Mentiras, engaños y cada vez peor
En algún pasaje de La comedia humana (quién recordara nombres como antaño) dice Balzac, a propósito de uno de sus tres mil personajes secundarios, un opiómano, que lo malo de la droga es que quien la consume ha de ir aumentando la dosis para obtener los mismos efectos estupefacientes del comienzo.
En la astracanada de Sánchez, de la que él es, como decíamos, único empresario, autor, actor y tramoyista, las cosas suceden más o menos igual.
Él es adicto a dos drogas aún más dañinas que la morfina para la convivencia democrática: la mentira y la vanidad. Ambas se ajustan al diagnóstico balzaquiano: el mentiroso ha de ir doblando la frecuencia y el grosor de sus embustes para seguir haciéndose creíble (el cuento de Pedro y el lobo) y al vanidoso todos los aplausos acaban resultándole insuficientes (la vanidad es la sed que más crece cuanto más se sacia), lo que explica que los autarcas solo puedan acolchar sus mentiras con aclamaciones crecientes y estruendosas.… Seguir leyendo »