Zapatero y su agujero negro

Un agujero negro es una región finita del espacio tiempo promovida por una gran masa en su interior, de enorme densidad, que genera un campo gravitatorio del que ninguna partícula se puede escapar. Es una prisión de máxima seguridad en el espacio.El símil viene en razón del PSOE y su Gobierno. El buenismo de Zapatero, su personalismo y la ausencia de un proyecto político e ideológico socialdemócrata estable han terminado por generar un agujero negro del que su partido no puede salir.

Hace apenas un mes, las campanas socialistas tocaron a gloria por el advenimiento de Rubalcaba. Se trataba, decían, de un problema de comunicación. Hoy vuelve el toque de difuntos porque la visita del Papa ha dejado clara la falta de independencia del Gobierno ante la Iglesia frente a su pretendido laicismo, esgrimido con radicalidad días después para calentar la campaña catalana. Los compromisos de este Gobierno tienen una densidad que no le permite escaparse de ellos. La disociación de Zapatero con su electorado es imparable. Y son conscientes de que el campo gravitatorio les tiene amarrados, mientras el PP se limita a esperar que la física del universo político haga su trabajo.

La primera ecuación que hay que repetir siempre es que la brutalidad y la agenda oculta del PP no garantizan que el Gobierno esté acertando. Si resulta obscena la presencia en la manifestación por el Sáhara de González Pons, no es menos indecente la ausencia del PSOE. Reprochar el oportunismo del PP ya no sirve para que el PSOE se escape de sus responsabilidades. Ese truco funcionó en el 2008, mientras Zapatero negaba la crisis y pedía tensión frente al PP; pero dos elecciones seguidas es demasiado.

Hemos entrado en el terreno de la súplica y de la disciplina, que suele ser la antesala de la catástrofe. Mientras Montilla se pasa de frenada y entra a cambiar neumáticos con el mismo error táctico que el equipo Ferrari y reniega de su labor de gobierno con el tripartito, Zapatero tiene que exigir «disciplina» en el tema del Sáhara ante el riesgo de desbandada.

Alrededor de este agujero negro orbitan muchos colectivos de damnificados. Los jubilados tienen las pensiones congeladas, los funcionarios han visto disminuidos sus salarios y los despedidos, a raíz de la reforma laboral, lo podrán ser con mucha más facilidad, incluso sin indemnizaciones. Ahora toca la reforma de las pensiones. El Ministerio de Igualdad ha pasado de ser imprescindible a ser englobado en el de Sanidad, a pesar de que Zapatero aseguró que era vital para su proyecto. ¿Queda algún esquema clásico de la ideología socialdemócrata y de las particulares promesas de Zapatero que no hayan sido congelados?

Es verdad que la gravedad de la situación económica exigía medidas drásticas que sitúan a los gobiernos en la impopularidad; pero los ricos y los poderosos, que fueron reclamos alegóricos de diatribas de otros tiempos, ven cómo Zapatero no se atreve a tocarles un pelo. Ni un solo gesto en la fiscalidad hacia los bonos de los grandes ejecutivos; tampoco un paso al frente para una tasa a las transacciones especulativas. Ni una medida en auxilio de los desahucios de casas con hipotecas a las que no se les ha quitado el suelo para los parados. ¿Era tan difícil poner en marcha alguna de estas medidas?.

Lejos queda en el tiempo el Zapatero que tuvo el coraje de retirar las tropas de Irak. Ante Marruecos, ni siquiera hemos escuchado una tibia condena por parte del Gobierno. Es cierto que Marruecos es un socio estratégico de España, pero también lo es Israel, aún en mayor medida, de Estados Unidos. Y, sin embargo, le pedimos a Obama que, al margen de las complicidades con Israel, incluso por lealtad con su socio, le exija suspender las nuevas colonias, que cumpla la legalidad internacional y que deje de masacrar al pueblo palestino. ¿Desde cuándo tener intereses comunes arrastra consigo la sumisión y el consentimiento de la barbarie?

El desapego de su electorado solo tiene árnica en el terror que a muchos votantes les produce la llegada de Rajoy. Pero la paciencia tiene un límite y muchos votantes socialistas la han colmado. Puede que su optimismo inveterado haya llevado al presidente al convencimiento de que existen dos milagros que puedan salvar su posición: la recuperación económica y la entrega de las armas por ETA. Es cierto que no hay nada imposible, excepto la inmortalidad. Pero, a la vista de cómo están las cosas, el agujero negro del PSOE ni siquiera pertenece a la estirpe de los que ha estudiado Stephen Hawking. En el agujero negro del PSOE la novedad es que no se puede salir, pero tampoco se puede entrar. El presidente sigue haciendo oídos sordos a quienes le avisan de la catástrofe que se avecina. Y ahora saca pecho y se muestra orgulloso de hacer las cosas más impopulares como antes presumía de lo contrario. Hemos pasado del Zapatero que se creía capaz de comerse el mundo a un mundo que está devorando al propio Zapatero.

Carlos Carnicero, periodista.