Un problema de competitividad

Por José María Cuevas, presidente de CEOE (LA RAZON, 09/03/04):

El anuncio de que algunas multinacionales se disponen a abandonar su producción en España ha suscitado una fundada preocupación en la opinión pública, y ha puesto sobre el tapete las repercusiones reales que pueden tener para nuestro país fenómenos hasta ahora considerados en abstracto, como la ampliación de la Unión Europea, la globalización económica o la irrupción en la competencia internacional de nuevas naciones antes subdesarrolladas con gran potencial de atracción de inversiones (China, India, etcétera).

Antes de entrar en el fondo de la cuestión, sentemos algunos principios:

1°.- En primer lugar, debemos partir de la base de que la inversión multinacional es una bendición para cualquier país que la reciba. Supone dinero, transferencia de tecnología, formación in situ de profesionales que luego emprenderán sus propios negocios, apertura al exterior, incremento de exportaciones y un largo etcétera de benéficos efectos.

2°.- En coherencia con lo anterior, es una mala noticia que importantes multinacionales comiencen a replantearse su fabricación en nuestro suelo y proyecten instalarse en otros países que les ofrezcan mejores condiciones de costes o productividad. Digamos de entrada que esos otros países que se han unido a la competencia internacional tienen tanto derecho, como nosotros lo tuvimos hace años, a disfrutar de ese positivo efecto de la inversión extranjera. Sean los países del este de Europa, sean los potencias económicas emergentes en Asia, sean de Hispanoamérica o de cualquier otra latitud, los nuevos receptores de inversión extranjera la utilizarán para salir del subdesarrollo, mejorar la calidad profesional y de vida de sus habitantes, fortalecer las finanzas de sus respectivos Estados y estabilizarse política y socialmente.

3°.- Sin embargo, y aunque pueda parecer chocante, el mantenimiento en España de la inversión multinacional no es en absoluto incompatible con la radicación de nuevas empresas en los países emergentes. La economía mundial no es una operación de suma cero. Está en permanente crecimiento, y en esta concepción es perfectamente posible que los nuevos competidores industriales se beneficien sin que los antiguos se vean perjudicados. Basta, para ello, que en esos nuevos receptores de inversión multinacional se concentren parte de los incrementos de producción, la que crece sobre los niveles actuales, pudiendo conservar países como España la que ya tienen, incluso incrementándola. De hecho y por poner un ejemplo, España se ha convertido en tres décadas, gracias a la inversión multinacional, en el quinto productor de automóviles del mundo. Sin embargo, no por ello han dejado de producir más automóviles que nunca los países originarios de las empresas que aquí vinieron a invertir: Estados Unidos, Japón, Francia, Alemania, Italia o Gran Bretaña se siguen contando también entre los mayores productores de vehículos del mundo, y su nivel de renta y capacidad económica es más boyante que nunca.

4°.- Así pues, se trata a) de RETENER aquí a la inversión multinacional que ya disfrutamos, b) de FOMENTAR y propiciar nuevas inversiones del exterior en España y c) de seguir con las inversiones de las empresas españolas en el exterior. El problema, para nosotros, no reside en que tengamos nuevos competidores. El problema real es que YA NO SEAMOS COMPETITIVOS, sea cual sea el número de países con los que debemos enfrentarnos en el duro panorama económico internacional. Retener a la inversión extranjera, o incluso incrementarla, no es sin duda una tarea fácil. Hace tres décadas, apenas eran un puñado los países que, como España, ofrecían condiciones idóneas para la instalación de empresas multinacionales. Pero las cosas han cambiado. Hoy son decenas, cientos incluso, las naciones ávidas de atraer a cualquier precio inversión multinacional.

La pregunta clave es, entonces, ¿cómo retener a las multinacionales en España? En el pasado, España ofrecía ventajas competitivas basadas en menores costes laborales, fiscales, de aprovisionamientos, etc., combinadas con una disposición de trabajadores con un nivel de formación muy aceptable y una situación estratégica privilegiada. Ahora mucho de lo anterior ha cambiado: han subido los costes sociales y los impuestos, así como los precios de los proveedores, en consonancia con lo habitual en un país ya muy desarrollado y de alto nivel de renta. Es preciso, pues, tomar conciencia de que tenemos un problema de competitividad, más por lo que nos espera que por un presente que aún es halagüeño, y sobre esa conciencia ofertar nuevas ventajas competitivas que ya no se basarían tanto en menores costes como en otros factores. Ahora los conceptos que debemos manejar son otros, tal y como expuso recientemente la CEOE en su extenso Informe sobre la Competitividad de la Economía Española:

1°.- Flexibilidad laboral. Entendida como la posibilidad de la empresa de adaptar sus efectivos humanos a las circunstancias, tanto en número como en métodos de trabajo, horarios, objetivos de producción, etcétera. Hay multinacionales que se han marchado de España porque no han podido obtener una organización más flexible de la jornada de trabajo, o a una negociación colectiva más realista. También el marco laboral influye hoy negativamente en la flexibilidad, al restringir el uso de fórmulas de contratación a tiempo parcial, establecer indemnizaciones por despido que aún desaniman la contratación indefinida, o regular de manera insuficiente el derecho de huelga.

2°.- Eficacia de la Administración Pública. Asimismo es preciso incrementar la flexibilidad del marco administrativo o fiscal. A muchas grandes compañías les desanima tener que habérselas con regulaciones muy distintas según las autonomías, con impuestos diferentes, con distintos horarios de trabajo o comerciales, con obligaciones lingüísticas en el etiquetado o el doblaje y, en general, con la necesidad de contar con una sobrecarga de plantilla para atender las exigencias que imponen las distintas administraciones. Este imperativo de eficacia se puede extender a la Justicia, a la simplificación de permisos y autorizaciones, a los trámites medioambientales, etc.

3°.- Factor humano. En una economía que camina a pasos agigantados hacia los sectores de servicios, en los que cuenta sobre todo la calidad del factor humano, disponer de unos profesionales versátiles y preparados es ya una necesidad ineludible de las empresas. Muchos productos se podrán fabricar en otros países a un coste más barato de mano de obra, pero si se oferta un factor humano de alta calidad, creativo y pendiente de los procesos de I+D+i, quedará en nuestro suelo la mayor parte del valor añadido. 4°.- Infraestructuras. Contar con una red de infraestructuras y de servicios básicos adecuada es hoy día un factor competitivo de primer orden: estamos hablando de autopistas, líneas férreas, puertos y aeropuertos, pero también de suministro de agua y electricidad. Que en España se puedan producir apagones, o que no haya agua potable suficiente en la primera potencia turística del mundo, influye mucho más de lo que se piensa a la hora de atraer la inversión multinacional.

5°.- Costes. Aunque España ya no puede cifrar su oferta en costes bajos, sean laborales o de otro tipo, lo cierto es que en algunos casos también se puede actuar en este terreno, y que esto ayudaría a evitar la deslocalización. Por ejemplo, las cotizaciones sociales forman un paquete que suponen el 40% del salario, si sumamos Seguridad Social, desempleo, fogasa, formación, seguro de accidentes de trabajo, etcétera. Detrás del festival de promesas electorales que consisten en bajar los impuestos, subir el gasto público, reducir el déficit y constituir Fondos de Reserva (todo al mismo tiempo) se encuentran unos paganos que lo hacen posible. Estos son los empresarios, que con el superávit de sus cotizaciones sufragan todo lo anterior. Esto puede estar muy bien, pero que se sepa que tiene otras consecuencias menos gratas. Una de ellas es el sobrecoste laboral y un incremento de las decisiones de deslocalización. 6°.- Calidad de vida. Buen clima, una situación geográfica privilegiada, una población culta y hospitalaria y una oferta de ocio insuperable han sido factores muy determinantes a la hora de que una multinacional (y sus principales ejecutivos) decidieran instalarse en España. Habrá que reflexionar sobre si esto sigue siendo así. Por ejemplo hay muchas multinacionales que han formado ejecutivos en países de Iberoamérica y que por ello conocen perfectamente nuestra lengua. Estos ejecutivos se han sentido aquí como en su casa durante muchos años, y aquí reside para mí otra de las claves que explican la estabilidad de estas compañías en España. Ahora comienzan a rechazar el instalarse en algunos puntos de nuestra geografía, si ello les obliga a aprender otro idioma y a escolarizar a sus hijos en esa lengua. No es extraña esta reacción, cuando algunos gobiernos autónomos consideran también extranjeros a los mismos españoles si proceden de otras regiones.

7°.- Pasar la ofensiva. La inversión en el exterior produce al cabo de los años un retorno al país originario en forma de beneficios. Los empresarios españoles debemos redoblar nuestra presencia en esos países emergentes, de manera que una parte de la riqueza que allí se cree vuelva a España en forma de dividendo. La constatación es clara: las naciones más ricas y prósperas del mundo son las que más invierten en los demás países.

8°.- Y por último, junto a lo que hay que hacer, añadamos un punto de lo que a toda costa se debe evitar: se debe evitar la tentación de producir más intervencionismo público en la economía; hay que evitar también sustituir a la iniciativa privada por más empresas públicas de ámbito local y autonómico, que llevarían a un modelo ineficiente, más costoso que positivo; se deben impedir las airadas reacciones de despecho que son tan voluntaristas como contraproducentes y, en general, tenemos que abstenernos de producir una vuelta atrás en la consideración social y el respeto que nos deben merecer compañías que tanto han ayudado a convertirnos en un país próspero y solvente.