Italia y la reforma de la Constitución

Por Daniel Reboredo, historiador (EL CORREO DIGITAL, 13/07/06):

La Constitución italiana de 1948, envuelta con el aura romántica e idealista del antifascismo, fue redactada después de la Segunda Guerra Mundial con el objetivo de impedir que volviera a tomar el poder un dictador como Benito Mussolini. Lo positivo de esta finalidad se veía contrarrestado, como el tiempo ha demostrado, con un centralismo poco eficaz y la fragilidad crónica de los gobiernos italianos que desde entonces se han sucedido. De ahí que por tercera vez este año de 2006 (después de las elecciones generales y de las municipales), más de 47 millones de italianos votaran los pasados días 25 y 26 de junio para decidir si ratificaban los cambios de la citada Constitución que el Parlamento aprobó el pasado octubre de 2005, cuando estaba todavía en el Gobierno el bloque conservador de Silvio Berlusconi (sobre todo por la presión de la Liga Norte y su federalismo). Ambas Cámaras llevaron adelante la iniciativa sin la mayoría de dos tercios necesaria para modificarla sólo por la vía parlamentaria, abriendo las puertas a este necesario referéndum que, por ser constitucional, tendría validez al margen del nivel de participación de los italianos en el mismo. La reforma pretendía cambiar 54 artículos de los 139 de la Carta Magna, introduciendo una especie de sistema federal en el país y otorgando a las 20 regiones italianas plena autonomía, devolviéndoles las competencias de salud, educación y seguridad. Además, incluía la formación de un Senado federal (en lugar del cuerpo legislativo nacional) de 200 miembros, representando a las regiones, que, junto a la actual Cámara de Diputados, conformaría el Parlamento.

Los italianos han rechazado de forma contundente la nueva Constitución federalista propuesta por el centro-derecha de Berlusconi. Con una participación del 53,6%, los defensores del 'no' han ganado (61,7%) a los partidarios del cambio (38,3%). El ex presidente del Gobierno italiano ha dicho adiós su última posibilidad de 'revancha' contra Romano Prodi, después de perder las elecciones generales de abril y obtener un resultado poco positivo en las provinciales y locales de mayo. De haber triunfado la derecha en el referéndum, una de las constituciones más democráticas y progresistas nacidas del consenso antifascista de la Europa de posguerra, habría perdido gran parte de sus aportaciones (desequilibrio de la estructura de poderes, gobierno parlamentario y figura del primer ministro y sus atribuciones que pasarían a ser casi 'absolutas', laicismo cuestionado, papel de los órganos de garantía, capacidad legislativa del Parlamento y sobrepeso de un Senado falsamente federal, debilitamiento de las instituciones y de los poderes neutrales del presidente de la República, etcétera). Aunque en las regiones más ricas de Italia (Lombardía y Véneto) ganó el 'sí', la historia demuestra que las únicas reformas efectivas en las tres últimas décadas han sido las parciales y modestas, como el retoque realizado por el centro-izquierda en el año 2001. Las modernizaciones integrales y ambiciosas, como la que estamos analizando, acaban fracasando.

Lo que estaba en juego en Italia era mucho más importante y trascendente que la victoria política en unas elecciones, ya que si el resultado del referéndum hubiera sido positivo, el Gobierno de Prodi y la estructura institucional italiana habrían sido aplastados. La nueva derecha neoliberal europea, defensora de la revisión de las constituciones posbélicas y que en Italia simboliza, entre otros, el corrupto aspirante a rey Víctor Manuel de Saboya, habría iniciado un camino que lleva tiempo soñando, sobre todo tras el 'fracaso' del tratado constitucional europeo. Un federalismo de otro cuño, unos gobiernos más estables, una vida política más efectiva y menos efectista es la quimera de Italia. Creo que en otros países de la Unión Europea ocurre lo mismo. ¿O no?