Su nombre es Alba

Por Pilar Rahola, escritora y periodista (EL PERIÓDICO, 09/03/06):

Llego a casa y, como si fuera una necesidad urgente, abrazo a mi hija Ada. El abrazo es más intenso que nunca. Tiene 5 dulces años, y su deseo de ser una princesa se convierte cada día en realidad. A los 5 años, las hadas existen, y mi Ada particular sabe que la vienen a saludar todas las noches, y le susurran cosas bonitas al oído. Es un caramelito, un dulce de miel, y contemplando su frágil belleza, una sabe que está cerca de un trocito de cielo. Belleza frágil, casi porcelana, necesitada de todo el mimo que los padres podemos dar.
¿En qué momento de locura uno puede mirar a su niña de 5 años y dejar de sentir una enorme ternura? ¿En qué instante preciso de maldad uno puede desear hacerle daño? Elie Wiesel dijo, saliendo de Auschwitz, que el mal existía, y era cierto. El mal existe y tiene muchas miradas. Por ejemplo, tiene la feroz mirada de un adulto que maltrata a una niñita, que le pega hasta dejarla en coma. El mal existe, y Alba, la niña que lucha por su vida en un hospital, le ha visto la cara. Quizá se parecía a papá y mamá, pero era un error. No eran padres, eran los monstruos del cuento.
Por supuesto, hay un debate sobre la naturaleza del maltrato, pero es un debate que no me interesa. Dejemos que los psicólogos escudriñen la gramática del infierno. Lo que me resulta necesario es saber qué falló en la tupida red de controles que, teóricamente, tenían que proteger a la pequeña. Obviamente no somos culpables del maltrato, pero es evidente que hemos sido culpables de no haberlo impedido. Los diversos estamentos que tenían la obligación legal de evitarle tanto sufrimiento fallaron reiteradamente, tanto, que hoy es obligatorio preguntarse si no fueron letales en su irresponsabilidad. Ya sé que estos días las administraciones implicadas hablan de error masivo, de "fallo en cadena", según expresión del ministro Caldera. El alcalde de Montcada, en Els Matins de TV-3 nos decía que "todos lo habían hecho mal", pero esta especie de culpa colectiva es una huida por elevación que responde más a la necesidad de salvar el trasero que a la voluntad de enmienda.
Lo cierto es que la niña ha pasado por tres juzgados, dos municipios, tres cuerpos policiales y la Generalitat, sin que nadie apretara el acelerador que requiere un caso de maltrato. Y, lo que es peor, sin que nadie evaluara correctamente los evidentes síntomas que presentaba la niña. ¿Qué ocurrió entre el 19 de diciembre, en que ingresó con clavícula, húmero y costilla rotas, y el 28 de enero, en que la policía tomó declaración a la madre por primera vez?

LA CRÓNICA es un relato esperpéntico que nos da la medida de la profunda incompetencia del sistema. El Juzgado número 4 de Barcelona envía papelito a los Mossos. Dos semanas después, éstos remiten papelito por correo al juzgado diciendo que no son competentes. Y algunos papelitos después, se tarda un mes en empezar a preguntar qué ha pasado.
A partir de aquí, el cúmulo de retrasos, incompetencias y preguntas sin respuesta es un auténtico escándalo. Señalo los más evidentes: la incompetencia de la policía de Montcada, que da por buena la versión de la madre, sin ninguna otra investigación, y remite el caso a Fraga, otro juzgado, otra policía, otra comunidad... El juzgado de Fraga, que tarda un mes en encontrar al padre (perfectamente localizable) y hacerle un par de preguntas. El Juzgado número 2 de Cerdanyola, que recibe la denuncia de la exmujer del padrastro, hoy imputado de asesinato en tentativa, y un mes después aún está mirando musarañas. Y, por el camino, tres escuelas que ven a la niña, cabizbaja, triste, con problemas de habla; dos servicios sociales, de Viladecans y Montcada, que nunca consideran el tema grave, y una dirección general que tarda semanas en establecer una reunión con la familia, porque el problema puede esperar. Es decir: tres meses después de una clavícula, un húmero y una costilla rotas, una niña de 5 años no ha sido protegida por nadie, y ello a pesar de que su drama ha ido deambulando por los despachos.
No es suficiente con mirar a cámara, como hicieron el alcalde de Montcada o la directora general, y hacer un mea culpa colectivo. Puede que sea una estrategia de defensa, pero resulta deplorable. Lo cierto es que este país, que ha conseguido una ley integral de la mujer, no tiene una ley integral del menor, cuando el menor es muchísimo más vulnerable. Pero, lógicamente, no constituye ningún lobi de presión.

LO CIERTO ES que los juzgados van a ritmo de funcionariado, sin entender que hay expedientes que no pueden seguir los cansinos cauces habituales. ¿No existe un código rojo para una niña maltratada? Cuando llega una denuncia médica, ¿no saltan las alarmas en los juzgados? No lo parece, a tenor de la irresponsabilidad con que actuaron tres de ellos. Y lo cierto es que los servicios sociales de Viladecans y Montcada miraron, estudiaron y fueron de una sonora y triste incompetencia. ¿O van a decirnos que una niña que está en coma por una paliza, y que había tenido antecedentes de violencia, no presentaba todas las características del maltrato? Lo cierto es que la descoordinación entre estamentos, en la era de internet, nos da la medida de nuestra cutrería institucional. Finalmente, lo cierto es que la Generalitat volvió a fallar en un tema de infancia. Caldera tiene razón: fue un fallo en cadena. Pero que no nos engañen con lo global. Lo relevante, lo escandaloso y lo dramático es el fallo de cada eslabón.
Alba está en muy grave. Los monstruos de los cuentos la enviaron al límite de la muerte. Lo hicieron porque Alba no halló ningún príncipe salvador. Todos los príncipes que tenían que protegerla estaban dedicándose a otras cosas.