Demagogia y ofertas fiscales electorales

Por Roberto Centeno, catedrático de Economía de la Universidad Politécnica de Madrid (EL MUNDO, 19/01/04):

Es un hecho admitido y consustancial con la democracia que los políticos presenten a los electores propuestas maximalistas, imposibles de cumplir en muchos casos, particularmente cuando las encuestas no les son favorables. Somos los ciudadanos, a quienes se nos supone un comportamiento racional, los que debemos valorar la credibilidad de las ofertas y, particularmente, tener un mínimo de memoria sobre lo predicado y lo realizado en el pasado, para tomar una decisión. Y las elecciones del 14-M no son precisamente de trámite, pues nos jugamos no sólo un bienestar económico y una posición internacional como no habíamos tenido en siglos, sino probablemente la unidad de España, lo que nos obliga a todos a utilizar mucho más la razón y no los prejuicios.

El programa económico del PP es bien conocido de los ciudadanos, al menos en sus efectos aunque desconozcan los detalles concretos, por la sencilla razón de que es el que ha venido aplicándose en los últimos años con buenos resultados, tanto que el PIB de España es hoy el octavo mundial al haber superado a Canadá, que es miembro del G-7, y el doble del PIB de países como Rusia, Australia, India o Brasil. Por ello, aquí la pregunta pertinente no es si funcionará o no, porque obviamente funciona, la pregunta es si dicho programa es mejorable y, en consecuencia son mejorables también el crecimiento y el empleo.

El programa económico del PSOE, o al menos su última propuesta que difiere radicalmente de la de hace sólo unos meses, y en consecuencia podría no ser definitiva, es en primer lugar sorprendente, ya que su oferta fiscal no es sólo que favorezca a las grandes empresas, es que favorece esencialmente a la oligarquía financiera, por lo que tratándose de una propuesta de izquierdas, lo menos que puede decirse es que resulta incongruente, ya que nada puede haber más alejado del ideario socialista. Claro que tampoco corresponden a ese ideario los pactos con separatistas, cuyo primer objetivo es la insolidaridad territorial, y la marginación implacable de todo lo español, y lo han hecho. No obstante, centrándonos exclusivamente en la eficacia, el problema de esta propuesta fiscal es que no ayuda para nada ni al crecimiento ni al empleo.

En efecto, cualquier propuesta fiscal si es que ha de ser de utilidad, sólo puede tener dos motivaciones, o una mejora del crecimiento y del empleo, o una mejor distribución de la renta, o las dos cosas a la vez, y la oferta socialista, no cumple ninguna.La propuesta desconoce la realidad económica de España donde el crecimiento lo han aportado casi exclusivamente las pequeñas y medianas empresas, mientras que las grandes, y salvo excepciones, han tenido una aportación no ya positiva sino negativa sobre nuestro crecimiento. Nuestras grandes empresas, empantanadas en Latinoamérica y en la diversificación, no sólo han restado crecimiento como consecuencia de sus pérdidas, sino sobre todo por haber utilizado al máximo su poder monopolístico en el mercado interno para compensar los descalabros en sus aventuras externas.

Una reforma fiscal que desconozca cómo funciona en realidad una economía no acertará en sus propósitos. Además, ¿de dónde se han sacado que un impuesto de sociedades del 35% sea elevado, y en consecuencia, una prioridad el bajarlo? Por supuesto que las diferencias de la imposición corporativa en diversos países, y en particular en la UE, puede influenciar las decisiones de inversión de las empresas y crear distorsiones en la competencia, aunque éste no es generalmente un factor decisivo, pero es que además los autores del programa parecen ignorar que, hablar de un impuesto de sociedades significa muy poco, ya que la forma de calcular el beneficio imponible varía en muchos aspectos de unos países a otros.

Por esta razón, es siempre imprescindible hablar de «impuestos efectivos», y si utilizamos este concepto el tipo del impuesto de sociedades en España no es del 35% sino del 31%, y habría que compararlo con el 34,9% en Alemania, el 34,7% en Francia, o el 28,5% que es la media de la UE según datos de la Comisión Europea, la cual subraya además que la reducción de los impuestos corporativos «plantea el grave problema de la distribución de la carga impositiva, siendo los impuestos sobre el trabajo quienes acaban soportando el grueso de la carga por los ingresos perdidos», lo que «daña la creación de empleo y el coste del trabajo». Resulta obvio que la reducción de impuestos propuesta ni es socialista, ni tiene fundamento económico alguno.

La oferta del PSOE, ignora también otros hechos esenciales, cuando para compensar la enorme pérdida de ingresos por la rebaja del impuesto de sociedades -unos 3.000 millones de euros/año- propone una tributación progresiva sobre las plusvalías. Esto ya no es desconocer la realidad, es no saber dónde se tiene la mano derecha.En primer lugar, el impuesto de plusvalías en la etapa socialista, cuando éstas tributaban como renta, no ingresaba prácticamente nada, debido al efecto locking, es decir, la gente no vendía, y particularmente a la búsqueda de vías alternativas de elusión, y sólo cuando éste se ha bajado drásticamente es cuando se ha empezado a recaudar. Por tanto, una elevación de tipos reduciría y no incrementaría el ingreso total.

Y en segundo lugar, cuando el señor Zapatero afirma solemnemente que «no sólo vamos a mejorar la progresividad sino que mantendremos la recaudación, incluso elevaremos ambas a medio plazo» uno no sabe si echarse a reír o ponerse a llorar, ¿pero qué clase de falacia pretende trasmitir a los ciudadanos? ¿Acaso desconoce que los ricos en España no pagan prácticamente por plusvalías y por los rendimientos de sus participaciones accionariales detentadas a través de las Simcav? La progresividad en el impuesto de plusvalías sólo serviría para exprimir aún más a siete millones de españoles, es decir, la mayor parte de la clase media que no tiene acceso a los mecanismos fiscales que en su día implantó el PSOE. Por ello, una de dos, o los redactores se han caído de un guindo o sólo es que piensan que los españoles somos imbéciles.

Y luego la supresión de los impuestos de Patrimonio, Sucesiones y Donaciones. ¿Pero es que ya se han olvidado que gracias a las empresas familiares que ustedes inventaron los ricos no pagan por Patrimonio y tienen una bonificación del 95% en Donaciones y Sucesiones? ¿Pero qué clase de hipocresía es ésta? Mire usted, señor Zapatero, si una persona tiene dos pisos, paga íntegros estos impuestos, pero si tiene 50 no paga nada, si tiene unos pocos millones en Bolsa paga por dividendos y plusvalías, pero si tiene cientos o miles de millones a través de una Simcav entonces no paga un céntimo.

Y esto es sólo en la vertiente de ingresos, porque si los comparamos con los gastos que proponen, la tomadura de pelo a los ciudadanos adquiere caracteres épicos, ya que las cuentas no cuadran ni en la imaginación de los autores. ¿Cómo se puede faltar a la verdad con tal desfachatez? Claro, que peor es la farsa de afirmar que son la «mejor garantía de unidad», cuando sitúan a los separatistas en el poder, o proponen una disparatada fragmentación Jurídica, Fiscal y Policial, que convertiría a España en lo que ya es su partido: una amalgama inconexa e insolidaria de reinos de taifas.La única medida verdaderamente progresista y justa de la oferta socialista es la bajada del tipo máximo de la renta hasta el mismo tipo del de sociedades.

En todo caso tanto el programa fiscal del PP como el del PSOE tienen a mi juicio un fallo inexplicable: ambos se comprometen a mantener el déficit cero, un objetivo político que carece de explicación económica racional. ¿Puede alguien explicar qué ventajas tiene en una situación de crisis el déficit cero, frente a un déficit algo inferior al crecimiento económico, es decir, del orden de un 2% del PIB, a día de hoy, que puede mantenerse indefinidamente sin ningún problema? Una cosa es respetar el Pacto de Estabilidad, y otra ser más papistas que el Papa. Además hasta en el propio Pacto de Estabilidad, que da un margen de déficit del 3%, se está estudiando la sustitución del límite de déficit público, que es una solemne estupidez, por un límite de deuda. Una reducción adicional de impuestos equivalente al 2% del PIB hubiera incrementado nuestro crecimiento entre un 30% y un 35%.

El resto de programas no tiene mucho que comentar. IU, instalada en una demagogia absurda y en su apoyo a los separatistas, no ofrece nada válido, lo que resulta lamentable ya que un ideario comunista podría aportar propuestas serias que contribuyeran a la mejor distribución de la riqueza y de la renta. Y en cuanto a los separatistas, su proyecto fiscal se resume en la frase de Maragall en el tema del trasvase «a las demás regiones ni una gota de agua». Aquí lo que resulta inexplicable es la debilidad de nuestros distintos gobiernos, siempre a la defensiva y nunca plantando cara, o pasando a la ofensiva frente a los nacionalismos excluyentes, y lo más grave de todo: les han cedido incondicionalmente el poder económico y el poder de la enseñanza -algo que ningún otro país democrático ha hecho jamás- con los que las minorías radicales acabarán ganando.

Resulta incomprensible que el gobierno del octavo país más rico del planeta esté siendo incapaz de asumir sus responsabilidades políticas en el desafío en toda regla del plan Ibarretxe y lo haya traspasado a unas instancias jurídicas, de las que los separatistas hacen caso omiso. ¿Acaso Tony Blair se lo pensó dos veces o consultó con el Poder Judicial la suspensión de la autonomía del Ulster por una cuestión infinitamente menor? Déjense de retórica, protejan a los ciudadanos y apliquen de una vez como es su obligación el artículo 155 de la Constitución y que los nazis de Vitoria defiendan la independencia desde la calle y desde la pancarta, y no desde un palacio con todos los medios económicos y de coacción en su mano, algo que además sería un magnífico toque de atención a la asociación Maragall-Rovira & Hermanos.

Finalmente, un tema económico no fiscal aunque trascendental, ya que está lastrando nuestro potencial de crecimiento: la ausencia de reformas estructurales efectivas. Como señalaba el semanario The Economist: «Las reformas estructurales en los sectores energético y financiero son las dos grandes asignaturas pendientes en materia económica que heredará D. Mariano Rajoy». Parece incomprensible que los socialistas no hayan entrado a fondo y con seriedad en un tema económico tan esencial y tan fácilmente cuantificable.

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