El espejo metafórico de los grandes simios

Cada vez que salgo de viaje, preparo mi equipaje la noche anterior y coloco mi pasaporte y billete de avión en mi equipaje de mano. Al día siguiente, antes de salir de casa, compruebo que mis documentos aún están donde los dejé la noche anterior. Si nos detenemos a pensar un momento, mi comportamiento es un tanto sorprendente e irracional, pues recuerdo perfectamente dónde coloqué mis documentos. De hecho, siempre los coloco ahí. ¿Por qué lo compruebo? Tal vez hagan algo parecido en la misma situación. Si es así, no se alarmen. Demuestra que tanto ustedes como yo tenemos una mente reflexiva, una notable habilidad cognitiva que nos permite interrogarnos sobre nuestros pensamientos, revivir el pasado e imaginar el futuro.

Desde Descartes, la mente reflexiva ha sido considerada un Rubicón humano, algo que nos distingue de otros animales. Sin embargo, los trabajos sobre cognición animal están desafiando esta idea y contribuyendo a redefinir lo que consideramos exclusivamente humano desde un punto de vista psicológico. Estudios recientes muestran que los grandes simios no humanos (bonobos, chimpancés, gorilas y orangutanes) monitorean algunos de sus estados mentales y deducen estados mentales en otros individuos. Por ejemplo, saben cuándo no tienen información suficiente para tomar decisiones y lo que deben hacer para conseguirla. Asimismo, pueden estimar quién posee información sobre un evento basándose en quién lo ha observado.

Los chimpancés saben quienes son los mejores competidores y cooperadores, algo que demuestran evitando a los primeros y uniéndose a los segundos en busca de sus objetivos. Sus respuestas a menudo indican planificación, que en algunos incluso llega hasta un futuro cercano. Por ejemplo, los orangutanes y los bonobos son capaces de seleccionar y guardar un instrumento para el cual no tienen ningún uso inmediato para solucionar una tarea al día siguiente.

Curiosamente, las mismas investigaciones que están revelando similitudes impresionantes entre nosotros y nuestros primos evolutivos también están descubriendo diferencias importantes que igualmente contribuyen a trazar los límites de la psicología humana. Los grandes simios saben si un individuo sabe o no sabe algo, pero no parecen apreciar que lo que un individuo sabe es falso. Asimismo, aunque pueden aprender el uso de símbolos para comunicarse con humanos y conspecíficos, carecen de simbolismo verdadero y capacidades representacionales avanzadas. Los grandes simios y los humanos también parecen distinguirse por la motivación para compartir estados psicológicos. Desde muy pequeños, los niños, a diferencia de los grandes simios, se esfuerzan para informar a otros individuos sobre lo que observan y ávidamente buscan sus comentarios sobre ello. Aunque los grandes simios, especialmente los chimpancés y los bonobos, también son extremadamente sociales, nuestras motivaciones sociales nos han convertido en seres ultrasociales. Nos encanta hacer cosas juntos no únicamente para ser más eficientes, sino por el mero placer de realizar actividades acompañados.

Esta mezcla de similitudes y diferencias entre nosotros y nuestros primos evolutivos puede causar cierta confusión, incluso desconcierto, pero revela una imagen fascinante y llena de intriga, tan cerca y tan lejos a la vez. Además la imagen no es estática, sino que puede cambiar gracias a nuevos descubrimientos. La ciencia avanza, a veces muy lentamente como los glaciares, pero avanza. Es comprensible que al gran público le fascinen más las similitudes cognitivas entre los humanos y nuestros primos que las diferencias. Sin duda, la demostración de que los chimpancés actúan y piensan como nosotros obtiene más titulares que lo contrario. Sin embargo, sobrevalorar algo porque es como nosotros puede ser problemático pues tiende a infravalorar aquello que no es como nosotros, algo que promueve la homogeneidad sobre la heterogeneidad, la uniformidad sobre la diversidad.

Los grandes simios nos proporcionan un espejo, un espejo metafórico con una propiedad muy especial: nos permite ver tanto lo que somos como lo que no somos. Por un lado, las diferencias que observamos nos permiten apreciar mejor aspectos como la biodiversidad e incluso ofrecen pistas para navegar en la complejidad de nuestras crecientes sociedades multiculturales. Por otro lado, las similitudes que se reflejan nos informan sobre nuestro bagaje biológico. Más a menudo de lo que nos gustaría creer, bajo el azúcar glas cultural invariablemente se halla el bizcocho de la biología. ¿No les gustaría conocer a qué sabe?

Josep Call, director del Wolfgang Köhler Primate Research Center, Max Planck Institute for Evolutionary Anthropology de Leipzig (Alemania)

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