Seguir siendo humanos en la era de las bio-ideologías

Jean-François Braunstein es ateo y enseña Filosofía en la Sorbona de París. En su ensayo, La filosofía se ha vuelto loca (Ariel, 2019), ha criticado las ideologías de género, el especismo animalista y la eutanasia. Y todo sin recurrir a argumentos confesionales ni políticos: solo mostrando las contradicciones de sus discursos y los datos objetivos.

¿Cuáles son las principales bio-ideologías? Hay tres bio-ideologías con carácter totalizador: el ecologismo, la ideología de género y la ideología de la salud. El ecologismo pretende divinizar a la diosa Tierra en contra de la humanidad depredadora. Existe un deterioro ambiental provocado por los países industrializados que el malthusianismo moderno bajo capa de «desarrollo sostenible» y apoyado por un cientifismo muy difundido mediáticamente lo utiliza para el control de la natalidad. La ideología de género sostiene que la naturaleza biológica del ser humano es mutable y las diferencias entre sexo y género son construcciones meramente culturales y convencionales. El siguiente paso será desprestigiar el matrimonio entre hombre y mujer, y la familia fundada en él, hasta hacerlos socialmente irrelevantes. La ideología de la salud promueve un concepto de salud materialista, hedonista e individualista que pretende prolongar la vida en el mundo indefinidamente. Para ello invertirá las tecnologías y medicamentos más sofisticados intentando lograr la inmortalidad y la eterna juventud. Otro aspecto importante de esta bio-ideología es la psicologización de la vida. La dimensión espiritual del hombre se reduce a psicología o farmacología: neurosis, depresiones, nuevas enfermedades psicosociales buscan salida en multitud de terapias psicológicas, de autoayuda, o en la abundante medicalización.

«Las bio-ideologías son el sustituto de las ideologías. Estas buscaban transformar la sociedad con la política y la economía; las bio-ideologías tratan de cambiar la naturaleza humana, que consideran defectuosa y modificable, a través de la tecnología y de la ciencia. Y como la tecnología no va al ritmo que desean, aceleran los cambios a través de leyes coercitivas que transforman la moral, el pensamiento y la actuación de las masas» afirma el catedrático Dalmacio Negro, autor de El mito del hombre nuevo (Encuentro, 2008). Y añade: «Bajo una apariencia pacífica y humanitaria, tienen carácter totalitario: se imponen como incuestionables y, más que buscar la transformación del mundo exterior, son obra de oligarquías que persiguen hacer al hombre como a su juicio debe ser. Por eso, sus medios preferidos son la reivindicación de derechos, la ingeniería educativa y la propaganda, apoyados por la ingeniería médica y genética». Las bio-ideologías son más confusas que las ideologías clásicas y más destructivas.

¿Qué actitud tomar ante las bio-ideologías? Crear alternativas. «Tan importante, o más, que denunciar los excesos y errores de las bio-ideologías es que seamos capaces de crear alternativas. A muchas personas nos parecen extravagantes y terribles algunas de sus propuestas y acciones, porque la mayoría somos aún capaces de reconocer el camino a la felicidad que esconde una visión natural de la vida», apunta Alfredo Marcos, catedrático de Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Valladolid. Hay que «aprovechar mejor nuestro tiempo para hacer propuestas positivas, que tengan una visión más constructiva, verdadera y hermosa del ser humano y del mundo y proponer prácticas de desapego tecnológico, el contacto con la naturaleza, comunicarnos en persona, y crear comunidades y lazos afectivos fuertes». Sus planteamientos coinciden con los del filósofo católico francés Fabrice Hadjadj. En ¿Por qué dar la vida a un mortal? (Rialp, 2020), reclama recuperar en nuestro día a día la actividad manual, el ritmo de vida natural y la libertad de frenar ciertos avances porque «el verdadero progreso es libre y exige, más que en el pasado y principalmente, no solo la mejora, sino la salvaguardia de la condición humana».

Manuel Sánchez Monge es obispo de Santander.

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