Zapatero se queda a mitad de camino

El pasado lunes, la entrevista de José Luis Rodríguez Zapatero en TVE fue el programa más visto, con 3,7 millones de televidentes fijos (8 millones conectaron en algún momento) y un 18,4% de share. Se centró casi totalmente en la crisis y el presidente dijo cosas muy razonables. Sin embargo, me quedé con la sensación de que no acertó.

La política económica no es un error como dicen tantos críticos. La crisis no la han causado los que gobiernan ahora el mundo, y todos los países han tenido que improvisar al enfrentarse a lo peor desde la depresión del 29. Y no fue solo Zapatero el que tardó en captar su dimensión. Todavía en julio del 2008 el Banco Central Europeo, con gran densidad de economistas sabios por metro cuadrado, subía sus tipos al 4,25% (luego los tuvo que bajar al 1%) porque creía que la amenaza era la inflación. Y que el Estado aguante la economía, compensando con gasto público y gasto social el desplome del consumo y la inversión privada, es correcto. Es lo que han hecho los países europeos y Estados Unidos y han evitado la repetición del 29. Pero España tiene el problema extra –lo repitió el presidente– de la crisis de la construcción, que nos marca dos asignaturas: salir de la recesión, como todo el mundo, y dar pasos hacia un modelo productivo de más valor añadido.

El presidente es convincente y por eso ha ganado todos los debates parlamentarios sobre la crisis. ¿Cuál fue, pues, su fallo el pasado lunes? Quizá confundir el objetivo. La prioridad no era tanto ver a un presidente humilde que reconocía errores. Y remacharlo con un set que casi le convertía en un cuarto periodista. Eso está bien, pero el objetivo debía ser comunicar un diagnóstico claro y definir los ejes de la acción del Gobierno. Solo lo logró a medias. Muchos de los mensajes fueron los adecuados: la reactivación será lenta y no se creará empleo hasta final de año; el Gobierno alivió algo la escasez de crédito en el 2009 con el ICO, que ahora asume más riesgos con las pymes (aunque no entró en el retraso en las cajas); España no puede seguir con un déficit público del 11,4%, por lo que hay que subir el IVA. Correcto.

El problema es que no se mojó. Huyó de definir un escenario que temía que fuera utilizado –y retorcido– por los enemigos. Y no explicitó que España logró en el 2009 una menor caída del PIB que la de la zona euro –3,6% frente al 4,1%, y el 5% en Alemania–, pero que el paro (en parte por la construcción) es del 18,8% contra el 9,9% de media europea, lo que obstaculiza la recuperación. Se ha moderado la recesión con gasto público, que crea déficit y debe financiarse. Era lo correcto, pero ahora los mercados desconfían de la deuda de todos los estados. Grecia ha sido un caso extremo, pero ni España ni ningún país puede mantener un déficit del 11,4% del PIB. Ello fuerza el recorte del gasto público y la subida del IVA. Y la solvencia financiera obliga a plantear el retraso, a medio plazo, de la edad de jubilación.
El presidente dice la verdad, pero no toda la verdad. No se puede pasar de la desaceleración a la lenta salida de la crisis sin tener antes crisis. No se puede aprobar en Consejo de Ministros un recorte del gasto de 50.000 millones en cuatro años (nada menos que un 5% del PIB) y proponer retrasar la edad de jubilación (para garantizar la solvencia de las cuentas públicas), algo que ya ha hecho un país mucho más rico como Alemania, y no explicarse a fondo en TVE, sino edulcorar las cosas. Es como decretar una intervención quirúrgica y recomendar al paciente antibióticos y turismo por el quirófano.
Zapatero se quedó a mitad de camino al explicar lo que sucede. Por eso no pudo dar el mensaje claro y rotundo que debe orientar la acción y la palabra del Gobierno. La realidad la ha enunciado el nobel de Economía Paul Krugman, el economista neokeynesiano que critica a Obama por la izquierda: España ha perdido competitividad. Antes del euro la solución era devaluar la peseta. Decretar en un minuto que España es más pobre y abaratar sus productos y salarios (frente al mundo) para recuperar competitividad.

Ahora no podemos devaluar, pero ya está en marcha la inevitable devaluación interna por la que los precios y salarios crecerán menos que los de los países competidores. Robert Tornabell, profesor de Esade, percibe que las medianas empresas catalanas ya han iniciado el proceso. Y los sindicatos, que son responsables, ya pactan congelación salarial (descenso moderado en términos reales) a cambio del mantenimiento de la actividad (Seat hace unos meses, General Motors ayer). Por eso Zapatero acierta al no querer un choque con los sindicatos que lo complicaría todo. La reforma laboral (dualidad del mercado y negociación colectiva) es imprescindible para cambiar el modelo productivo, pero a corto plazo las empresas contratarán cuando haya demanda, no cuando el despido sea más barato. Y queda la cuestión de los ingresos fiscales, ya que los de los años del boom estaban dopados por el sector inmobiliario.
Al paciente se le debe explicar todo cuando el proceso de curación exige su colaboración. Aunque sea desagradable. El lunes, Zapatero se quedó, como mucho, a medio camino.

Joan Tapia, periodista.