Muchos miembros de la comunidad musulmana han expresado desde hace tiempo su desacuerdo con la Declaración Universal de Derechos Humanos (DUDH) de las Naciones Unidas. La declaración, según atestiguan estos críticos, fue creada por potencias coloniales con una larga historia de graves violaciones a los derechos humanos y representa un intento más de unos pocos actores occidentales para imponer su voluntad sobre los países musulmanes. Los conservadores y fundamentalistas islámicos a van un paso más allá y declaran que ninguna invención humana puede igualar —y mucho menos reemplazar— a la ley sharía, que representa la palabra de Dios.
Este choque entre las normas seculares de los derechos humanos según la ONU y la doctrina religiosa musulmana refleja el conflicto más amplio entre el islam y la modernidad, un conflicto que ha dejado a algunos ciudadanos de los países musulmanes —entre ellos, las mujeres y los no musulmanes— en una situación extremadamente vulnerable. Afortunadamente, una escuela emergente de pensamiento musulmán aborda esta cuestión de una manera nueva y enfatiza que el Corán, como cualquier texto religioso, debe ser interpretado; y que esas interpretaciones pueden cambiar con el tiempo.
De hecho, el Corán defiende principios como la libertad, la imparcialidad y la rectitud, lo que indica un respeto fundamental por la justicia y la dignidad humana. El problema, como lo ha enfatizado el teólogo iraní Mohsen Kadivar, es que muchas partes de la ley sharía están vinculadas con estructuras sociales premodernas, que niegan a las mujeres y a los no musulmanes el grado de protección que reciben los hombres musulmanes.
Tampoco ayuda que, como señala Abdulaziz Sachedina, de la Universidad George Mason, los hombres hayan sido los únicos en interpretar los textos sagrados del islam. Esto, más que el verdadero contenido de los textos, es la causa que da origen a la discriminación legal contra las mujeres en los países musulmanes.
El teólogo ayatolá Mohammad Taqi Fazel Meybodi señala que la ley islámica sobre el castigo —que incluye prácticas brutales como la lapidación y la amputación— se origina en el Antiguo Testamento. El islam no inventó estos castigos, simplemente eran las prácticas prevalentes en la época.
A medida que las sociedades progresan y evolucionan, también deben hacerlo las normas y las reglas que las gobiernan. Como enfatiza el teólogo iraní Mohammad Mojtahed Shabestari, de la Universidad de Teherán, muchas de las ideas asociadas con la justicia y los derechos humanos, como las entendemos hoy día, eran completamente «impensadas» en la era premoderna. Pero los musulmanes no pueden simplemente dejar de lado esas ideas basándose en que los humanos no habían llegado a ellas en la época en que se escribió el Corán.
Con el abandono de las nociones anticuadas de justicia escalonada y el reconocimiento de la libertad y la dignidad de todos los individuos, Shabestari cree que será posible hacer realidad el mensaje del Corán de que la religión no debe implicar coacción. Las decisiones religiosas de la gente debieran estar impulsadas por su sentido de la fe más que por su deseo de mantener sus derechos civiles.
Según el filósofo Abdolkarim Soroush, esta distinción entre las creencias religiosas y los derechos civiles debiera ser obvia, pero las interpretaciones de la ley islámica tradicionalmente se han centrado tanto en cuestiones relacionadas con las distintas obligaciones del ser humano, que no han logrado reconocerla. Para Soroush, sin embargo, denegar los derechos humanos con base en «las creencias que profesa, o no, una persona» es, sin lugar a dudas, un «crimen».
La escuela del pensamiento musulmán promovida por estos académicos, que provienen tanto de entornos suníes como chiitas, ofrece una salida hacia adelante para el islam. Quienes adhieren a ella saben que los conceptos clave, creencias, normas y valores del islam se pueden armonizar con las estructuras sociales modernas y la comprensión de la justicia y los derechos humanos. Al recomendar formas de hacerlo, están reafirmando la durabilidad de la tradición islámica central. Para usar el lenguaje del filósofo alemán Jürgen Habermas, están creando «traducciones salvadoras» a través de las cuales un lenguaje, un aparato conceptual y un sistema social son actualizados para reflejar el avance de la razón humana.
Hace tiempo que ese tipo de traducciones salvadoras vienen apareciendo en el islam. De hecho el fallecido escritor y filósofo iraní ayatolá Hussein-Ali Montazeri rompió filas con el líder supremo ayatolá Ruhollah Khomeini, después de haber sido designado como su sucesor, por políticas que creía que infringían los derechos y las libertades fundamentales de las personas. Para defender la libertad de expresión, Montazeri se refirió a un verso del Corán que afirma que Dios enseñó a los humanos a expresarse. «¿Cómo puede Dios, por una parte, enseñar a los humanos la capacidad de expresarse y, por otra, limitarla?», preguntó. La conclusión obvia, declaró, es que «no se debe condenar a nadie por herejía, calumnia o insulto solo por expresar su opinión».
Montazeri, al igual que los pensadores musulmanes innovadores en la actualidad, eligió abrirse a interpretaciones alternativas del Corán, en vez de quedar atrapado por la tradición aceptada. Las traducciones salvadoras que estas figuras han ofrecido demuestran que las normas globales modernas como la DUDH no solo son compatibles con el islam; sino que están profundamente arraigadas en él. Reinterpretar —o incluso abandonar— las normas anticuadas basadas en estructuras sociales pasadas de moda no significa subvertir la palabra de Dios. Por el contrario, demuestra la verdadera profundidad de los textos sagrados del islam.
Mohammad Fazlhashemi is a professor of Islamic theology and philosophy at Uppsala University, Sweden. Traducción al español por Leopoldo Gurman.