¿Zonas grises o negras?

La respuesta de la comisaria Cecilia Malmström a una pregunta del eurodiputado Ramon Tremosa, en relación a las pretensiones del Ayuntamiento de Vic relativas al empadronamiento de los inmigrantes, no solo ha dado alas al alcalde Josep Maria Vila d’Abadal para denunciar a los irregulares que se empadronen, sino que sigue envenenando todo el debate sobre la inmigración. Pese a que Bruselas matizó la interpretación que hacía el alcalde de la respuesta de la comisaria, y que en el artículo que ella misma publicó el día 15 en EL PERIÓDICO aclara que no le compete entrar en el debate del padrón, parece que nada va a parar a Vila d’Abadal ahora que ha recibido el apoyo de Artur Mas. El alcalde de Vic dice que hay que hablar de las cosas en lugar de taparlas, pero hay maneras de abordarlas que no ayudan a resolver los problemas. Nunca hasta ahora CiU había cuestionado el derecho a empadronarse de los irregulares, ni había solicitado expulsiones de miles de extranjeros.

Fuera con el diputado Carles Campuzano, que en 1997 asumió los debates de la ley de extranjería, fuera con el trabajo de la senadora Montserrat Candini, fuera con Àngel Colom cuando fue nombrado hace ocho años director de la oficina de la Generalitat en Casablanca, CiU defendió la creación de mecanismos de contratación en origen con una magnitud que diera respuestas a las necesidades del mercado. También apoyó las regularizaciones extraordinarias que se decretaron y, sobre todo, los mecanismos de regularización individual que se basan en unos años de permanencia en España y propuesta de contrato. Y esta permanencia se computa desde el día en que se empadronan; por ello, negar el padrón o convertirlo en intrumento de delación policial significa impedir el arraigo. Valiente y arriesgada fue la propuesta que la Generalitat pactó hace 14 años con el alcalde de Vic, Jacint Codina, a fin de cerrar dos escuelas que se habían convertido en un gueto de alumnos de origen magrebí y distribuir el alumnado. Y meritorio el trabajo de acercamiento de CiU a las asociaciones de inmigrantes realizado por Colom. Ahora, en cambio, Artur Mas no solo apoya a Vila d’Abadal, sino que toma un discurso lleno de falsedades, tal vez rentables electoralmente, que, además de ser inaplicables, engañan a la ciudadanía al proponer algo que ni él, si gobernara, podría cumplir. Así, Mas llegó a decir en la entrevista de Mònica Terribas en TV-3 que estar en España en situación irregular «era un delito», algo falso dado que es solo una falta administrativa. Mas también acusó a los gobiernos del PSOE y del PP de los desastres de la ley y su aplicación, olvidando que CiU ha dado apoyo a las propuestas del Gobierno.
CiU fundamenta su petición para expulsar a los sin papeles en la llamada directiva del retorno, que propone reducir las zonas grises de irregularidad. Dicha directiva, que aún no ha entrado en vigor, fue aprobada a propuesta de Berlusconi y Sarkozy en un momento en que ellos lideraban un discurso duro ante la inmigración. Celestino Corbacho, que en aquel momento pronosticaba la marcha de España de cientos de miles de inmigrantes, la apoyó pese a que eurodiputados como el expresidente del Parlamento Josep Borrell y Raimon Obiols votaron en contra. Pero más allá de que resulta impensable expulsar a 600.000 personas, convertir el padrón en un instrumento de delación policial solo conseguirá crear una gran zona negra con inmigrantes que dejarán de empadronarse renunciando a la cartilla sanitaria. ¿Desea Mas, si llega a la presidencia, administrar el país con cientos de miles de personas sin cartilla sanitaria?

Por su parte, Vila d’Abadal no se ha cansado de repetir que, con su propuesta de no empadronar y la voluntad de denunciarlos, pretende decir basta y poner orden. Pero esto lo hace en el momento en que la llegada de irregulares se ha frenado en seco dado que, como reconoce, de los últimos 1.000 extranjeros empadronados en Vic, solo 22 son irregulares. Parece más bien que ha iniciado esta cruzada por dos motivos. El primero es que, al asumir parte de las propuestas de Josep Anglada, intenta frenar su auge cara a las elecciones, pese a que la percepción de que hay demasiados inmigrantes no cambiaría si se expulsara a esos 22 irregulares. También puede haber otro motivo. Él aterrizó como candidato a la alcaldía tras la crisis de CiU con el anterior alcalde, Codina. Vila d’Abadal, a pesar de ser su familia originaria de Vidrà, nació y residía en Barcelona. Aunque, tras su elección como alcalde, algunos días pernocta en Osona, ha tenido que soportar críticas por su condición de barceloní. Nada más tomar posesión de la alcaldía propuso recuperar conceptos como el vigatanisme como una manera de ser que se dio en el Vic de hace un siglo. Ahora, asumiendo el discurso de quienes dicen que hay que decir basta a la inmigración, pretende convertirse en el defensor de un Vic que se siente extraño con tantos inmigrantes. Así, defendiendo la personalidad de Vic, redime su pasado barcelonés. Pero en modo alguno ayuda a resolver los conflictos que, ciertamente, hay y puede provocar que esas zonas grises se conviertan en negras.

Xavier Rius, periodista y autor de El libro de la inmigración en España.