Una realidad innegable: la influencia económica de China en el mundo

Por Gerardo del Caz, analista de Política Internacional, especialista en temas de seguridad y desarrollo en Asia (GEES, 07/09/05):

Introducción
El 5 de septiembre comienza en Pekín la V Cumbre China-Unión Europea que vendrá a ser también una celebración de los 30 años del establecimiento de las relaciones diplomáticas entre China y la UE. Con toda probabilidad los discursos institucionales de Barroso van a contrastar con las duras negociaciones que tendrán lugar entre el comisario de comercio Mandelson y las autoridades chinas respecto al creciente desequilibrio comercial entre la UE y China que, según estima Eurostat, rozará en 2005 los 100 mil millones de euros. De igual modo y si las consecuencias del huracán Katrina no lo hubieran impedido, se habría producido en este mes de septiembre un encuentro entre Hu Jintao y G. W. Bush para tratar temas como el déficit comercial americano con China o los derechos de propiedad intelectual. China aparece como un elemento clave en las relaciones económicas mundiales.

En las últimas semanas son varias las noticias que han acaparado la atención respecto a esta creciente importancia que China ha adquirido. En primer lugar la moneda china, oficialmente denominada renminbi y conocida popularmente como “yuan”, abandonó el tipo de cambio fijo con el dólar a finales de julio. Por otra parte se repitió el episodio en el que una empresa china intenta adquirir otra en EEUU; se trataba esta vez de la oferta de CNOOC, la petrolera controlada por el Estado chino, por Unocal, la novena empresa por reservas de gas de EEUU. La oferta, que contaba en un principio con el visto bueno de los accionistas, fue finalmente retirada ante las diversas trabas políticas impuestas desde Washington. Por último, hemos comprobado las consecuencias del dinamismo de las exportaciones chinas al haber superado en el mes de agosto las cuotas fijadas por la UE a los productos textiles para todo 2005 y quedando miles de contenedores inmovilizados en los puertos de la UE.

Las cifras producen vértigo: China se ha convertido en el mayor receptor de inversión extranjera en el mundo (cada semana recibe más de mil millones de dólares de inversión directa) y participa en un 34% del volumen mundial de transacciones comerciales. China no sólo quiere ser la fábrica de productos baratos, sino que gracias a millonarias inversiones aspira a fabricar componentes de tecnología avanzada y, en el futuro, a liderar el desarrollo tecnológico mundial. El número de universitarios y de graduados en carreras técnicas ya supera a los de Europa, EEUU y Japón juntos, las inversiones en alta tecnología han permitido alcanzar las mayores ganancias de productividad mundiales a la vez que incorporaba en una década (1993-2003) a más de 130 millones de personas al mercado de trabajo. Un país que hace 15 años era autosuficiente en prácticamente todas las materias primas y en productos energéticos es hoy uno de los mayores importadores de metales o petróleo.
La integración de China en la economía mundial es un hecho paulatino que comenzó antes de los años 90 y que se culminó con la entrada de China en la OMC. Pekín, siguiendo las líneas aperturistas de Deng Xiaoping, supo ser pragmático en lo económico y renunció a los fracasados postulados de las primeras décadas de la Revolución para poder avanzar en lo económico y alcanzar la relevancia internacional históricamente ansiada.

Sin embargo, a la vez que China ha dado pasos para su plena integración en los mercados internacionales, no es menos cierto que en términos políticos no se puede afirmar que esté haciendo lo propio. El régimen chino no ha realizado prácticamente ningún progreso en materia de defensa de los derechos humanos o de las libertades individuales, continua ejerciendo un supuesto papel de cabeza del tercer mundo frente a EEUU a la vez que apoya explicita o veladamente a dictadores como Mugabe o Castro. No es de extrañar que muchas acciones en el terreno económico se vean pues afectadas por una desconfianza lógica en términos políticos y que cualquier movimiento suscite recelos cuando no oposición.

La débil revaluación del yuan y el fracaso del intento de adquisición de Unocal al ser bloqueado por el Congreso de los Estados Unidos es una muestra de esto último.

Revaluación del yuan
El pasado 21 de julio el yuan abandonó el tipo de cambio que fijaba su paridad frente al dólar en 8,28 unidades y que se había mantenido invariable desde 1994. Apreciando su divisa, el Banco Central de China cedió a las presiones de Estados Unidos y de otros socios comerciales como la Unión Europea o Japón que consideraban el artificialmente devaluado tipo de cambio chino como una ventaja competitiva para las exportaciones y, por tanto, un elemento clave que contribuía al desequilibrio en la balanza comercial con este país y a una fuente de inestabilidad para el crecimiento económico.

En cuestiones cambiarias, a la ausencia de transparencia de Pekín se une su falta de flexibilidad. El Gobierno chino utiliza la libertad de comercio internacional de una forma ciertamente particular, participa plenamente y de forma creciente en los mercados internacionales pero, al mismo tiempo, fija un tipo de cambio artificial que beneficia directamente a sus exportaciones. En condiciones normales, un excedente comercial de las dimensiones del chino y tras tantos años de superávit, empujaría la divisa propia frente a la del país con déficit pero, debido a la intervención estatal en los mercados, esto no ha sucedido en China.

Al abandonar el tipo fijo frente al dólar, el yuan ha pasado a un sistema de flotación mínima controlada. En la práctica esto consiste en referenciar el tipo de cambio a una cesta de divisas internacionales de la cual no se ha desvelado ni las monedas que forman parte ni el diferente peso de cada una de ellas. Se permitirá una flotación diaria del yuan de hasta el 0,3% frente al dólar y de hasta el 1,5% frente a otras divisas siguiendo un sistema análogo al ya utilizado en Singapur. El tipo de cambio será publicado diariamente por una agencia estatal (ww.safe.gov.cn).

La revaluación se hizo pública justo un día después de la publicación de los datos macroeconómicos del segundo trimestre que mostraron un crecimiento de 9,5%, muy por encima de las expectativas y de trimestres anteriores. Además, las cifras arrojan la atípica combinación de una economía en pleno crecimiento con una ausencia de tensiones inflacionistas.

Diversos medios de comunicación especulaban semanas antes que en caso de que la economía lo permitiera, la revaluación sería un gesto de Pekín a Washington ante la esperada visita de Hu Jintao a EEUU y que buscaría evitar una subida de aranceles promovida por diversos senadores y “lobbies” americanos, como el de las industrias textiles, que pretenden frenar la invasión de productos chinos y reducir el déficit comercial. En este sentido, el pasado mes de junio el senador Charles Schumer retiró temporalmente su propuesta de incrementar los aranceles a los productos textiles chinos en un 27,5% (medida que difícilmente encajaría con los acuerdos de la OMC) tras las indicaciones de la Reserva Federal asegurando que el yuan se revaluaría.

Al final, más de dos años de crecientes presiones dieron su resultado y, por fin, tras innumerables desmentidos oficiales, el yuan cesó su paridad cambiaria con el dólar. Sin embargo la realidad, como ahora veremos, no pueda satisfacer por completo las expectativas

Trascendencia en los mercados mundiales
El efecto cuantitativo de esta medida fue la apreciación de la moneda en un simple pero simbólico 2,1% frente al dólar. La cifra es más bien insignificante frente a las estimaciones del Tesoro de EEUU que consideraba en un 20% la devaluación artificial de la que era objeto el yuan por parte del Gobierno. El propio senador Schumer consideró esta revaluación como “el paso de un bebé que deberá continuarse” y, si hay un consenso entre los diferentes analistas, es que esta apreciación no tendrá efectos de importancia en el saldo comercial de China con otros países.
Los responsables financieros, para intentar desincentivar posibles movimientos especulativos, emitieron declaraciones asegurando que no se realizarán posteriores modificaciones al tipo de cambio pero, en los días siguientes a la revaluación, el Banco Central Chino tuvo que intervenir para acabar con los rumores de que este 2,1% era sólo el primer paso. La realidad es que los movimientos en los mercados internacionales de divisas tras la revaluación sugieren que este 2,1% es demasiado poco. Bancos como JP Morgan o Goldman Sachs estiman que hasta finales de 2006 el incremento será de más de un 10% y así lo refleja el mercado de futuros.

Otra consecuencia inmediata fue la realineación de las divisas asiáticas que ya no temían una perdida de competitividad de sus productos frente a los chinos. Malasia revaluó su moneda el mismo día y los mercados de divisas hicieron lo propio con las monedas japonesa o coreana que ajustaron al alza sus tipos de cambio

El mayor reto frente al que se enfrenta ahora la economía china es el de controlar la compra especulativa de yuanes por las expectativas surgidas ante futuras revaluaciones. China siempre ha intentado evitar la posibilidad de entrada de capitales especulativos que puedan dar lugar a una crisis similar a la de Tailandia a finales de los 90. Una entrada de capitales que escape a los controles oficiales pondría en peligro el frágil sistema financiero y aumentaría el riesgo de inflación. De hecho, con toda probabilidad, uno de los objetivos de la confidencialidad de las divisas frente a las que se referencia el yuan es desincentivar compras especulativas de una moneda frente a otra.

En cualquier caso el movimiento en el tipo de cambio del yuan ha puesto de relevancia algo que muchos temían y que es más importante para la economía mundial: la capacidad del Banco Central de China para influir en la economía americana. La reacción más inmediata tras conocerse la revaluación fue la venta de bonos americanos con los que el EEUU financia su enorme déficit fiscal. Venta que se fundamenta en la preocupación en los mercados de capitales a que China no adquiera más deuda pública estadounidense o a que se diversifiquen sus enormes reservas vendiendo dólares y comprando otras divisas más seguras. Si esto sucediera, los tipos de interés, que evolucionan de forma inversamente proporcional al precio, subirían y esto afectaría en EEUU a los préstamos de empresas y particulares, incluyendo las hipotecas y podría dañar la endeudada economía americana.

Hay razones para preocuparse: China se ha convertido en el segundo poseedor dólares del mundo gracias a sus reservas de 711.000 millones de dólares y, durante años, junto otras economías asiáticas, han buscado mantener artificialmente bajos los tipos de cambio frente al dólar mediante la compra de deuda pública estadounidense y la inversión de los excedentes comerciales en activos en dólares.
Como Pekín ha diversificado sus reservas de divisas desde hace tiempo, es difícil creer que esta pequeña revaluación tenga efectos futuros sobre las reservas de divisas o pueda producir una venta masiva de dólares. En cualquier caso el nerviosismo en los mercados de divisas de las últimas semanas se ha hecho patente.

Las reacciones a la revaluación del yuan han sido unánimes: es un buen paso pero insuficiente:

· Sigue sin existir la transparencia exigible a una economía que aspira a ser en pocas décadas la mayor del mundo.
· No se ha desvelado la composición de la cesta de monedas frente a las que fluctuará el yuan y existe incertidumbre sobre el grado de apreciación que se aceptará.
· China evita por el momento el riesgo de consecuencias comerciales pero éstas volverán a estar sobre la mesa cuando se vea que la revaluación apenas tiene efecto sobre la balanza comercial

Es cierto que China tiene sus propias prioridades económicas como facilitar un enfriamiento no traumático a una economía que crece al 9% anual, o el problema que supondría en términos de desempleo un sector exportador menos competitivo (China cuenta ya con 400 millones de desempleados), y los problemas que se producirían en un sistema financiero con alta morosidad, pero las exportaciones chinas no pueden basarse a largo plazo en un yuan artificialmente devaluado.

Implicaciones para la economía China
Para China la consecuencia más inmediata de la revaluación es ganar tiempo, y conseguir evitar de momento represalias comerciales al esgrimir un mero gesto en la dirección correcta.

Sin embargo, al contrario de lo que muchos afirman, esta revaluación carece de credibilidad y puede significar menos flexibilidad para Pekín a la hora de actuar sobre los problemas de su economía doméstica. La clave para que un sistema de cambio sea estable y fiable es que éste sea consistente con los indicadores básicos de la economía. Estos indicadores no son otros que los que reflejan los mercados internacionales que ven al yuan artificialmente devaluado. El primer día de negociación tras la flotación se advirtió este hecho con los futuros a un año de los tipos de cambio que marcaron 7,64 yuanes por dólar. Sin embargo el yuan se revalorizó tan solo hasta los 8,1111 yuanes por dólar. Quedó patente que Pekín no va a permitir que los mercados tengan ningún papel a la hora de fijar el tipo de cambio.

Al intentar evitar que los especuladores se beneficien de futuras revaluaciones, las autoridades monetarias chinas se han puesto en contra de los indicadores fundamentales y en contra del mercado. Como sabemos bien en Europa, y especialmente los británicos, intentar vencer al mercado es una posición muy arriesgada y costosa que, sobre todo, contradice los objetivos de intentar obtener una mayor flexibilidad monetaria.

El nuevo sistema restringe la capacidad de actuación china. Una franja de fluctuación sólo servirá para aumentar el apetito de los capitales especulativos. Esto se producirá debido a la inconsistencia de las políticas para desincentivar la entrada de capitales especulativos y el objetivo de controlar la expansión de los créditos. Las autoridades podrían combinar un incremento del control de capitales con la aplicación de políticas monetarias permisivas para mantener los tipos de interés bajos y desincentivar flujos entrantes pero, con una política monetaria expansiva, se fomenta el crecimiento de los créditos domésticos y la inflación.

Así, enfrentándose a la especulación monetaria, las autoridades chinas dejaran de lado importantes objetivos macroeconómicos más importantes y pondrán en peligro la inflación, el sistema bancario y lo más importante, el crecimiento sostenido.

Las autoridades chinas pueden ganar esta guerra autoimpuesta pero, ¿a qué precio?, la experiencia demuestra que la mejor manera de evitar a los especuladores es dejar fluctuar el tipo de cambio según el mercado a la vez que se mantienen los controles de capitales.

Es necesario que China deje apreciarse el yuan en los mercados financieros como forma de reducir la tensión especulativa. Las consecuencias de una apreciación del yuan serían en general positivas:

· Corregiría desequilibrios comerciales al eliminar ventajas competitivas basadas en el valor de la divisa.
· Significaría una capacidad mayor para China de aprovecharse de materias primas más baratas
· Sería difícil que se produjeran consecuencias deflacionistas dentro del país debido al incremento de la demanda.

Adquisiciones chinas y demanda energética. Intento de compra de Unocal por CNOOC
Otra muestra de la importancia mundial que ha adquirido China es en el hecho de contar con gigantes industriales capaces no sólo de competir en los mercados internacionales sino, también, de comprar firmas occidentales e invertir la tendencia anterior según la cual eran las firmas extranjeras las que adquirían activos en China.

Unocal se ha convertido en el último episodio tras la experiencia de LeNovo adquiriendo la división de equipos informáticos de IBM o de empresas como Haier, el fabricante de electrodomésticos que adquiere empresas en Europa y Estados Unidos. Unocal es la novena empresa petrolera del país con una mínima cuota en el mercado petrolero americano pero con extensas reservas de petróleo y gas en países como Indonesia o Malasia

CNOOC, la empresa de petróleos más grande de China, intentó adquirir Unocal por la cifra de 18.400 millones de dólares que incluye una importante prima sobre el precio de mercado para los accionistas de Unocal. Se trató de la mayor oferta de una empresa china por otra americana de la historia, y se financiaba con bonos respaldados por el Gobierno chino a 30 años y sin intereses junto a un crédito de un banco estatal al que, nada casualmente, el Gobierno chino había inyectado más de 6.000 millones de dólares hacía menos de un mes. De hecho, el Gobierno chino es el mayor accionista de CNOOC.

Desde EEUU lo que en principio se veía con buenos ojos por los beneficios para los accionistas se transformó en recelos hacía una posible hegemonía china en los yacimientos de Asia. De hecho en cuestión de semanas ciertos congresistas americanos hicieron aprobar la petición de estudiar medidas de transparencia en el caso de adquisiciones de empresas americanas por parte de compañías extranjeras y en concreto, se señaló compradoras estatales o procedentes países sin mercados transparentes como aquellas susceptibles de encontrar obstáculos.
A pesar de la preocupación en el mercado energético por la entrada de un competidor chino, es difícil que CNOOC, con poca capacidad de refino y que actúa más en el negocio de la producción que en el de la comercialización considerara entrar en el mercado minorista americano. CNOOC buscaba asegurarse los activos y las reservas de Unocal de petróleo y gas que, en su mayor parte, se encuentran en Asia. Este hecho permitiría a CNOOC (y a China) conseguir una fuente de suministro de petróleo estable para los próximos años y reduciría la necesidad de China de disputar reservas petrolíferas a países como Japón, Filipinas o Rusia con los que ya tiene litigios territoriales por zonas con yacimientos.

Es también improbable que si la producción actual de Unocal se trasladara a China, esto tuviera algún efecto en el mercado americano. CNOOC lleva años comprando yacimientos en el sudeste asiático. De hecho, fue CNOOC quien adquirió todas las operaciones de exploración y los derechos reproducción de crudo de Repsol en Indonesia en el año 2002 y cuenta además con yacimientos en Malasia y contratos asegurados de aprovisionamiento con empresas australianas.

El gobierno de Pekín mantuvo en todo momento que esta oferta era exclusivamente comercial y negó que se tratara de una acción estratégica de China para controlar reservas de petróleo en otros países. La realidad es que, tras años de crecimiento económico espectacular, el consumo de petróleo se ha disparado y, tanto el Gobierno chino como las empresas controladas por él, buscan asegurar el aprovisionamiento. En los próximos años, y según planes oficiales, China planea añadir 330.000 barriles diarios de capacidad de refino y se convertirá en uno de los tres mayores importadores de crudo. En este sentido, Pekín ha cerrado contratos a largo plazo que incluyen mecanismos para reducir los riesgos debidos a las fluctuaciones en el precio del barril diario con ciertos países, entre ellos Venezuela e Irán, dando más dimensiones políticas a la cuestión del abastecimiento energético

Precisamente son motivos políticos los que han hecho fracasar la operación. La desconfianza en el régimen de Pekín, su falta de transparencia y los recelos que suscita en muchos ámbitos fueron determinantes para valorar la oferta. Además de los importantes asuntos bilaterales en materia de comercio, la oferta ha tenido lugar cuando el barril de petróleo se sitúa en torno a los 60 dólares, aumentando así el valor económico y político de las reservas energéticas.

El Congreso americano solicitó estudios relativos a la seguridad nacional que durarían meses y un grupo de congresistas, encabezado por Schumer, consiguió hacer que se aprobara una resolución que fijaba numerosas trabas a empresas con participación estatal extranjera para adquirir participaciones en empresas estadounidenses. Es decir, el caso de CNOOC.

Esta intervención del Congreso Americano es a priori una incongruencia tras los mensajes que Washington da a Pekín solicitando transparencia y la lucha por abrir los mercados a la inversión a lo largo y ancho del mundo pero no se puede ocultar que las empresas chinas no operan en los mercados internacionales con una lógica puramente empresarial sino que siguen estrategias políticas marcadas desde Pekín y con recursos estatales. En lo relativo al aprovisionamiento energético, es natural que se vea con recelos la política china en este sentido con contratos opacos en Venezuela e Irán que bien pudieran ser a cambio de cooperación militar.

Finalmente CNOOC retiró su oferta ante la evidencia de que, a pesar de ser más cuantiosa que la de Chevron, contaría con la oposición política del Congreso. Es ahora discutible si la intervención ha sido positiva o negativa para EEUU y si los activos de Unocal justificaban esta decisión. Lo que está claro es que las reticencias que CNOOC ha levantado políticamente no existieron cuando una compañía extranjera como BP se hizo con Amoco (tres veces el tamaño de Unocal y con presencia mayoritaria en muchos estados) hace cuatro años. Los accionistas minoritarios de Unocal han sido los más perjudicados al ser la opción de Chevron la preferida a pesar de ser mil millones de dólares inferior.

Respecto a China, su necesidad de aprovisionamiento energético sigue creciendo, en 2014 se prevé que sea de 14 millones de barriles diarios, y con toda probabilidad CNOOC u otras empresas estatales intentarán adquirir otros activos de producción en Asia a empresas europeas o australianas. El problema es que muchos de los yacimientos de gas y petróleo se encuentran en países que comparten la misma necesidad de China por asegurarse recursos energéticos a largo plazo. Esto ha quedado patente en la reciente pugna por PetroKazakhstan, la compañía canadiense con licencias de explotación en Asia Central, donde otra empresa estatal petrolífera china se impuso a la empresa nacional india de petróleos por hacerse con el control.

Es improbable que China opte por la vía de Japón que renunció a acuerdos bilaterales en los años 70 para asegurarse su suministro y que hoy se encuentra en una difícil posición sin reservas propias y a merced del precio del crudo en los mercados internacionales con las consiguientes incertidumbres para la economía.

Contenciosos comerciales
El uno de enero de 2005 se ponía fin al acuerdo “multifibra” por el que se fijaban cuotas de importación para productos textiles. Éstos, a partir de esta fecha, se incorporaban a las disposiciones del acuerdo GATT en el marco de la Organización Mundial del Comercio y sobre los cuales únicamente se podrían establecer cuotas provisionales de emergencia.

A finales de agosto más de 75 millones de toneladas de productos textiles chinos se encontraban inmovilizadas en las fronteras de la UE. Las cuotas previstas se habían superado. En los siete primeros meses de 2005, las exportaciones chinas de textiles llegaron a 61 mil millones de dólares, un 28% más que el año anterior y con incrementos del 150% en artículos como suéteres o pantalones. Ante la presión de algunos países con importantes intereses (y puestos de trabajo) en la industria textil como Francia, Italia, España o Portugal, la UE impuso unas cuotas anuales que en 8 meses han sido ampliamente superadas.

En EEUU también se han impuesto limitaciones a la importación de productos chinos con incrementos de aranceles en diversas categorías, principalmente la des de productos textiles, tras haber experimentado las importaciones de China un aumento de 38% en los primeros 6 meses del año.

La inclusión de China en el comercio mundial, por su innegable competitividad económica supone una amenaza para las industrias locales de numerosos países. Sería hipócrita por parte de europeos o americanos ejecutar medidas proteccionistas cuando se ha presionado tanto a países menos desarrollados por abrir los mercados a sus productos.

Lo que se alega es que no se trata de una competencia libre y limpia, sino que los productos chinos se encuentran doblemente favorecidos por subvenciones a empresas con ventas en el exterior (el llamado “dumping chino”) y por un tipo de cambio artificialmente reducido. Se advierte de que el objetivo chino a largo plazo sería desmantelar buena parte de la industria mundial de textiles para dejar a China el monopolio de la producción en masa.

En Europa, las visiones son muy diferentes. Por un lado están los países que apuestan por actitudes proteccionistas, encabezados, cómo no, por Francia, y que defienden las barreras comerciales como forma de preservar los empleos. Por otro lado, el Reino Unido, tradicional partidario del libre comercio, es el portavoz visible de otro grupo de países que demanda una flexibilización de las cuotas para permitir el acceso de los consumidores a precios más bajos y aprovechar la ventaja comparativa en términos de coste.

Sin duda esta cuestión se extenderá a otros muchos productos y es necesario que tanto en Europa como en EEUU estemos dispuestos a abordar el debate con coherencia. La globalización nos obliga a tener que ver estas cuestiones desde muchos prismas, como consumidores deseamos tener productos baratos, como trabajadores deseamos tener un trabajo asegurado y como accionistas deseamos que nuestra empresa produzca donde sea más barato para ganar más margen. Encontrar un equilibrio se hace cada vez más difícil. Y con China no será fácil. Por el momento se estima que la paralización de las mercancías costará a las empresas textiles (y finalmente a los consumidores) unos 800 millones de dólares.

En los próximos años, a medida de que no sólo se trate de textiles (de hecho la industria de zapatos europea ya ha solicitado un sistema de cuotas de emergencia para 2006 y 2007), y cuando la capacidad industrial china siga compitiendo en segmentos de mayor valor añadido, se hará muy difícil justificar el origen de la competitividad china en factores únicamente políticos para justificar barreras proteccionistas.

Es cierto que algunos elementos de la economía china como la intervención política y los ya citados del tipo de cambio o las subvenciones a las exportaciones, son difícilmente compatibles con un régimen de libre competencia, pero en cualquier caso los europeos y americanos deberemos decidir si estamos dispuestos a intentar ser competitivos o a renunciar al tren de la historia, rendirnos, y erigir barreras comerciales para mantener rígidos modelos económicos y sociales.

Conclusiones
La aparente responsabilidad y cautela de China en materia económica precisa de una confianza política de la que, hoy por hoy, Pekín no puede hacerse merecedor y para la que se exigen mucho más que revaluaciones mínimas y oportunamente escogidas para evitar represalias comerciales. A su régimen político hay que añadir factores como la falta de protección de los derechos de propiedad intelectual, su creciente gasto militar, su actitud hacía Taiwán o la comprensión hacia el régimen de Corea del Norte. En el plano económico, a un tipo de cambio devaluado se suman asuntos como las compensaciones no transparentes a empresas exportadoras o su intervenido y politizado sistema financiero.

La entrada de China en el comercio mundial ha supuesto muchísimos beneficios para China y para el resto del mundo pero, al mismo tiempo, el enorme peso que China tiene en el escenario internacional conlleva responsabilidades como, por ejemplo, respetar los mercados cambiarios internacionales ya que una política errónea sobre el tipo de cambio, dado su peso en el comercio mundial, puede tener consecuencias negativas tanto para el comercio internacional.

En este principio de siglo es donde veremos si internacionalmente China es capaz de ser un actor más que actúa con responsabilidad y criterios de interés general a la hora de tomar decisiones o si, por el contrario, opta por una actitud egoísta y de confrontación que a la larga no traerá ningún beneficio y que incluso, a medio plazo, repercutirá en su actividad económica negativamente.

Igual que la revaluación del yen japonés en los 80 posibilitó que numerosas empresas japonesas adquirieran activos fuera de sus fronteras y en especial en América. La compra de Unocal es otro paso en una sucesión de ofertas donde las empresas chinas entrarán en el mercado global. La particularidad estriba en que la mayor parte de estas empresas están controladas directa o indirectamente por Pekín y se guiarán por directrices políticas en el caso de sectores como el energético o el de las materias primas. En este sentido, es reveladora la creciente presencia de empresas estatales chinas en Hispanoamérica con objeto de abastecerse de minerales como cobre o cinc entre otros y que se acompaña de unos contactos políticos teñidos de un cierto antiamericanismo.

La oposición del Congreso americano a la adquisición de Unocal no será la última ocasión en la que se tendrá que analizar la compra de empresas americanas por empresas chinas y será difícil evitar que, en el futuro, parte del enorme superávit comercial chino y sus reservas en dólares, sirvan para financiar las absorciones de empresas extranjeras. Por otra parte, y como lo demuestra el hecho de que la oposición a la adquisición se produjera tras la revaluación del yuan, Washington necesitará mucho más que meros gestos para que Pekín sea considerado un país normal y no despierte recelos. China sigue beneficiándose de un mercado global en el que se le permite competir con la ventaja de mantener una divisa devaluada para sostener sus exportaciones.

Por otra parte es necesario ser consciente de que el desequilibrio de la balanza comercial no se debe únicamente a un tipo de cambio devaluado en mayor o en menor medida. Es la propia estructura del crecimiento económico de China y otros países asiáticos que, siguiendo el modelo fijado por Japón y basado en la competitividad de sus exportaciones, el que es responsable de este desequilibrio. En tanto en cuanto esta dependencia de las exportaciones continúe, los países asiáticos intentarán que sus divisas sigan devaluadas. Desde luego, un cambio del 2% no cambiará este esquema de crecimiento

Se debe resaltar que, en cuestiones financieras, Washington tiene en el elevado déficit público su talón de Aquiles. La perdida de confianza en el dólar debido al enorme déficit americano podría suponer un desastre para la economía mundial y sería conveniente que la Administración Bush tomara conciencia de ello. La posición inversora de China en bonos americanos, como forma de invertir sus reservas en dólares, es enorme. Disminuir dichas reservas en dólares significará la compra de menos bonos y un incremento de los tipos de interés que afectaría a la economía americana y mundial. Paradójicamente y debido al déficit público americano, las autoridades monetarias chinas tienen indirectamente más capacidad que nadie para encarecer las hipotecas y los prestamos en Estados Unidos e, inmediatamente después, en Europa.

Respecto al contencioso sobre textiles, cabe sin duda exigir un comportamiento limpio de Pekín a la hora de defender y subvencionar a sus industrias así como que no intervenga excesivamente en el tipo de cambio por razones comerciales. Igualmente es necesario que Europa sea coherente y que definitivamente abandone la táctica de poner barreras comerciales en lugar de buscar las raíces de su propia pérdida de competitividad: a saber, excesiva regulación, baja productividad, modelos sociales obsoletos, etc. No sólo es inútil e ineficiente que el Estado intente evitar que un vendedor y un comprador, en pleno uso de su libertad, realicen transacciones sino que, a largo plazo, la decisión de renunciar a ventajas comparativas se paga con aún menos productividad en otros sectores y un empobrecimiento general.

Por último y de extrema importancia, mediante el respeto a las reglas del comercio libre, la apertura de los mercados foráneos y propios a la competencia, es posible que China cambie política y socialmente. Contrariamente a lo que pretende el régimen de Pekín y como la historia lo ha demostrado, es imposible abrir los mercados sin abrir los Gobiernos. China no debe ser una excepción.