El hallazgo del concepto de género

Por Àngels Martínez i Castells, profesora de política económica, UB (LA VANGUARDIA, 13/08/06):

Se lamentaba Lourdes Benería , invitada a participar en 1999 en una conferencia del Banco Mundial en París sobre "Gobernanza, equidad y mercados globales", que, a diferencia de lo que sucedía con las otras muchas mesas redondas, la que correspondía a economía de género estaba formada sólo por mujeres. La profesora catalana de la Universidad de Cornell alertaba sobre la ausencia de un auténtico diálogo entre hombres y mujeres en torno a este concepto, a pesar de que James D. Wolfenshon, presidente del Banco Mundial en aquellas fechas, afirmó en la conferencia inaugural que eran necesarios nuevos y radicales enfoques ante los retos del siglo XXI.

La propuesta de debatir y aceptar el concepto de género quizá se considerara entonces un enfoque nuevo y radical, pero constituía ya una seria propuesta de mujeres economistas que analizaban desde los años setenta del pasado siglo el distinto impacto que habían tenido para hombres y mujeres de los países en vías de desarrollo los planes de ajuste estructural propuestos por el FMI y el Banco Mundial. Al mismo tiempo, desde la psicología se insistía cada vez más en poner de manifiesto los procesos mediante los cuales los niños o niñas adquieren las características y las conductas prescritas en sus culturas por hombres y mujeres. Y si bien es cierto que hasta entonces los estereotipos de género se consideraban de origen biológico e inevitable, directamente vinculados a diferencias sexuales, con el impacto que tuvieron sobre la psicología no sólo el feminismo de los años setenta sino también el movimiento en favor de los derechos humanos, los estereotipos felizmente cambiaron y empezó a aceptarse la importancia de la sociedad en la determinación de los roles.

Las implicaciones de género no sólo son evidentes en su relación con la pobreza y el desarrollo, sino con los problemas de la deuda, los desajustes en los mercados laborales, la caída de las tasas de fecundidad y los incrementos de la desigualdad, entre muchísimos más temas. Y aunque tardó algún tiempo, incluso el Banco Mundial - con la salvedad del giro que pueda introducir ahora su presidente neocon, Paul Wolfowitz- ha acabado por contar con el género en la elaboración de sus medidas.

De hecho, basta con seguir las publicaciones más recientes de organismos internacionales como la ONU y la UE para entender su plena aceptación. Por ejemplo, desde la Conferencia de Mujeres de Pekín de 1995 viene abriéndose paso la idea de que se consiguen mejores resultados de análisis y diagnóstico si se aplica el gender mainstreaming - o transversalidad, como se ha traducido al castellano con más frecuencia- al análisis, valoración y prospección de la realidad y las políticas públicas. Otro ejemplo son los indicadores de desarrollo de género y de potenciación de género que anualmente se vienen publicando desde 1995 en el informe anual sobre desarrollo humano del PNUD, que, aunque con deficiencias evidentes, ayudan a valorar el impacto de las medidas adoptadas por los distintos gobiernos a favor de la igualdad.

Por todo ello, ante intolerancias publicadas en este mismo periódico sobre el tema he recordado las lamentaciones de la doctora Benería. En primer lugar, porque no existe una definición acabada de género e interesa seguir trabajando la aportación de las numerosas disciplinas del saber que tienen que ver con las personas (historia, antropología, filosofía, ciencias políticas, medicina, psicología, ciencias sociales en sentido lato...). En segundo lugar, porque sólo pueden salir ganando hombres y mujeres con un debate y trabajo de género sensato, abierto, plural y tolerante. Y en tercer lugar, por respeto a la verdad, a la seriedad y a los esfuerzos hechos por las mujeres pioneras en el tema y al trabajo que se sigue realizando y está afirmándose en todos los terrenos probados de la ciencia.

Si alguien se preocupó por si, en una feliz carambola, a partir de que el concepto de género fuera aceptado por el mundo académico, en la escuela se acabara enseñando convivencia y ciudadanía, mi consejo desde la humildad y la cotidianidad es que se despreocupe. Ninguno de los males del Apocalipsis que vinculan género a ideologías amenazantes puede ser algo más que la cabeza de serpiente que religiosamente asoma todos los veranos desde la supuesta y helada profundidad de los lagos de la prehistoria. De hecho, después de la aprobación de la ley integral contra la Violencia de Género y del Estatut de Catalunya, capítulo de derechos y deberes incluido, podemos incluso felicitarnos por vivir en una sociedad que reconoce a todas las personas sus derechos de ciudadanía y garantiza su progreso e igualdad. Y las mujeres en concreto debemos alegrarnos de que los textos legales recojan y respeten lo que ya hoy es evidente para que la sociedad avance hacia unas etapas menos permisivas con la violencia y más democráticas. Avance incluso, por qué no decirlo, hacia tiempos menos sectarios y primitivos, más libres y más felices.