Zapatero ganó el debate

En marzo de 2006, este periódico publicó en su portada una fotografía en la que aparecían juntas y sonrientes, casi carrillo con carrillo, la dirigente del PSE Gemma Zabaleta y la abogada de ETA y destacado miembro de Batasuna Jone Goirizelaia, que sostenía emocionada una rosa que le había entregado aquella. La imagen, entonces insólita, provocó un notable escándalo en el seno del PSOE. La banda había matado sólo un año antes a Joseba Pagaza y aún asesinó, dos años después, a Isaías Carrasco. En una entrevista con EL MUNDO, el presidente José Luis Rodríguez Zapatero despachó la instantánea con una provocación: "Cuando la vi, pensé que quizá se adelantaba a su tiempo".

Zapatero ganó el debateEl discurso de Pedro Sánchez durante el Debate sobre el estado de la Nación resultó una suerte de segunda investidura. Una pieza retórica de política sentimental dirigida a crear una realidad virtual que lo presente como víctima épica de las circunstancias y héroe antifranquista frente a los poderes que encarnan el mito de la plutocracia: él es el pueblo contra sus enemigos. Eficaz, lo fue sin duda. El efecto aglutinante se sintió de inmediato: "Gracias, presidente", le repitió Pablo Echenique. Ditirambo entre los intelectuales afines y en prensa, televisión y radio. Según la encuesta de Sigma Dos para EL MUNDO, para un 21% de los españoles ha mejorado su imagen del jefe del Ejecutivo, crecimiento principalmente, claro, entre los votantes del PSOE y de Podemos. Sánchez coge aire, a lo Mélenchon, para ser candidato también de la izquierda de su izquierda.

El presidente supo utilizar la autoridad que le confieren su determinación por el poder y su leyenda de resistente. La mayoría de la investidura quedó prieta: es él o la reacción. Las bases que se establecieron sirven también para organizarse en el caso de la probable derrota. El 18% de los votantes socialistas, según el CIS, escogieron la papeleta de Juanma Moreno en Andalucía. Pero Sánchez sólo tiene un camino y es este, el que escogió cuando decidió asociarse con los extremismos. No hay espacio para él creíble en la centralidad.

La intervención en el Debate es devota de la cultura política de Zapatero. Personas de su máxima confianza se reparten en el círculo de Sánchez, bien en su Gabinete -Óscar López, Antonio Hernando-, bien en posiciones de influencia -Miguel Barroso-. La huella del ex presidente se percibe en el uso de la aversión a la derecha -"trabaja para intereses oscuros"- como elemento emotivo cohesionador entre el PSOE y los radicalismos. Pero también se repiten la búsqueda frívola del desacuerdo -"tesis de curandero"-; la improvisación efectista -si las medidas hubiesen sido meditadas, se habrían incorporado al decreto anticrisis-; la sublimación identitaria de la ingeniería social, o la demagogia de tinte peronista -"no vamos a permitir que el sufrimiento de muchos sea el beneficio de unos pocos"-.

Este último rasgo va unido a la herencia más temeraria del zapaterismo: la contumacia en el gasto público clientelar como solución anticrisis, aun con el déficit y la deuda en cifras de riesgo y en vísperas de que el BCE suba los tipos de interés. Sánchez se sabe impotente frente a la inflación, aunque la deflactación de la tarifa del IRPF o la rebaja del IVA habrían representado un alivio para los ciudadanos. Pero el presidente no está dispuesto a renunciar al impacto sobre la recaudación que tiene el incremento del coste de la vida, porque hacerlo pondría en peligro su compromiso de actualizar las pensiones conforme al IPC. El impuesto a la banca es una arbitrariedad que provocará desconfianza en los inversores.

La victoria póstuma de Zapatero está en la materialización definitiva de su proyecto ideológico a través de la relectura frentista de la historia. Él nunca pudo llegar tan lejos. La marca PSOE funcionó para él como rampa de lanzamiento pero también como freno de mano institucional. A Sánchez, de momento, no le conocemos el horizonte. La ley de memoria democrática representa una liquidación del felipismo y del PSOE anterior a Zapatero. El que le puso límites. El actual incorpora sin complejos a Bildu a la deconstrucción del basamento histórico del proceso constituyente. La zanja que se abre con el adversario natural deviene insalvable. La deslegitimación del PP tiene como paso subsiguiente la ocupación de los contrapoderes. La toma del Constitucional pactada con ERC alimenta los peores temores.

Sánchez completa la mutación genética del PSOE que inició Zapatero. Lo hace también gracias a los materiales prestados por Pablo Iglesias: a su legado de mesianismo, radicalidad, oportunismo y audacia en el debate público. Podemos se irguió sobre las cenizas de la cultura del zapaterismo. Iglesias es así otro de los vencedores del Debate: la infección populista sigue adelante, aunque él se exprese desde un podcast. El severo correctivo que el presidente le aplicó a Yolanda Díaz, asaltando su pretendido espacio y dejando en evidencia su debilidad tras haberle plantado ella cara en el Consejo de Ministros, es una manera de dar carta de naturaleza al liderazgo de Iglesias sobre los restos de Podemos.

La resistencia queda estructurada. BBVA Research advierte ya de una recesión a final de año y la AIReF alerta de una "economía de guerra" si Vladimir Putin corta el suministro de gas en Europa. Sánchez hará lo que esté en su mano, pero no parece que haya herramientas capaces de detener el descontento. El PP decidió un perfil plano en el Debate, consciente de la inferioridad a la que le condenaban el formato y la ausencia de su líder. Alberto Núñez Feijóo ya sabe a lo que se enfrenta: si quiere ganar y, luego, gobernar, necesitará la autoridad moral de un mandato masivo hacia un proyecto ilusionante sobre los principios más liberales, modernos y transformadores de la moderación política. No basta con esperar.

Dieciséis años después, el tiempo que profetizó Zapatero tras ver aquella fotografía ha llegado. Bildu forma parte nuclear del bloque de "valores de la izquierda" que sostiene la gobernabilidad en España sin haber renegado del ideario que llevó a ETA a cometer más de 800 crímenes. Pero la democracia es un compromiso ético. Desoír esta convicción por afán de poder impone unas consecuencias que van más allá de la triste constatación de que no haya una izquierda posible si no anuda su destino al independentismo: destruye los consensos fundacionales de nuestra democracia, carcome las instituciones que son la garantía de la libertad y pone en peligro la convivencia.

Joaquín Manso, director de El Mundo.

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