Zancadillas al proceso de paz

Por Antonio Franco, periodista (EL PERIÓDICO, 14/11/06):

El pulso con ETA es titánico. El diario Le Monde lo interpreta diciendo que Zapatero camina sobre un alambre. Pero esta expresiva imagen es por sí sola insuficiente para reflejar la dificultad real de lo que tiene entre las manos el presidente del Gobierno. Zapatero no solo camina sobre un alambre, sino que el poder judicial español sopla y ha desencadenado un verdadero temporal de viento huracanado en torno al presidente, el Partido Popular mueve ostensiblemente el cable y ETA no acaba de desconectar la electricidad que todavía circula por ese conducto metálico.
En estos momentos, lo único que juega a favor de que persista --no ya que avance-- el proceso de paz, es que ETA, pese a sus presumibles tensiones internas, no ha vuelto a matar. Pero muchos pensamos que cada vez hay más personas poderosas que, queriéndolo o no, multiplican de hecho las palabras y gestos que pueden acabar convenciendo a los asesinos de que es imposible un final que sea simplemente su derrota y no una gran humillación. La tenaza que constituyen determinadas zancadillas políticas y pasos judiciales radicales o extremistas aprieta cada vez con más fuerza el alambre.

EL PARTIDO Popular cree que tiene derecho a demostrar como sea que sin su asentimiento no acabará la violencia, ni siquiera si el Gobierno y ETA quieren hacerlo. Tras el anuncio etarra de que se interrumpían los atentados, parecía confiar en que los hechos --los protagonizados por el Gobierno y los etarras-- le darían por sí solos la razón, pero luego ha desencadenado una política declarativa que se ha convertido en una presión factual complementaria, en un hecho añadido, que condiciona al proceso mismo.
El primer paso de la estrategia popular fue intentar que la opinión pública olvidase que cuando Aznar gobernaba hizo algunas concesiones verbales y carcelarias a ETA para intentar dinamizar unos procesos de paz que no llegaron siquiera a arrancar. El segundo fue predicar que ahora cualquier concesión verbal o carcelaria sería una alta traición de Zapatero. El tercero, señalar que el Gobierno socialista ya ha bajado la cabeza ante ETA y transige a sus demandas. Las repetidas llamadas a Zapatero para "que ponga la ley por encima de sus intereses particulares" encierra el mensaje subliminal de que no lo hace, y considerar "una indignidad que el Gobierno acepte el chantaje de ETA" es una manera como otra cualquiera de insinuar que se está produciendo. Y temo que también haya dado un cuarto paso: animar implícita o explícitamente a su entorno mediático y judicial para que simplemente no haya una paz sin el PP de por medio.
Zapatero únicamente ha hecho tres cosas: aceptar unos contactos oficiosos para encarrilar las cosas, reiterar públicamente que el Gobierno se ceñirá a la legalidad en todos los movimientos que haga en este tema, y decir que está dispuesto a abrir unas conversaciones formales si previamente Batasuna condena explícitamente la violencia. Como Zapatero cumple esta hoja de ruta y Batasuna, que debe protagonizar la primera renuncia, no acaba de dar el paso, el proceso ha quedado estancado. El entorno etarra ha querido desatascarlo presionando al Gobierno español con la reaparición de la kale borroka, pero la Moncloa no se arruga, continúa la actuación policial y judicial ordinaria contra ETA y la partida de póquer sigue adelante.

EN ESTAS ha llegado la actuación judicial extraordinaria. Cargar contra el etarra De Juana Chaos, que estaba en situación técnica de cumplir el resto de su condena fuera de la cárcel, era algo cogido por los pelos según muchos criterios jurídicos, pero pedir para él otra pena de 96 años por unas amenazas constituía un desafuero y una provocación. Sabiendo las penas que se dictan en España por muchos delitos socialmente más graves que las amenazas, la nueva condena final de 12 años a este sujeto tampoco parece una decisión que vaya a pasar a los libros de las mejores sentencias indiscutibles.

SI ZAPATERO hace honor a su conocida tozudez, el proceso de paz continuará salvo en el caso de que ETA vuelva a matar. Pero cada vez está más claro que este proceso será larguísimo y tendrá bastantes momentos duros como el actual, en que ha rebrotado la kale borroka. Batasuna, primero, y luego ETA, tendrán que ceder, si es verdad que ya saben y aceptan que la muerte no es el camino hacia nada. Pero el proceso precisa asimismo que el PP cambie de estrategia en este asunto, y que los medios judiciales cumplan con sus obligaciones sin cruzarlas con ningún considerando político. Hay que perder cierto tiempo para ello.
Porque si desde estas dos esferas no se actúa así, este país prolongará aún más tiempo el desgaste de este problema. En Irlanda del Norte un sondeo acaba de revelar que a sus ciudadanos les quedan posiblemente aún bastantes años de resentimientos antes de que psicológica y políticamente superen lo que les ha causado su terrorismo. Y van por delante de nosotros.