El mito del crecimiento económico

Hace sólo unos días -y como es habitual ante unas buenas cifras de crecimiento, empleo e inflación en términos absolutos-, el presidente Zapatero realizó un análisis totalmente triunfalista, llegando a afirmar que la economía española marcha mejor que nunca.

Y ante estas manifestaciones, como también viene siendo habitual, el partido de la oposición fue absolutamente incapaz de transmitir a los medios en particular y a los ciudadanos en general las falsedades que encierran las cifras económicas absolutas, y de explicar que la economía no sólo no va bien, sino que va regular, mal o muy mal para un 74% de los españoles, tal como se pone de manifiesto en la última encuesta del CIS.

Como se enseña en primer curso de Economía, las cifras macroeconómicas absolutas carecen, por sí mismas, de significado económico definido. Así, por ejemplo, una economía cuyo crecimiento absoluto sea del 2,6% y el de la población del 0,5% -caso de la eurozona- marcha infinitamente mejor que otra cuyo crecimiento económico sea del 3,8% y el de la población del 3% -caso de España hoy-. Análogamente, y como se demuestra en teoría económica elemental, el empleo puede crearse bien incrementando la productividad -caso de Irlanda y muchos otros- o bien reduciendo el salario real -caso de España-, como tampoco es lo mismo que la inflación baje al 2,6% si mantenemos todavía un diferencial brutal con nuestros principales clientes europeos que si la inflación absoluta no baja pero el diferencial se reduce.

Empecemos por el crecimiento. Por más que el Gobierno esté consiguiendo engañar no sólo a los medios adictos, sino también a los no adictos, las cifras absolutas no significan que una economía marche bien, porque si, como es nuestro caso, el crecimiento se debe casi exclusivamente a la fortaleza del consumo interno, debido al proceso de inmigración incontrolada -«España es el país con la tasa de inmigración más alta del planeta», en palabras del INE-, y del endeudamiento masivo de familias y empresas, lo que sucede en realidad es que vamos derechos a una crisis económica de grandes proporciones, porque ese proceso simplemente no es sostenible. Y que nadie se haga ilusiones porque coyunturalmente la marcha del sector exterior haya pasado de desastrosa a muy mala, ya que somos el país con menor crecimiento de la productividad de toda la OCDE, lo que deteriora nuestra competitividad a chorros.

La única cifra macroeconómica con valor explicativo del crecimiento es el PIB por habitante en paridad de poder adquisitivo (PPA), y medido por este parámetro, con las cifras de población conscientemente falsas que publica el INE -44,1 millones de habitantes-, España es el país que menos crece de Europa; y con las cifras reales, cerca de 46 millones, España está retrocediendo, es decir, hemos dejado de converger y estamos divergiendo. Ésta y no otra es la realidad de nuestro crecimiento, que el PP es incapaz de transmitir, pero que los ciudadanos sí perciben en sus propios bolsillos.

Pero no sólo es esto. La realidad es mucho peor, porque el crecimiento absoluto se lo están llevando íntegramente el excedente bruto de explotación y los impuestos indirectos, o dicho en forma coloquial, las familias más ricas de España -y el vicepresidente Solbes, además se jacta de ello-. Y dentro del excedente bruto de explotación, aquellas sociedades que funcionan en mercados no competitivos como las constructoras y las energéticas. Y mientras tanto, las rentas salariales como porcentaje del PIB han bajado al 46%, frente a casi el 50% de la época de Aznar; es decir, los asalariados perderán este año unos 34.000 millones de euros en el proceso de reparto de la riqueza nacional, equivalentes a 1.800 euros por asalariado y año.

Es evidente que la situación salarial y de reparto de la riqueza en la España de Zapatero es ya absolutamente inaceptable, las diferencias entre clases sociales están llegando a límites intolerables, y pueden desembocar en un fuerte conflicto social en cuanto cambie el ciclo económico. Tan intolerables que mientras más de un 60% de las familias confiesa tener dificultades para llegar a fin de mes, y un 18% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza -una de las cifras más altas de toda la UE-, somos el país de Europa con mayor crecimiento en el número de millonarios.

Pero no contento con ello, Zapatero, después de comprometerse por activa y por pasiva a que bajaría la presión fiscal -«bajar impuestos es de izquierdas», afirmaba-, ha incumplido sus promesas como es habitual en él, y elevado la presión fiscal a su máximo histórico; y, lo que es infinitamente peor, ha roto completamente el principio de equidad en el reparto de la carga tributaria y ha hecho recaer el grueso de la misma sobre las rentas medias y bajas. En concreto, desde que llegó al Gobierno, los impuestos han subido un 33%, y los impuestos sobre el consumo -que afectan particularmente a los jubilados, los trabajadores y la clase media-, un 44%. Mientras tanto, los ricos están exentos de la mayoría de los impuestos a través de una combinación de exenciones y artificios jurídicos, inexistentes fuera de España.

Adicionalmente, la reforma fiscal socialista -que según explicó Zapatero en el Comité Federal del PSOE haría que el 99,5% de los contribuyentes pagara menos impuestos a partir de 2007- es una vez más una impostura total, ya que eleva notablemente la presión fiscal sobre toda la clase media, es decir, sobre el 70% de las familias españolas. En concreto, a aquéllas con rentas familiares en el entorno de los 30.000 euros al año, les eleva el IRPF, y a todas ellas les eleva la presión tributaria sobre las ganancias patrimoniales, sobre el ahorro y sobre los planes de pensiones, que sufren un incremento casi confiscatorio. Empeoran también notablemente el tratamiento fiscal a la pequeña empresa familiar y las deducciones por compra de vivienda a las familias de baja renta. Sin embargo, todas aquellas familias con 2,4 millones de euros para constituir una Sociedad de Inversión de Capital Variable (SICAV), que Zapatero ha extendido por la puerta de atrás, sólo tributan al 1%.

Y si en vez de emplear como parámetro de comparación la presión fiscal utilizáramos lo que los economistas denominan esfuerzo fiscal, es decir, los impuestos que pagan los ciudadanos en relación con su nivel de renta, España es el país europeo, junto con Suecia, en el que los ciudadanos están sometidos a un mayor esfuerzo fiscal, pero con muchas menos prestaciones.

Y por lo que se refiere al empleo, la primera incongruencia al triunfalismo se refiere al hecho de que aunque este año se creen 700.000 puestos de trabajo, resulta que el año anterior se crearon 900.000, lo que significa que la creación de empleo se ha desacelerado tanto como un 23%. Pero lo verdaderamente grave, lo que constituye un fraude masivo, es el no explicar a los ciudadanos que se trata en su inmensa mayoría de empleos basura, primero porque casi un 90% son temporales, y después porque son empleos con salarios de miseria, muy por debajo del salario mínimo de la eurozona. Como señalaba recientemente un alto funcionario de la UE, «en España sólo se crean empleos precarios y mal retribuidos».

Pero hay algo aún más importante. El gran engaño que encierran estas cifras, aparte de lo dicho, es que ocultan lo que está pasando con el conjunto de todos los salarios dentro de nuestra economía. Y lo que está pasando es que, desde junio de 2004, los salarios reales, es decir, los salarios corregidos de la inflación, no han parado de bajar, un -4,4% a día de hoy. En términos comparativos, los salarios en España registran la peor evolución de toda la UE: frente a las subidas continuas en toda Europa, que han superado el 10% en al menos seis países, están las bajadas continuas en España, tanto que después de ocho trimestres consecutivos de bajadas, nuestros salarios son ya un 16% inferiores a la media de la UE.

Y, finalmente, la inflación, que ha bajado al 2,6% como consecuencia de la reducción coyuntural de los precios del petróleo y del resto de materias primas, que no debida a ninguna medida del Gobierno para ello; antes al contrario, todas las que ha venido tomando por acción u omisión -la última, los expansivos presupuestos de 2007-, van justo en sentido contrario de lo que se necesita, y además con la absoluta falta de ética que supone el reducir artificialmente la misma, a base de trasladar parte de ella a nuestros hijos, como ha ocurrido en el caso del sector eléctrico, donde las subidas de precios se están periodificando a lo largo de los próximos 15 años, con lo que los hijos pagarán mañana la electricidad que consumen hoy sus padres, para ocultar los desastrosos efectos de la política energética de Zapatero, y el mantenimiento de subvenciones, ya innecesarias, para financiar las operaciones corporativas impulsadas desde Moncloa. Pero, con todo, el elemento verdaderamente importante, la inflación diferencial con nuestros principales mercados, apenas se ha modificado.

En resumen, según Zapatero y sus correligionarios, la economía va fenomenal, pero no sólo son ellos, las grandes fortunas y los grandes empresarios opinan lo mismo. Lo hicieron la pasada semana en el seminario del The Economist, donde se mostraron encantados del fuerte crecimiento -lógicamente, porque todo se lo llevan ellos- del superávit presupuestario -lógicamente, porque no les cuesta un duro- y de la creación de empleo -lógicamente, porque es a base de reducir los salarios reales, lo que les viene de cine para maximizar su excedente de explotación-. Es decir, Zapatero es un auténtico genio en la creación de paraísos, pues aparte de haber convertido España en el paraíso de las grandes fortunas, también lo ha hecho del fraude fiscal (de las 1.500 personas con patrimonios superiores a 24 millones de euros, según el banco internacional Merrill Lynch y la consultora Cap Gemini, sólo 82 declaran a Hacienda esta situación), de la delincuencia organizada y de los separatistas. Y más recientemente, también ha conseguido situar a España como uno de los paraísos mundiales para el blanqueo de dinero.

Pero, ¿y qué pasa con los jubilados, a los que se les ha incrementado los impuestos al consumo en un 44% desde que Zapatero se comprometió solemnemente que los bajaría, y que está empujando a muchos de ellos hacia el umbral de la pobreza? ¿Y qué ocurre con la clase media, cuyos salarios reales han retrocedido al nivel de 1997, y además ha visto subida la presión fiscal a su máximo histórico? ¿Y con los inmigrantes, que trabajan con salarios de hambre, que varían entre una media de 450 euros al mes para los subsaharianos y 900 para los procedentes de Europa del Este? Y, mientras tanto, las familias más ricas de España han multiplicado por tres como media sus patrimonios desde que gobierna Zapatero, en lo que constituye el mayor proceso de concentración de riqueza de toda la Historia de España.

Éste y no otro es el balance sintético de la situación de la economía española, que, según Zapatero, marcha mejor que nunca, lo que es rigurosamente cierto para un 5% de la población, pero que para un 74% de ciudadanos, que cree más en sus bolsillos que en la demagogia del presidente, marcha regular, mal o muy mal. Por ello, un 80% piensa, con toda la razón del mundo, que el próximo año irá peor.

Roberto Centeno, catedrático de Economía de la Escuela de Minas de la Universidad Politécnica de Madrid.