Zapatero y Obama en Afganistán

En 1994 asistimos sin reaccionar al asesinato a machetazos de 800.000 tutsis y hutus moderados en Ruanda en menos de dos meses. ¿Hubiera sido justa una intervención militar para detener aquel genocidio? Lo injusto fue no intervenir. Tan criminal como, años después, la invasión de Irak. Sí, el uso de la fuerza puede ser moral o inmoral. Y siempre, un comprometido dilema.

A pocos días del excelente, kantiano, discurso de Obama en Oslo, me siguen asombrando muchas interpretaciones sobre su referencia a la "guerra justa". Se cuestiona que se conceda el Nobel de la Paz a alguien que justifica la guerra. En realidad, su intervención fue una brillante defensa del principio de la "Responsabilidad de Proteger", aprobado en 2005 por las Naciones Unidas, del compromiso de la comunidad internacional para que no se nos caiga de nuevo la cara de vergüenza como en Ruanda o Srebrenica. O para que en Afganistán, con la vuelta de los talibanes, los que eligen las escuelas de niñas para poner sus bombas, "Buda no estalle de vergüenza", otra vez. Hoy Obama defiende un cambio de estrategia en aquel país. Ojalá se hubiera producido antes.

En julio de 2004, el presidente Zapatero sacó a España de la operación estadounidense Libertad Duradera, en Afganistán, y concentró las tropas españolas en la misión de Naciones Unidas, la ISAF. Zapatero marcó una clara línea divisoria entre la utilización de militares para, bajo el liderazgo de la ONU, estabilizar y reconstruir un país en el que los talibanes habían puesto en marcha un proceso genocida, y las prácticas inaceptables de ocupación de la Administración Bush, basadas en el empleo sin control de la fuerza, incluida la tortura en la prisión afgana de Bagram.

Durante estos cinco años, el Gobierno de Zapatero ha pedido reiteradamente un cambio de rumbo en Afganistán en todos los Consejos de la Alianza Atlántica. Por ejemplo, en noviembre de 2008: "Chacón acusa a EE UU de socavar la labor en Afganistán de las tropas internacionales". Actitud que España ha mantenido no sólo en los foros internacionales, sino también sobre el terreno. El pasado 5 de septiembre una patrulla española hizo frente durante varias horas a un ataque talibán y, cuando la ISAF envió un bombardero, los mandos españoles le ordenaron abandonar la zona para evitar víctimas civiles. Ésa es la actitud que fundamenta la nueva estrategia frente al deterioro de la seguridad, tal y como la define el secretario general de la ONU en su informe del 22 de septiembre al Consejo de Seguridad: "El nuevo comandante de la ISAF (McChrystal) ha adoptado un enfoque cualitativamente diferente que se centra en la protección de la población civil en lugar de atacar a los insurgentes". Es el final de la estrategia de los neocons a los que se refería Ahmed Rashid cuando decía que "el mayor obstáculo para el mantenimiento de la paz no eran solamente los señores de la guerra como Fahím, sino los señores de la guerra que estaban en Washington, como Wolfowitz y Rumsfeld".

Nueva estrategia que resulta incomprensible sin relacionar el aumento de tropas de la ISAF sobre el terreno con una "limitación del uso la fuerza aérea", o un mayor esfuerzo para fortalecer a las propias Fuerzas de Seguridad de Afganistán con un calendario exigente al servicio de un mayor peso del compromiso afgano. Acierta Obama cuando dice que así "quedará claro para el Gobierno de Afganistán, y lo que es más importante aún, para el pueblo de Afganistán, que ellos serán responsables de su propio país". Karzai y su gente tendrán que entender que debe haber plazos para ofrecer resultados sobre sus obligaciones. Nos jugamos mucho en este envite. La alternativa es la vuelta al genocidio talibán. Se puede ignorar, pero no es muy útil.

Resultan llamativos algunos análisis que, con una gramática propia de la guerra fría, hablan de Afganistán como si fuese un asunto de Obama, un callejón sin salida del nuevo presidente, dicen. Pero, Afganistán, Somalia, Sudán... son asuntos nuestros, problemas de seguridad global que nos tocan a todos. Obama es sólo una nueva oportunidad tras los largos años de pesadilla de la presidencia de Bush. Que desde Cuba y desde la FAES de Aznar coincidan en "zurrar" a Obama sorprende menos. Donde hay neocons, hay neomarxs. Lo que importa es que estas ideas zombi no bloqueen nuestra capacidad de reacción.

Hay quienes dicen que Obama aún no ha hecho nada. Bueno. Sólo ha hecho girar 180 grados el gran portaaviones USA en su deriva demencial de los Bush, Cheney, Rumsfeld y compañía. Sólo por eso merecería tres premios Nobel. Por eso, y por declarar en sus primeros días de presidencia que "no podemos imponer a España nuestra política exterior". No puede, aunque su antecesor creyó que sí. En Afganistán, por ejemplo.

Jesús Cuadrado, portavoz de Defensa del PSOE en el Congreso.