Yuste, Kiev y Barcelona

Nuestra familia mantiene una relación histórica con el Monasterio de Yuste y la memoria de Carlos V a través del marquesado de Mirabel (concedido por el propio Emperador) y su palacio en Plasencia, que contiene su busto, esculpido en mármol por Leoni. Su titular original fue D. Fadrique de Zúñiga, descendiente, como su contemporáneo Luis de Ávila y Zúñiga, del maestre de Alcántara y protector de Elio Antonio de Nebrija como, dos siglos más tarde, lo sería Alonso Diego López de Zúñiga, duque de Béjar, respecto de Miguel de Cervantes, quien le dedicaría la primera edición del Quijote.

Fue D. Luis de Dávila y Zúñiga, biógrafo y acompañante fiel de Carlos V hasta su muerte, quien propondría Yuste para su retiro. Cuatro siglos después mi madre, Hilda Fernández de Córdova, marquesa de Mirabel, donó al Ministerio de Cultura el monasterio, previamente adquirido y restaurado por otro titular del marquesado en tiempos de la desamortización isabelina.

Hace unos días tuve la ocasión de asistir con mi hermano a la entrega del Premio Europeo Carlos V al presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barrroso, por parte de la Academia Europea de Yuste. Los valores ibéricos y europeos brillaron a gran altura en boca de un singular elenco de oradores que incluía, por orden, al presidente de Extremadura, el presidente del Gobierno de España y el primer ministro de Portugal, el premiado y SAR el Príncipe de Asturias.

Durao Barroso mencionó el visionario patronazgo del Emperador y de su esposa, Isabel de Portugal –tal vez la reina más bella de nuestra larga historia– a la primera circunvalación completa del planeta, una auténtica hazaña ibérica protagonizada por el portugués Fernando de Magallanes y el español (y vasco) Juan Sebastián Elcano en 1522.

Cabe añadir que, solo 18 años antes, los abuelos de Carlos V y Reyes de Castilla y Aragón, Isabel y Fernando, tras el grandioso recibimiento a Cristóbal Colón en Barcelona (1593), habían sellado con el Rey Juan II de Portugal el histórico Tratado de Tordesillas (1594). Las consecuencias actuales del acuerdo son decisivas para Iberia y Europa: dos terceras partes de los actuales habitantes de las Américas hablan, cinco siglos después, español o portugués; el tercio restante practica el inglés, la lengua de mayor difusión planetaria.

Además de poner en valor la contribución ibérica a la historia universal, el acto constituyó, como era previsible, una apoteosis de los valores europeos. El presidente Barroso recordó que la UE es hoy la primera potencia económica mundial, tanto desde el punto de vista comercial como inversor, aunque a los medios económicos, en especial anglosajones, les cueste reconocerlo.

La UE será muy probablemente un ejemplo a imitar para muchas regiones emergentes del planeta a lo largo del siglo XXI. Es cierto que practica un modelo de integración que puede parecer desesperadamente complejo y lento. Pero no debemos olvidar la razón: además de promover los derechos y bienestar de cada europeo, la UE respeta profundamente la identidad cultural de las naciones y pueblos que integran Europa, favoreciendo su diversidad. Esa tolerancia, señal de identidad de la UE, ha resultado compatible, aunque parezca contradictorio, con la progresiva eliminación, reflejada en tratados como los de Maastricht o Lisboa, de las barreras de todo tipo que separaban a los europeos.

Hoy podemos afirmar que el modelo UE, tejido pausadamente con esfuerzo, respeto y paciencia por varias generaciones de líderes visionarios, ha logrado el periodo de paz y prosperidad más duradero y con mayores perspectivas de futuro que ha disfrutado Europa en su milenaria, conflictiva e incluso dramática historia. Un éxito que ninguna iniciativa política y, aun menos, militar –como las campañas de Carlos V contra la reforma protestante o las napoleónicas del siglo XIX– logró en los siglos anteriores.

Los ciudadanos europeístas que se manifestaban en Kiev durante el evento de Yuste y continúan haciéndolo no tienen dudas sobre el tema: anteayer mismo, cinco de ellos sacrificaron sus vidas por el sueño de pertenecer a la UE.

Sin embargo, mientras asistíamos al evento de Yuste, algunos políticos –apoyándose en tesis contrarias a las que inspiraron en su día la creación de la UE, como la superación definitiva de los nacionalismos extremos responsables en las hecatombes del siglo XX (Durao Barroso dixit)– votaban en Barcelona el primer paso de un desconcertante retorno al pasado: crear fronteras donde nunca las hubo. Un camino que conduce inexorablemente a la exclusión irreversible del proyecto comunitario de una gran región, Cataluña, modelo de europeísmo desde los tiempos en que tenía verdadero mérito defenderlo.

Termino por tanto deseando a los habitantes de Kiev y Barcelona el futuro sensato y europeísta que tan brillantemente se defendió en Yuste.

Carlos Falcó, marqués de Griñón y presidente del Círculo Fortuny.

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