A nuestros pescadores

He esperado unos días para escribir este artículo, que nace de mi admiración y gratitud a nuestros pescadores, hombres de mar que con su trabajo cooperan al bien común de España y del mundo. Líneas que dedico a las familias de los fallecidos, del santanderino Francisco San Pedro Faleato, de Gogfrey Kofi Buabeng, natural de Ghana, y del maquinista desaparecido, Walter Jhon Ferreyros, español de origen peruano y casado con una cántabra. Todos dotación del pesquero Vilaboa Uno, naufragado frente a la costa de Cabo Mayor. Pésame que extiendo a sus compañeros de navegación y a los de la Cofradía de Pescadores de Santander.

El escritor montañés José María de Pereda fue quien mejor describió en 'Sotileza' la sacrificada existencia de los pescadores, la ternura de sus reencuentros familiares después de bregar durante semanas y meses con la desoladora mar, la disciplina cotidiana de sus labores océano adentro o la nostalgia por la lejanía de sus hogares. Un desafío milenario a los océanos por almas recias simbolizado por Pereda en el protagonista de 'Sotileza' cuando, después de gritar «Jesús y adentro», la trainera fue protegida en el refugio salvador de la bahía, plegaria que ojalá hubiesen podido exclamar nuestros pescadores del Vilaboa Uno en este naufragio. Desigual lid del hombre contra el reino de las algas, donde para mantener el sustento familiar afrontan borrascas y tempestades, frío y calor, madrugadas estrelladas y noches de galerna, fuegos de San Telmo y nieblas, mientras la mar asecha una debilidad, un fallo mecánico, un error por el cansancio, para abalanzarse sobre ellos y atraparlos en un abrazo de eterna frialdad y negrura en el abismo abisal.

Muchos son los retos que cada marino, pescador, hombre de mar, afronta durante las largas vigilias y los esforzados días maniobrando sobre las olas para cosechar en sus redes los peces necesarios para dar el jornal a la familia que en tierra espera, mientras musitan plegarias a la Virgen del Carmen por el retorno de sus seres amados.

Si recia es la vida en los buques de nuestra Armada española, en los mercantes, en los petroleros y cargueros, en las embarcaciones científicas, nada iguala la dureza laboral de nuestros pescadores entre las redes y aparejos de sus barcos, turnos de vela y pequeño espacio de convivencia. Ellos son hombres de manos encallecidas, piel quemada, mirada recia, sonrisa franca, cuyo espíritu y voluntad está forjado con virtudes que necesita nuestra adocenada sociedad española: la humildad, la reciedumbre, la alegría, el sacrificio, la generosidad, el compañerismo, el esfuerzo, la lealtad, el trabajo y, sobre todo, la trascendencia del valor.

Porque es necesario ser espiritual y templado cuando muta la mar su color y el pacífico azul se transforma en un glauco sudario, el espejo danzante de la luna se metamorfosea en un negro monstruo de remolinos, corrientes que chocan y huracanados vientos que convierten los pesqueros en juguetes rotos del destino mientras sus dotaciones afrontan con temple las embestidas de las trombas marinas; cuando el bochorno se trueca en estremecedora tormenta que ilumina con terribles rayos las montañosas olas; en estos lances, además de otros crueles duelos náuticos entre el hombre y la naturaleza, sólo la valentía que mana de la trascendente vida interior hace al marino capaz de resistir firme los zarpazos de la bella y traidora mar.

Combate entre el hombre y la mar despojado en su grandeza de cualquier romanticismo que no sea vencer o morir, que cada singladura los hombres de mar afrontan con prudencia, fortaleza, pasión y humildad. Cada ocaso, en nuestros barcos de la Armada española rezamos por los compañeros caídos en acto de servicio, y por sus familias que los lloran, con nuestra militar oración marinera al Señor de la Calma y de la Tempestad: «Tú que dispones de viento y mar, haces la calma, la tempestad. Ten de nosotros, Señor, piedad. Piedad, Señor. Señor, piedad». A estos pescadores nuestros que han rendido su alma al Creador en las gélidas, extrañamente en calma, y negras aguas de nuestro Cantábrico, y con especial cariño a sus seres amados, se ofrecen estas líneas. Y si los pescadores de Cantabria son los marineros de España, de Hispanoamérica, de África, de Europa, del orbe, con el santanderino Francisco San Pedro Faleato, con el ghanés Gogfrey Kofi Buabeng, con el maquinista desaparecido español nacido en Perú, Walter Jhon Ferreyros, con toda la dotación del pesquero Vilaboa Uno, y sus familias y seres amados, ruego al Creador que conforte a sus familias y, con la intercesión de la Virgen del Carmen, descansen ya en la paz eterna esperando, también, nuestro desembarco ante Dios.

Alberto Gatón Lasheras, Capellán de la Escuela Militar de Montaña y Operaciones Especiales (EMMOE).

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