Diferencias internas en Irán

Por Shahram Chubin, director de investigación del Centro de Investigación de Políticas de Seguridad, Ginebra, y autor de Iran´s nuclear ambitions (Carnegie Endowment, agosto de 2006). Traducción: Laura Manero Jiménez (LA VANGUARDIA, 14/08/06):

El culebrón del programa nuclear de Irán se prolonga ya desde hace tres años y no parece acercarse a su resolución. Durante todo este tiempo, las políticas regionales activistas del país - como en Líbano Hezbollah- han amenazado con agravar la inestabilidad antes aun de que Irán se convierta en potencia nuclear. Un Irán con capacidad nuclear, más seguro y enérgico, representaría un temible desafío para las políticas occidentales y la estabilidad de la región.

La comunidad internacional pretende limitar las actividades nucleares especializadas de Irán, que podrían desembocar en la fabricación de armamento, mientras que Irán sostiene que está en su derecho. El requisito indispensable para comenzar una negociación, desde el punto de vista occidental, es el cese de estas actividades.

Para Teherán, no obstante, aceptar ese requisito implica soltar su baza antes de que empiecen las conversaciones.

La respuesta de Irán, cuando llegue, muy probablemente será ambigua: aceptará negociar en principio, pero se negará a detener sus actividades. Sin ese cese, unas negociaciones muy prolongadas corren el riesgo de atar de manos a Occidente en cuanto a la aplicación de sanciones, por un lado, y de enfrentarse a un hecho consumado o un gran avance técnico, por otro. Con todo, el programa nuclear iraní no es producto de un consenso interno que Irán tenga ganas de dar a conocer.

Lo que la comunidad internacional no ha logrado, lamentablemente, es aprovechar las diferencias políticas existentes en el seno de Irán.

Si bien el programa nuclear es fuente de orgullo nacional y recibe un respaldo bastante generalizado, no hay tal unanimidad en cuanto al tema del enriquecimiento. Los dirigentes iraníes insisten en que el programa nuclear es un asunto de interés nacional que está por encima de las diferencias entre facciones. El apoyo al programa, de hecho, es una poderosa fuente de orgullo y afianzamiento de la independencia del país. Sin embargo, esto no es extensible a la insistencia y las prisas del régimen en cuanto al enriquecimiento o a sus tácticas de confrontación. La economía, el empleo y las relaciones con la comunidad internacional son prioridades muy claras para la mayoría de los iraníes.

Quienes en Irán buscan políticas de confrontación e insisten en seguir adelante con el enriquecimiento pretenden conseguir también un potencial nuclear que les permita consolidar su poder dentro del país y contrarrestar la influencia de Occidente. No quieren negociaciones ni acuerdos. Desean un Irán revolucionario que sea el principal poder de la región en su oposición a la influencia occidental. Este parecer no es compartido por los pragmatistas iraníes, que valoran en mucho su relación con Occidente y desean normalizar y desarrollar estas relaciones mediante el compromiso. Estos últimos desean la opción nuclear como baza que jugar para lograr ese fin. Están dispuestos a tomar en consideración la suspensión del enriquecimiento, pero siempre y cuando las negociaciones sean equitativas, no un dictado autoritario desde el exterior.

Las potencias occidentales han atacado el programa nuclear sin tener en cuenta las diferencias y las coacciones internas del país. No obstante, la cuestión nuclear es una pieza clave de la intensa lucha de poder dentro del país, en la que están en juego el futuro papel de Irán y su orientación internacional. El resultado de esta lucha determinará si Irán evoluciona para convertirse en un Estado normal - y cómo-, o si continúa siendo un escollo en la región, concienzudamente hostil hacia el poder y la influencia occidentales.

¿Qué pueden hacer los poderes externos para fortalecer a los pragmatistas?

En primer lugar, dejar de lado la idea preconcebida de que Irán es un Estado monolítico y que todos los iraníes nacionalistas están también, por tanto, a favor de las armas nucleares. Pese a ser nacionalistas, pocos iraníes quieren verse apartados de la comunidad internacional o están dispuestos a pagar el precio de ese programa, como tampoco desean ver que el régimen actual consigue hacerse con ese potencial.

En segundo lugar, aclarar que lo que se discute no es negarle la tecnología a la nación iraní, sino a un régimen irresponsable y oportunista, en cuyas manos la seguridad del pueblo de Irán estaría en peligro. (Resulta indicativo el comportamiento reciente en cuanto a Hezbollah.)

En tercer lugar, apelar al sentimiento nacionalista iraní y a las aspiraciones de reconocimiento y estatus del país, así como ofrecer respaldo a sus intereses legítimos como parte de una conciliación más amplia, en la que Irán se comporte como un Estado normal en lugar de revolucionario.

En cuarto lugar, asegurarse de que la coalición internacional se mantenga firme. El régimen iraní es sensible al sentir de la calle. Unas sanciones que se hagan notar perjudicarán a los partidarios de la línea dura y sus políticas.

Por último, no recompensar a los partidarios de la confrontación echándose atrás u ofreciendo concesiones. Se debería dejar de hablar de "cambio de régimen", cosa que les da una excusa para mantener su inflexibilidad. Al publicitar las condiciones de la oferta del paquete de incentivos se debería hacer hincapié en la reciprocidad que conlleva y en las ventajas de la normalización.

Alguien debería explicar al pueblo iraní que el precio que pagan ya - y que quizá tengan que seguir pagando- es resultado directo de las políticas de un grupo que, desde el seno de Irán, antepone su control del poder al bienestar del pueblo iraní.