Las recientes elecciones en Bolivia y las denuncias de fraude por parte de la oposición, que perdió el 20 de octubre por poco más de diez puntos de diferencia y le permitió a Evo Morales lograr su cuarto mandato consecutivo, muestran que ningún proceso electoral es perfecto como se lee en los manuales.
Cada país tiene su sistema electoral con enormes diferencias sin que se pueda aseverar que uno es mejor que el otro. En algunos se accede a la presidencia por un voto, en otros como Estados Unidos hay un colegio electoral que es más importante que el llamado “voto popular”; a veces hay segunda vuelta y en los sistemas parlamentarios todo es aún más complejo.
En el caso concreto de Bolivia quien obtiene más del 50 por ciento de los votos o un 40 por ciento y una diferencia de más de 10 puntos, triunfa directamente sin necesidad de una segunda vuelta.
La transmisión de resultados difiere también de país en país y la ansiedad por conocerlos antes de tenerlos ha llevado a que existan conteos provisorios y las llamadas “boca de urna” que diferentes consultoras instalan a varios metros de los lugares de votación.
En el caso de Bolivia en la noche del domingo, cuando faltaba por contar un 17 por ciento de los votos se interrumpió el conteo provisorio de transmisión rápida de actas -que no es un conteo oficial y similar al de las elecciones anteriores- y con una tendencia a la alza a favor de Evo Morales.
Como sucede en muchos procesos electorales, hay quienes se apresuran y se proclaman ganadores antes de tener los resultados definitivos y es lo que hizo el opositor Carlos Mesa porque pensaba que habría segunda vuelta, como si su triunfo estuviera asegurado de antemano en el balotaje, aunque una segunda vuelta es una nueva elección porque se ponen en juego decisiones y definiciones que no suelen estar en una primera vuelta donde coexisten múltiples candidaturas.
Dos días después de las elecciones, el conteo preliminar le otorgó a Morales un 46,85% de los votos y a Mesa un 36,74%, una diferencia superior a los 10 puntos y una votación por Morales ligeramente inferior al 49 por ciento que obtuvo en el referéndum que perdió en 2016.
Es interesante destacar que hace poco más de un año un artículo publicado en Stratfor, una plataforma sobre inteligencia geopolítica de Estados Unidos adelantaba protestas de aquellas personas que sospecharían de un fraude si había un resultado ajustado a favor de Morales, dando a entender que la oposición ya tenía una estrategia de no reconocer el resultado.
Insólitamente, después de las elecciones, Luis Almagro, secretario general de la OEA, le transmitió al gobierno de Bolivia la voluntad de colaborar de la OEA “de cara a una segunda vuelta” antes de que estuvieran los resultados finales, dando por hecho que debía realizarse una segunda vuelta.
Frente a las denuncias de fraude de la oposición —aunque no aportaron pruebas concretas— y las protestas en varias regiones, Evo Morales decidió aceptar que la OEA interviniera para realizar un conteo exhaustivo y vinculante que podrá -o no- modificar los resultados conocidos. Paradójicamente, Carlos Mesa dijo que no acepta la auditoría y exige la anulación total de las elecciones. Ahora resta saber qué dirá la auditoria y cómo será interpretada.
Pedro Brieger es un periodista y sociólogo argentino, autor de más de siete libros y colaborador en publicaciones sobre temas internacionales. Actualmente se desempeña como director de NODAL, un portal dedicado exclusivamente a las noticias de América Latina y el Caribe. Colaboró con diferentes medios nacionales como Clarín, El Cronista, La Nación, Página/12, Perfil y para revistas como Noticias, Somos, Le Monde Diplomatique y Panorama. A lo largo de su trayectoria Brieger ganó importantes premios por su labor informativa en la radio y televisión argentina.