Cien años de Josep Coll, el albañil que dibujaba historietas

Autocaricatura de Josep Coll.
Autocaricatura de Josep Coll.

Este jueves hace 100 años que nació Josep Coll, considerado por muchos críticos y especialistas (y, sin duda, por sus admiradores) como uno de los mejores dibujantes de historietas del siglo XX español. No son pocos los que hacen extensivo este reconocimiento al ámbito europeo y mundial.

Lo leyeron los baby boomer españoles, y hasta los millennials, porque aunque murió en 1984 (en julio de 2024 se cumplirán también los 40 años de su muerte) TBO no dejó de publicar sus historietas hasta la desaparición definitiva de la revista en 1998.

En 1950, Coll abandona el oficio de albañil para dedicarse a la historieta a tiempo completo. Durante catorce años dibujará prácticamente en exclusiva para TBO, la revista que dio nombre en España a todas las revistas de historietas, los "tebeos".

Su dueño, director y alma mater, Joaquim Buigas, le compra todo lo que Coll le ofrece y se lo paga en el momento de la entrega. Pero, tras la muerte de Buigas en 1963, el nuevo director de la revista le comunica que, en adelante, únicamente le pagarán los originales a tanto el centímetro cuadrado y sólo cuando se publiquen, "sin tener en cuenta la calidad de los dibujos y la agudeza de los temas", en palabras del dibujante.

Josep Coll, junto a algunos de sus personajes. Josep Coll
Josep Coll, junto a algunos de sus personajes. Josep Coll

En 1964, Coll, cansado, comprueba que sus antiguos compañeros de oficio ganan más que él sin tener que romperse la cabeza ideando las historietas, que es lo que más tiempo le ocupa. Tiene dos hijos pequeños a los que sacar adelante, por lo que decide volver a su antiguo trabajo de albañil.

Algunos han visto en este abandono del oficio de historietista por motivos económicos uno de los mayores errores editoriales de la España del siglo XX. A pesar de todo, seguirá dibujando en sus ratos libres, sin la obligación de tener que cumplir con plazos de entrega.

En la década de 1970 vuelve a colaborar esporádicamente con TBO, dibujando portadas y algunas historietas, la mayoría de ellas de mayor extensión de lo que era habitual en él y con guiones ajenos. Pero ya no es el Coll de los años 50 y 60, su gran época, cuando los guiones los imaginaba él mismo.

En 1984 edita su primer álbum, De Coll a Coll, y comienza a publicar en la revista Cairo, pero ese mismo año muere a los 60 años de edad.

TBO seguirá publicando, hasta su último número, historietas inéditas de Coll que guardaba en su archivo, además de historietas ya publicadas, sin reconocerle derechos de autor y sin retribuir por ellas a sus herederos.

Revisando su carrera como dibujante, resulta sorprendente comparar sus primeras historietas de los años 1949 y 1950 con las que dibujará cinco años después. Algo especial debió de ver Buigas en aquel joven que se acercó un día hasta la redacción de TBO de la calle Aribau de Barcelona para ofrecerle sus historietas.

Buigas le recomendó que buscara su propio estilo ya que el de entonces se parecía demasiado al de Benejam, al que Coll siempre consideró su maestro.

La evolución de su dibujo en tan poco tiempo fue prodigiosa. Lo que Fernando Castillo explica sobre Hergé, el creador de Tintín, también se puede aplicar a Coll: creó un estilo de ilustración que coincidía con la modernidad, con la sencillez de la vanguardia y del arte moderno.

Porque Coll siempre fue moderno, aunque sus lectores de entonces no supiéramos verlo así. Para nosotros, sencillamente, Coll era diferente a los demás, el mejor dibujante del TBO.

Seguramente, Coll no alcanzó la proyección que alcanzaron otros dibujantes de tebeos porque no creó personajes fijos como lo hicieron los dibujantes de la Escuela Bruguera (Ibáñez con Mortadelo y Filemón, Vázquez con Las hermanas Gilda o Escobar con Zipi y Zape, por poner varios ejemplos) o los del propio TBO (Benejam con la Familia Ulises o Muntañola con Josechu, el vasco).

Al comienzo de su carrera, Coll creó alguno de estos personajes, ya que era la tendencia de los tebeos de la época, pero se desprendió muy pronto de ellos. Decía que no quería someter su creatividad como guionista a un personaje.

Un personaje arquetípico de Josep Coll. Josep Coll
Un personaje arquetípico de Josep Coll. Josep Coll

Sin embargo, todos sus personajes no dejan de ser uno solo: el arquetipo de antihéroe sin cualidades destacables, una persona corriente, solitaria muchas veces, a la que Coll enfrenta a situaciones físicamente imposibles que resuelve con salidas inesperadas que causan asombro, estupefacción y pasmo a la vez, trasuntos del gag del cine mudo del que era un gran aficionado.

Si de todos los arquetipos que creó tuviéramos que escoger uno, elegiríamos al náufrago, paradigma del hombre solo, que comenzó a dibujar muy pronto, en enero de 1952. El tema del náufrago es recurrente en el ámbito de la historieta, pero nadie ha superado a los náufragos de Coll.

El estudioso del tebeo Juan Antonio Ramírez describía el estilo de Coll como "teatral-cinematográfico, con tendencia a no modificar ni el encuadre ni el punto de vista".

En esas condiciones, el dibujante precisa de un dominio absoluto del dibujo, de una planificación perfecta de la secuencia y de habilidad para congelar el movimiento en el momento justo. Coll, llevado por un perfeccionismo casi obsesivo, llegó a utilizar un espejo para dibujarse a sí mismo como modelo para sus borradores, como ya hiciera Hergé en los primeros álbumes de Tintín.

Coll murió tempranamente, pero sigue estando vivo. Pervive en la memoria de los que disfrutaron de sus historietas en TBO y es reconocido hoy por las nuevas generaciones de dibujantes de cómic.

En una encuesta realizada en marzo de 2021 por la revista Rock de Lux entre dibujantes y expertos para elegir los cien mejores tebeos españoles, ocupó el quinto lugar, tras Carlos Giménez, Kim/Altarriba, Ibáñez y Nazario. Era la mejor posición conseguida por un dibujante fallecido, cuya obra prácticamente no se publica desde el siglo pasado.

Su dibujo, heredero de la tradición de dibujantes humorísticos barceloneses, especialmente de Gaietà Cornet (Virolet, L’Esquitx), y de Ricard Opisso y Marino Benejam, que luego serían colegas suyos en TBO; su trazo claro, limpio, esencial, que hace inútiles las palabras (las mejores historietas de Coll son mudas); su dominio magistral de la composición y de la viñeta; su humor próximo al de contemporáneos como Soglow (El reyecito), Sempé o Quino, o el halo poético de muchas de sus historietas hacen de Coll un dibujante intemporal, un clásico imprescindible que merece ser reconocido y revisitado por las actuales generaciones.

Luis Garbayo es el comisario de la exposición 'Coll, el gigante del TBO'.

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