¿Cuáles son realmente los objetivos de Putin?

La invasión rusa de Ucrania acaba de cumplir seis meses de vida desde su inicio el pasado 24 de febrero y todavía son muchos son los interrogantes que plantea un conflicto que ha hecho temblar los equilibrios de poder de la vieja Europa.

El ciudadano occidental, que vivía hasta hace poco en una burbuja de estabilidad, no digiere bien la incertidumbre y se pregunta con lógico temor qué otras sorpresas podría traer el futuro.

La guerra es la actividad humana más incierta y difícil de predecir. Y la cantidad ingente de variables que juegan en ella incrementan el ya de por sí alto grado de incertidumbre.

Los analistas realizaron en un principio un análisis profesional mezclando claves geopolíticas, geoestratégicas y su propia experiencia para concluir que Vladímir Putin tenía la intención de desencadenar esta guerra. Una guerra que era, sin embargo, inverosímil para la mayoría de los ciudadanos.

Y de acuerdo con ese mismo proceso de análisis se pueden inferir otras conclusiones.

Todo parece indicar que la situación militar se ha estancado, al menos en lo que a conquistas territoriales se refiere, con escasos o nulos avances. Lo reconoce incluso el propio ministro de Defensa ruso, que lo achaca a una actitud intencionada de Moscú "para evitar víctimas civiles".

Ucrania, por su parte, ha humillado a las tropas de élite rusas. Primero en su intento de tomar Kiev, forzando a Moscú a un abrupto cambio de estrategia que le llevó a retirarse de su ofensiva en el este, y especialmente de las dos mayores ciudades ucranianas, Kiev y Járkov, y concentrar esos batallones tácticos en la conquista del Donbás.

Pero también humilló sistemáticamente a Rusia hundiendo el buque insignia de la flota rusa del mar Negro, recuperando en varias ocasiones la isla de las Serpientes o acabando de manera sistemática con decenas de generales y coroneles con ayuda de la Inteligencia occidental.

En la segunda fase de la guerra, centrada en el Donbás, Rusia tuvo al principio un éxito más acentuado y rápido, logrando importantes avances territoriales. Pero estos terminaron estancándose hace ya semanas.

Ucrania, que cada vez recibe más armamento occidental, no sólo ha logrado frenar el empuje enemigo, sino que ha iniciado una fase de destrucción paulatina de infraestructuras militares rusas, tanto en la Ucrania ocupada como en la propia Rusia.

Y dado que en el núcleo de la estrategia rusa se encuentra el concepto de "escalar primero para desescalar después", y a la vista de las humillaciones a las que son sometidos los militares rusos (en buena medida por la colaboración occidental), los analistas se preguntan por qué el Kremlin no ha decidido escalar la guerra.

Pocos dudan a estas alturas de que Putin está dispuesto a cualquier cosa para lograr sus objetivos. Pero ¿cuáles son realmente esos objetivos de Putin?

Para muchos, esta es una guerra para hacerse con el Donbás y asfixiar la economía ucraniana al privarle de una salida al mar fundamental para sus exportaciones de grano.

Para otros, Putin pretende recuperar la esfera de influencia de la añorada Unión Soviética, corrigiendo errores del pasado como el de permitir una Ucrania y unas repúblicas bálticas independientes y alejadas de la Madre Rusia.

Pero existe otra tesis, que defienden varios analistas.

Es la tesis de que en la estrategia de Putin la invasión de Ucrania no sería más que un primer paso en la lucha por erradicar el orden mundial impuesto (según Moscú) por las democracias liberales occidentales.

Y es aquí donde parece encajar el hecho de que Moscú no haya escalado aún este conflicto. Aunque humillado militarmente por la superioridad tecnológica y táctica occidental, puede que los objetivos de la estrategia de Putin se estén cumpliendo a pesar de todo.

La caída de varios líderes y Gobiernos europeos relevantes, los graves problemas económicos y energéticos que afrontará Europa este invierno, el hecho de que la economía rusa no esté sufriendo ese castigo del que habla una Unión Europea aún muy dependiente del gas ruso, y el hecho de que Moscú no esté tan aislado internacionalmente como algunos pretenden puede llevar a Putin a convencerse de su victoria.

Los próximos meses serán decisivos y muy peligrosos. También plantearán una duda importante a los gobernantes europeos.

En el terreno político, si se terminan ejecutando a rajatabla las sanciones contra Moscú, y Putin decide en consecuencia cerrar la espita del gas que fluye hacia Europa, los ciudadanos europeos se verán fuertemente empujados a protestar ante el deterioro de su situación económica y de sus condiciones de vida. Protestas que podrían terminar derrocando a sus Gobiernos y colocando en su lugar a populistas de izquierdas y de derechas.

Y esos populistas, tal y como ha quedado demostrado, son afines a Moscú e incluso reciben en muchos casos financiación del propio Kremlin.

Si, por el contrario, se continúa con las compras de gas ruso (en récord histórico en España por ejemplo) también se estará financiando el esfuerzo bélico ruso y aumentando, por tanto, la posibilidad de que Rusia venza a Ucrania en la actual guerra de desgaste. Guerra a largo plazo que el Kremlin se ha encargado de alimentar en la reciente feria armamentística Army-2022 celebrada en Moscú con grandes compras de material militar destinado a sustituir las pérdidas sufridas en Ucrania.

En ambos casos, Putin se sentirá ganador.

En el plano militar se habla ya en las cancillerías europeas de que Kiev debe recuperar el terreno conquistado por Rusia, Crimea incluida. Una línea roja para Moscú, especialmente si se logra, como está siendo el caso, con una ingente ayuda material y de inteligencia occidental.

En este caso, no cabe duda de que el Kremlin decidirá escalar el conflicto a un nuevo nivel en el que no es descartable que se incluya un enfrentamiento más o menos limitado con la OTAN.

Recordemos que, hace unas semanas, el prestigioso Defense College de la OTAN publicó un informe en el que alertaba de que no se debía desahuciar aún a las fuerzas armadas rusas a pesar de los muchos reveses sufridos.

También apuntaba a que Rusia podría estar resguardando su aviación de combate y los bombarderos estratégicos de largo alcance para enfrentarse a la OTAN en un futuro más o menos cercano.

La Marina rusa ha tenido también una participación bastante limitada en el conflicto, por lo que se le puede aplicar la misma conclusión del informe del Defense College.

Por no hablar del inmenso arsenal nuclear ruso, que el Kremlin no dudaría en utilizar en una "competición de salvas" de la que está convencido que saldría victorioso.

A fin de cuentas, nadie puede creer seriamente que un presidente o primer ministro europeo estuviera dispuesto a cambiar París, Roma, Londres o Berlín por Moscú o San Petersburgo.

Rodrigo Rodríguez Costa es analista de Seguridad y Defensa.

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