Maná bajo condiciones

Sin el turismo, la historia económica española de los últimos 50 años habría sido otra, bastante peor. El valor de su producción alcanza ya el l0% de toda la economía: hacia el l5% en Andalucía, en la Comunidad Valenciana, en la ciudad de Barcelona y bastante más en Baleares --¿monocultivo excesivo en este último caso?--. Tal es su impacto interior, de oferta y de demanda, y viene siendo así desde hace bastantes años.

Pero es que, además, este ingente aporte es exterior, en el sentido de que se ha de valorar y registrar dentro de nuestra balanza de pagos, también con la zona euro, en la que se inserta en la balanza de servicios. ¿Han oído hablar del voluminoso déficit corriente en esta balanza, en torno ya al l0% del producto interior bruto? Pues sería superior en unos 30.000 millones, un cuarto más (casi 3 puntos más de PIB). Este gasto exterior turístico, al que se podría añadir el interior a efectos económicos, presenta estabilidad y crecimiento; en el 2008 parece que ha disminuido algo el número de turistas, pero su gasto per cápita ha aumentado, entre otras razones por el efecto de los precios.

Y, en el pasado, su papel, el del turismo extranjero, fue, si cabe, todavía más crucial, estratégico: la economía franquista no lo descubrió hasta los años 60 --a pesar de las graves dificultades de balanza de pagos en los 50--, cuando en Italia ya estaba en plena marcha (sea por las razones que fuere, quizá por "seguridad"). En la década de los 60 fue clave para posibilitar un desarrollo sin estrangulamiento exterior, con unos 550 millones de dólares --a 60 pesetas-- de "recaudación" turística anual, que, junto a las remesas de emigrantes y la entrada de capital, financiaron el amplio déficit comercial consiguiente a la liberalización. De nuevo, en los años 70 el turismo fue salvador de nuestros pagos exteriores, para atender el déficit comercial abierto por el Acuerdo Preferencial con Europa (1970, Ullastres) y a las importaciones del petróleo, muy encarecido en la segunda mitad de la década.

Pasando a etapas más cercanas, el papel económico del turismo fue un alivio en la crisis 1979-1984 y tuvo un destacado protagonismo en la expansión 1985-1991; y nuevamente de alivio en las dificultades exteriores e interiores 1991-1994. Y hasta nuestros días: ahí está el turismo prestando su apoyo a la economía española, desmintiendo a todos aquellos que lo diagnosticaron como volátil. Y estos puristas o nostálgicos que se quejan de "las molestias" que les causan los turistas, por ejemplo en mi Barcelona, ¿no muerden la mano que les da de comer?

En el título uso el término maná. El diccionario de la Real Academia lo define como "rocío milagroso y sustancioso con que Dios alimentó al pueblo de Israel en el desierto", con lo que aludo al regalo que supone nuestro clima y posición geográfica, además de algunas características de nuestros ciudadanos, para explicarnos nuestro éxito turístico (con Francia, Italia, EEUU, Gran Bretaña...). Pero ahora, y desde hace unos años, hay que encarar urgentes retos que condicionan la continuidad y dinámica de esta fuente de riqueza. A guisa indicativa: mejor atención al buen urbanismo y a lo medioambiental en zonas turísticas, actuales o potenciales; mayor atención al sector y a la empresa hotelera, con énfasis respecto al de apartamentos (más alto valor añadido y más transparencia fiscal); infraestructuras de movilidad adecuadas; encarar el acuciante problema de la financiación de los municipios turísticos que reciben pocos ingresos del fenómeno turístico y, en cambio, ven aumentados sus costes --con ello, se les haría menos dependientes de alegrías en las licencias de obras (a no descartar una tasa municipal por pernoctación, moderada y afectada, o una participación local en el IVA final)--; aumento de la seguridad ciudadana y hasta, como envolvente, estabilidad econó- mica y de precios... Ah, y el consabido criterio a favor de la calidad, en el que creo a medias.

Y todos estos retos aparecen especialmente ahora, como se ve por la dinámica que conseguimos, más bien cansina en los últimos tiempos. Estamos rodeados en el Mediterráneo de destinos competitivos como Grecia, Malta, Túnez, Marruecos, Egipto, Turquía y, sobre todo, la costa croata. En realidad todos los destinos son potencialmente concurrentes, comprendidas las Américas, desde Nueva York o California hasta los caribes, pasando por Cuba, México o Centroamérica. La lucha de precios es encarnizada con todas estas zonas competitivas, a lo que hay que responder con una buena combinación de calidad-precio. Es por todo eso que hay que hacer frente a los retos con las líneas de acción arriba enunciadas, entre otras.

Con todo ello convoco, modestamente, una política turística en todos estos frentes y algunos más --como el diseño de campañas publicitarias exteriores eficientes-- para que el turismo siga teniendo el papel de motor de la economía española y de su financiación exterior. Nos jugamos mucho en ello, como ya he intentado argumentar: también alrededor del l0-l2% de la ocupación total (contando las cohortes, efectos indirectos, más todavía). No lo olvidemos, administradores y administrados.

Jacint Ros Hombravella, catedrático emérito de Política Económica. Universitat de Barcelona.