Zapatero, en fase de inmolación

Después de la revelación de José Luis Rodríguez Zapatero de que ya tenía la decisión tomada sobre su presencia en el cartel de las próximas elecciones, lo que despertó mi curiosidad, muy poca, fue por el nombre del confidente y mucha por el momento en que la hará pública. No hay hojas para deshojar sobre el sí o el no, porque las encuestas nos dicen, sin titubeos, que ya no le quedan margaritas. Dirá no. Oigo y leo las opiniones de los más importantes dirigentes socialistas afirmando que Zapatero es su única hipótesis de trabajo, la gran carta electoral con la que piensan ganar la partida. Este coro verbal forma parte de las liturgias convencionales en las que nadie cree, ni los mismos que las dicen, por supuesto, esos los que menos. En los pasillos de las confidencias hay una rara unanimidad, la única carta que tienen para jugar y con la que puede haber partido es la de Alfredo Pérez Rubalcaba. Pocas veces hubo tanta concordancia.

Pero antes de llegar a Rubalcaba voy a quedarme un momento con Zapatero. No voy a analizar aquí los importantes cambios en el campo de las libertades personales y avances sociales con los que obtuvo tantas fervorosas adhesiones y tantos rechazos airados. Estamos en la economía, en la economía real y emocional. Con los vientos a favor se le desató su fácil optimismo y emprendió una imparable retórica de fórmula 1, con él de piloto único y un entregado acompañamiento como escudería, en el cual había muchas gentes interesantes, pero lo que se dice conducir, solo conducía él. Según sus declaraciones, íbamos disparados y en condiciones de pasar a todos. A Italia, respirábamos sobre el cogote de Francia e incluso nos permitíamos enviarle recados a Alemania. El optimismo de Zapatero era como la espuma del cava recién abierto. Lógico. Y casi de repente, sin que la viera, al igual que otros muchos, llegó la crisis y cuando se despertó ya se había instalado como en el cuento de Monterroso. Llegó de fuera, pero aquí la amasamos con nuestra propia levadura. La crisis puso de relieve el disparate del monocultivo del ladrillo como único gran motor de nuestra economía. Construíamos más casas que Francia, Inglaterra y Alemania juntas. Un desatino que llevaba más de diez años repitiéndose, Zapatero heredó el estribillo, con el entusiasta acompañamiento de banqueros y empresarios.

Como ya hemos visto y seguimos viendo la película, conocemos perfectamente el guión. Es una afirmación varias veces escrita en los altos documentos de la UE que en Europa nos movemos en un cuadro de economía social de mercado, pero ahora sabemos que nos movemos en un cuadro de economía brutal de mercado. Se culpó de la crisis, porque era una evidencia, al desaprensivo capitalismo financiero. Hubo una especie de ofrenda lírica encabezada por Sarkozy afirmando que había que refundar el capitalismo sobre otros presupuestos para salir de la crisis, pero como contra los hechos no valen los argumentos, estamos viendo que la única salida que nos ofrecen es la obediencia a los dictámenes de una especulación financiera que ha sometido y está sometiendo a nuestro país a un insoportable estrés económico. Y llego a la palabra inmolación que usé en el título. La primera acepción del verbo inmolar, según el diccionario de la RAE, es: sacrificar una víctima. Zapatero decidió ofrecerse como víctima. Rebobinó todo lo que había dicho y ahora es un entusiasta ejecutor de las medidas que recomiendan o dictan los mercados y los líderes de los países europeos y mundiales que mecen los mercados. En aras de la necesidad está llevando a cabo una serie de recortes y congelaciones sobre los de siempre, porque es más fácil. Personalmente, los grandes financieros y ejecutivos están pasando por la crisis sin romperse ni mancharse. Está tomando decisiones que había prometido no tomar nunca. Se está quemando para que otros puedan construir sobre sus cenizas, eso piensa y en eso cree, me dicen. Según todas las encuestas, ha perdido la confianza de la ciudadanía, pero lo sorprendente es que esas mismas encuestas aseguran que el líder del PP, Mariano Rajoy, tiene el mismo crédito o menos que Zapatero, aunque anuncien que su partido ganará ampliamente las elecciones. No insisto, ese es otro tema.

Dicen que Zapatero sabe medir bien los tiempos. ¿Cuándo considerará que ha llegado la hora de anunciar públicamente el no? Después de ese anuncio es cuando aparecerá Rubalcaba, y salta una pregunta: ¿es conveniente que se ruede unos meses en la presidencia o que llegue directamente a la campaña electoral? Pienso que debe ser candidato sin pasar por la presidencia. Y llegar con un discurso ideológico de izquierdas, creíble para que sea creído. Un discurso nítidamente socialdemócrata dentro de las coordenadas actuales. Es cierto que la gente está cansada de Zapatero, pero también está cansada del neoliberalismo despótico que nos domina. Solo Rubalcaba puede liderar con ciertas posibilidades una alternativa socialdemócrata. ¿Querrá? Si no quiere le pedirán que se inmole y sospecho que está dispuesto a hacerlo.

Por Alfonso S. Palomares, periodista.

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