«¡Yo soy Rato!»

Vivimos en nuestros tiempos algunas paradojas y contradicciones que son difíciles de comprender y de explicar. Cuando hace unos meses, unos periodistas del semanario satírico «Hebdo» fueron vilmente asesinados, los gobiernos de toda Europa y algunos de fuera de ella, todos los medios de comunicación y las masas al grito de «¡je suis Charlie!», condenaron los asesinatos. Pero cuando son vil y cruelmente asesinados centenares de cristianos en África y Oriente Medio, nadie levanta la voz, ni los gobiernos, los medios o las masas reaccionan.

Ahora que han asesinado políticamente a Rodrigo Rato, yo, que no grité «¡je suis Charlie!», quiero gritar «¡yo soy Rato!»

Se ha dicho que «todos somos iguales ante la ley». Pero no puede haber respuesta más pobre e insuficiente. Es cierto que las personas somos iguales, solamente, en dos cosas: ante Dios y ante la ley. Pero la ley a la que se refiere el adagio jurídico es la ley que interpretan y aplican los Tribunales. Pero en ninguna ley están regulados los «juicios paralelos» ni las «penas de telediario». Ante esto, como enseña la práctica cotidiana, todos no somos iguales.

Serán los Tribunales los que decidan si el patrimonio familiar gestionado por Rato, después de ejercer responsabilidades públicas, se ha hecho correctamente o no, o si tenía derecho o no acogerse a la amnistía fiscal (¿no somos todos iguales?). Pero cuando los Tribunales lo decidan habrán pasado años (¿cuántos?), y el tema habrá perdido actualidad y vigencia, y nada podrá resucitar a Rodrigo Rato.

La reacción de los medios de comunicación es comprensible. El asunto es de los que resuelven el contenido del medio durante unos días, o las horas de las tertulias. Tiene morbo. Es de los que hacer ganar lectores, tirada de ejemplares, oyentes y publicidad.

Menos comprensibles son las reacciones de los socialistas, aunque a nadie le puede extrañar habida cuenta de su permanente demagogia y de su habilidad para presentarse como la esencia de la honradez, mirando para otro lado, o cerrando los ojos con lo que ha pasado y está pasando en Andalucía.

Pero menos comprensible es la reacción del Gobierno. Limitarse a decir que la ley es igual para todos es insuficiente, como dijimos más arriba. Pero no ha respondido a las preguntas que se hacen los ciudadanos. Así, entre otras, ¿quién filtró desde el Ministerio de Economía al periodista Cacho la investigación sobre Rato, antes de que este lo supiera o fuera requerido personalmente? ¿Con que intención se hizo tal filtración? ¿Por qué se filtra el nombre de Rato y no se han filtrado ninguno de los de más de 700 contribuyentes que están siendo investigados? ¿Quién avisa a los medios de comunicación de que se va a producir el registro y la detención?

A los que buscaban el asesinato político de Rato hay que felicitarles, porque lo han conseguido. Lo han crucificado. No lo han tratado igual que a cualquiera. Lo han tratado peor, mucho peor. ¡Al suelo que vienen los nuestros! Pero sigo gritando que «¡yo soy Rato!». Porque trabajé con él durante cuatro años y comprobé sus cualidades de gobernante, su entrega, su instinto político, su condición infatigable, su capacidad para el seguimiento de los asuntos, su conocimiento completo de cuantos temas se debatían en el Parlamento, lo que hacía de él un enemigo imbatible.

Porque gracias a él y a los miembros de la generación del 98 (de 1998), entre los que me encuentro, España no perdió el tren de la modernidad, y después de sacarnos de la profunda crisis en que había dejado a nuestro país los gobiernos socialistas, supo meternos en el euro y darnos los mejores años de prosperidad, bienestar, creación de empleo y desarrollo económico, que nunca habíamos conocido antes. ¿Nos hemos preguntado que sería ahora de España si la crisis pasada nos hubiera cogido fuera del euro?

Porque habría podido vivir mejor, económicamente, si se hubiese dedicado a la empresa privada y a su vida profesional.

Y porque tuvo la generosidad de no enfrentarse a una decisión que cercenaba sus posibilidades de acceder a la Presidencia del Gobierno, siendo así que era, no solo el mejor preparado para ello, sino además el que había hecho más méritos.

Hasta que los Tribunales decidan yo seguiré gritando «¡yo soy Rato!», aunque me quede solo. Y después de que lo hagan… probablemente también.

Fernando Díez Moreno, exsubsecretario de Economía y Hacienda (1996-2000).

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