La amenaza un año después

Por Rafael L. Bardají (LA RAZÓN, 14/03/05):

Hace un año que los españoles votaban bajo los efectos de los ataques del 11-M. No sólo lo hacían bajo la conmoción de la brutalidad terrorista sino, en muchos casos, creyendo lo que decía machaconamente la oposición, que los atentados eran producto de del apoyo a la intervención en Irak. Pues bien, un año más tarde –y según todas las encuestas- más del 60% de la población cree que la amenaza del terrorismo islámico sigue viva y casi un 15% más piensa que se ha incrementado en los últimos meses, a pesar de habernos retirado de Irak. Y tienen razón. De hecho, los españoles deberían estar muy preocupados porque al afán terrorista de sembrar la destrucción se le junta la incapacidad del actual gobierno para comprender el riesgo al que nos enfrentamos y, por tanto, para mejorar la seguridad de todos los españoles.

El grado de vulnerabilidad de un país depende de dos factores: de la existencia de una amenaza y de la adecuación de sus medios para contrarrestarla. Con esta ecuación en mente, no cabe lugar a dudas: España ha visto aumentar su vulnerabilidad en el último año. Por un lado es patente que los terroristas no se contentaron con la retirada española de Irak ordenada por Zapatero en su estreno como presidente. Todo lo contrario. Y en esto no vale lo que dicen los dirigentes socialistas, lo importante es lo que creen los terroristas, no la Moncloa. Y lo que dicen es bien claro y se puede consultar en cualquiera de las webs utilizadas por los seguidores de Bin Laden: España fue débil y se doblegó ante sus amenazas. Ahora bien, quienes perpetraron los ataques del 11-M no sólo demandaron la salida de Irak, sino también de Afganistán y de tierra musulmana. Otros islamistas siguen hablando de Al Andalus como una tierra a reconquistar en su camino al califato. No, el terror islámico no se ha olvidado de España. Hasta la bochornosa cumbre organizada por el Club de Madrid lo ha reconocido. Por tanto, la amenaza sigue ahí fuera (y presumiblemente también adentro).

Pero los terroristas y sus maléficos planes son sólo una parte. La otra es responsabilidad directa del gobierno, el garante de nuestra seguridad. Y aquí es patente que se ha fallado. No sólo porque su decisión de retirarse de Irak le diera nuevos bríos a los grupos terroristas, sino, sobre todo, porque Zapatero ha mostrado una crónica incapacidad para querer – y saber- enfrentarse al problema. De hecho, queriendo desligar el 11-M de un entramado global y convirtiendo a los terroristas en criminales comunes, Zapatero está diciendo a voces que el terrorismo islámico es una cuestión policial y, como mucho, un problema de inteligencia. En consecuencia, ha llevado al ministro Bono a admitir tanto en su directiva de defensa nacional como en el borrador de la Ley orgánica de defensa nacional que el terrorismo es el principal enemigo del mundo occidental (tal y como dice la OTAN), pero que las fuerzas armadas tienen poco que hacer frente al mismo. Es más, este desarme conceptual del gobierno apunta a que el recurso a la fuerza es siempre contraproducente, negando las palabras de Karzai de hace pocos días o la evolución en Irak, por ejemplo. El terrorismo es un fenómeno complejo y se combate con todos los medios legales a disposición de un gobierno. Marginando una pata esencial de la seguridad, como son los ejércitos, se les envía un mensaje equívoco a los terroristas: El gobierno español no les va a hostigar en sus santuarios fuera de España, sólo enviará órdenes de búsqueda y captura cuando más.

En segundo lugar, este gobierno no ha promovido los cambios necesarios en el entramado institucional de seguridad y defensa de España, dejando tan inadaptada nuestra seguridad frente al terrorismo como hace un año. La incorporación de más traductores y el aumento de la plantilla del CNI son cuestiones del todo insuficientes; la propuesta de unificación de los cuerpos de seguridad del Estado con la consiguiente pérdida de competencias de la Guardia Civil en materia antiterrorista, un disparate absoluto; el centro antiterrorista en Interior un bonito planteamiento sin resultados prácticos. Después del 11-M los españoles nos merecemos más, por ejemplo, la figura de un asesor de seguridad nacional o de un zar antiterrorista pegado al presidente del gobierno. Y con capacidad ejecutiva.

Cuando uno por sí mismo es incapaz de garantizarse la seguridad, siempre queda confiar en la solidaridad de otros a través de las alianzas multinacionales o bilaterales. Pero en este plano Zapatero ha conseguido en un tiempo record separarse de quien mejor nos podía proteger, los Estados Unidos, confiando en un proyecto virtual como es la política de seguridad de la UE, cuya solidaridad en este tema ha quedado tan patente como las ausencias en la cumbre antiterrorista de los principales mandatarios europeos, desde Blair a Chirac pasando por Schröder. España está hoy más sola frente a la amenaza terrorista. Caprichosamente.

Un año después del 11-S los americanos estaban más seguros, producto de sus acciones en el exterior, de la cooperación internacional y de las medidas de protección de su suelo. Un año después del 11-M el gobierno español en lugar de mejorar el control de fronteras, las abre de par en par, se preocupa más de los derechos civiles de minorías como los gay que de la defensa nacional y en lugar de perseguir la victoria sobre el terror busca el diálogo y el acomodo con él. Lo intenta con ETA y anhela una alianza de civilizaciones con los islamistas. A diferencia de los americanos, los españoles, un año después, somos más vulnerables. Pero podríamos no serlo.