental para nosotros fuesen los gobiernos o los escaños, nuestros deseos hubiesen quedado resueltos llamando a la puerta del Partido Nacionalista Vasco. De hecho, una gran parte de los que hoy somos concejales dimos el paso de militar en política tras el asesinato de Gregorio Ordóñez -y mientras Aznar estaba en la oposición y el inquilino de La Moncloa era Felipe González-. Nuestro compromiso fue claramente con la libertad, no con el poder.

Los cargos públicos y militantes populares hemos defendido siempre los mismos principios firmes y democráticos para acabar con el terror. Si no, podríamos haber caído en barbaridades como las de los GAL. Los concejales populares en Euskadi hemos padecido el asesinato de muchos compañeros, el dolor de sus familias, y aun así hemos seguido al frente de nuestros cargos sin llamar a la venganza, con entereza y sensatez, guiados por la vocación que tenemos de conseguir la paz y la libertad para nuestra tierra. Es algo tan evidente que, de no ser cierto, muchos de nosotros habríamos tomado la decisión de marcharnos a otros lugares de España, donde a buen seguro hubiéramos estado más tranquilos.

Y nosotros, y sobre todo nuestras familias, han sufrido tanto por nuestra labor de defensa de la Democracia y del Estado de Derecho, que nos importa mucho más la derrota de ETA que la comodidad electoral o social asociada a la negociación abierta por el Gobierno con los terroristas. De no ser cierto, hubiéramos entregado buena parte de nuestros principios al nacionalismo a cambio de tranquilidad y apoyo para poder gobernar o para poder derribar al Partido Socialista en el conjunto de España.

Sólo aquéllos que actúan de manera miserable en política pueden poner en duda la honradez y la veracidad del compromiso del Partido Popular con la paz, sabiendo de la existencia de sus concejales y sus militantes que estamos defendiendo la libertad y la democracia en el País Vasco.

La lectura que los dirigentes de Ferraz deben hacer de la posición del Partido Popular frente al mal llamado proceso de paz es que mientras la dirección socialista avale la negociación política con ETA, forzosamente tendremos que estar enfrente para seguir denunciando que la negociación es cesión ante el terrorismo. Continuaremos defendiendo que esta negociación es justificar los centenares de asesinatos cometidos por ETA durante estos años. Negociar de política ahora es tanto como aceptar que algo de razón tenía quien mataba, y eso tanto como decir que se recompensa a ETA por haber matado de la primera a la última de sus víctimas.

En Moncloa deben no olvidar que en Euskadi quienes seguimos comprometidos con el proyecto político que hoy representa María San Gil hemos aprendido a defender valores y principios por vocación, superando muchas dificultades y muchos miedos. Si ETA no ha podido con nosotros señalándonos, acosándonos y matándonos, tampoco van a poder las frases huecas de un presidente, las tretas de un ministro, las declaraciones de un secretario de organización o las manifestaciones de los voceros mediáticos de un gobierno. Las mentiras, las descalificaciones o el intento de aislarnos siempre van a ser más fáciles de soportar y de superar que el miedo a ser hostigados y asesinados.

Nuestro afán es que ETA termine de verdad, y es un sentimiento tan verdadero que personas como yo, que hemos estado en el punto de mira del terrorismo en más de una ocasión -situación que, por desgracia, no es singular-, defendemos que se apoye al Gobierno socialista para que trate con ETA de su disolución, de cómo entrega las armas y de cómo puede reinsertase en una sociedad democrática. Pero la reunión de Batasuna con el PSE, los encuentros de LAB con UGT, los manifiestos de las socialistas con las proetarras, las fotos de Gemma Zabaleta con Goirizelaia y, sobre todo, las reacciones de un Ejecutivo y sus resortes en función de lo que exija Otegi tienen más que ver con la rendición y la legitimación de la banda terrorista que con su disolución.

Somos quienes más deseamos la paz, aunque sólo sea por una cuestión de seguridad y tranquilidad personal. Necesitamos olvidar el nudo en el estómago que llevamos soportando cada mañana cuando salimos de casa. Hace falta que nuestras familias no nos llamen inmediatamente después de un ruido en la ciudad preguntando por nosotros. Queremos que nuestros vecinos no nos miren mal cuando residimos en los mismos edificios. Deseamos que nuestros hijos dejen de preguntarnos por qué llevamos escolta y por qué nos quieren matar. Y precisamente por todo eso sabemos que la capitulación no es el camino, sabemos que legitimar a ETA supone hacerle vencedora y reconocerle el derecho a pedir más.

Si ETA no sale derrotada y arrepentida de este proceso, siempre mantendrá la posibilidad de volver a matar cuando le convenga ampliar objetivos, sea para alcanzar Francia, Navarra o la expulsión de los malos vascos que somos quienes le llevamos la contraria. El Gobierno socialista debería ser consciente de la importancia que tiene la derrota, porque cualquier escenario de negociación política con ETA sólo servirá para que la banda terrorista avance posiciones, cargue la mochila y mantenga siempre las opciones de volver a las pistolas y las bombas cuando considere insuficiente lo que se le ofrece.

Parece mentira que Rodríguez Zapatero o José Blanco, después de lo que ha ocurrido en el País Vasco y en el conjunto de España en los últimos años, principalmente a partir del asesinato de Miguel Angel Blanco en Ermua, no se hayan dado cuenta de que ser del Partido Popular, y más en Euskadi, no tiene que ver con los votos, ni con la moda, ni con lo cómodo. Tiene sólo que ver con unas profundas ansias de paz con libertad. Por eso nadie de mi partido, yo entre ellos, nos vamos a rendir ante ETA.