España es Asturias

¿Hay una Historia? ¿Y una historia de España? Se pueden ampliar las interrogantes hasta la Historia de la Humanidad o sencillamente la del universo, la del mundo?

El relato de la Historia siempre está compuesto de diferentes historias, generalmente al gusto o la interpretación de también diferentes supuestos historiadores, aunque siempre convenga evitar por lo menos desacuerdos sobre lo elementalmente constatable. Como decía un periodista amigo: «Yo tampoco estuve presente en la batalla de Covadonga; puedo contarla dándole mayor o menor importancia, pero estoy seguro de que la hubo»

Los asturianos suelen recrearse en la ironía de que «España es Asturias, y lo demás, tierra reconquistada». Deben de ser pocos los españoles que se ríen con la broma. Para quienes carecen desgraciadamente de sentido del humor, la ironía se convierte en drama. No saben lo que se pierden. Y sin embargo, es una de las pocas bromas históricas verdaderamente reales. Más trágicas pueden resultar las últimas investigaciones: ¿si además hubiese nacido en Asturias la lengua castellana? ¿Si fuese procedente de la fabla asturiana, del «bable» o los «bables», como pluralizaba Ortega y Gasset sus diferentes variedaes lingüísticas en función de las geográficas? Detengámonos en el análisis de la evolución del idioma.

En principio, casi todas las lenguas de la Europa meridional proceden del latín, sean el francés, el italiano, el gallego, el portugués, el castellano... (1), etc. Menéndez Pidal llegó a la conclusión de que los primeros vestigios de la lengua castellana son las «Glosas Emilianenses», del monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla (La Rioja), datadas del siglo XI. No le dio tiempo a seguir todo el rastro lingüístico. El profesor Ruiz Asencio aportó una nueva prueba con los «Cartularios de Valpuesta», casi dos siglos más antiguos. El documento fundacional del monasterio de Santa María de Valpuesta (en la provincia hoy de Burgos) está firmado en el año 804 -según el libro de José Javier Esparza- por uno de los primeros reyes de Asturias, Alfonso II el Casto, nacido en Cantabria, es decir, en las Asturias de Santillana. Comienza con estas palabras: «Yo, Alfonso, por la gracia de Dios rey de los ovetenses, hago privilegio de testamento por amor de Dios».. O sea, puro castellano antiguo. Solo habían pasado 82 años desde la batalla de Covadonga, y algunos investigadores (como Gregory Kaplan, de Tennessee) especulan con la posibilidad de encontrar en Cantabria pruebas anteriores en Valpuesta. Concretamente, en unas cuevas rupestres de Valderredible, en la ermita de Novales, situada entre Comillas y Santillana del Mar, y también en Cosgaya, donde los seguidores de Pelayo habrían acabado con los moros, tras perseguirles por los riscos que iban de Covadonga a las Asturias de Santillana, pasando por la Peñamellera Baja. No está claro en qué hablaban por entonces los cristianos vencedores, pero sí admitido que lo hacían en lo que Menéndez Pidal llamó el «latín bárbaro» en que fue escrita la «Crónica Albeldense», de finales del siglo IX. De ahí viene lo que fue, es y será la lengua española (cambiante por su propia naturaleza), que bien pudo llamarse asturiana en vez de castellana, como acabaría haciendo fortuna. Los bables y el «asturianu» no alcanzan esa tradición, tanto por datar del XVIII, muchos más tarde, como por no haber constituido más que una vulgar deformación del lenguaje culto propio de las clases ilustradas.

Antes de la batalla de Covadonga ya pasó Iberia-Hispania, etc. por la romanización -no demasiado completa- de la zona, por la irrupción visigoda -no tan numerosa, pero potente, por la larguísima ocupación árabe- y, remontándose en el tiempo hasta los orígenes prehistóricos, todavía visibles en todas partes. Asturias incluida. Otras variantes extraeríamos del Mediterráneo, de las costas levantina., y sus invasiones correspondientes, también religiosas.

La Historia de España, por lo tanto, se parece a las de otros pueblos y tierras en la sucesión de dominaciones y conquistas, superpuestas unas a otras, más o menos influyentes entre sí. Cada vez que alguien trata de excavar en las actuales superficies para adecentar su estado actual, aparecen vestigios de anteriores religiones, civilizaciones y culturas que ya ni siquiera nos sorprenden. Desde Córdoba hasta México, por ejemplo, pasando por Atenas o Roma, a veces nos maravillan.

Volvamos a España. Desde la baja Edad Media sí se podría ironizar con lo de que España es Asturias, y lo demás, tierra reconquistada. Por si fuera poco, y para ser más exactos, ahora sí sorprende el origen de la lengua castellana. La dominación territorial fue extendiéndose a lo largo de la costa cantábrica nacida alrededor de los Picos de Europa y formada por las «Asturias de Oviedo» y las de «Santillana», una parte de lo que hoy es Palencia y lo que llega desde Astorga, la «Astúrica Augusta» de los romanos, capital de la «Legio VII Gemina».

La siguiente clara expansión se desarrolla, pues, a lo largo de todo el litoral hacia el este, hacia el oeste y hacia el sur. Por mucho que algunos desearan otros devenires, esa parte de la Historia es así. Está llena de conflictos, guerras y guerrillas, avances y retrocesos, vinculaciones y rupturas. El caso es que la extensión más clara es hacia León, convirtiéndose el primer reino en «Reino de Asturias y León». Surgen entonces la primera Universidad de España y segunda de Europa y sobre todo, poco tiempo después, el primer Parlamento del continente, antes que el tan glorificado de Inglaterra.

Todo partió de la decisión de Alfonso IX de León -para contrarrestar el avance almohade en Extremadura- de convocar una reunión extraordinaria de la Curia, que sería seguida por otras decisiones similares en los reinos vecinos, que desembocarían en sendos Parlamentos. A los reinos de Asturias, León y Castilla pronto se unió el señorío de Vizcaya. Pero esa es otra parte de la historia.

José Luis Balbín, periodista.


(1) Lo mismo ocurriría con «los vascuences», como me decía el extraordinario compositor Carmelo Bernaola, de lo que escribiremos otro día. Ha vuelto a suceder con los diferentes dialectos e idiomas de China.

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