Del lavavajillas y otros inventos

Cada invento tiene su historia, más o menos truculenta pero a menudo alejada de los eslóganes que se utilizan para que lo compremos. Desde los motores eléctricos hasta el microondas, cada uno de estos utensilios esconde anhelos, frustraciones y éxitos inimaginables de antemano. Es el caso, por ejemplo, de la verdadera historia de los orígenes de los lavavajillas, que coloca en un lugar estelar este útil y bien apreciado electrodoméstico.

Desde que tuve conocimiento de este episodio, me permito preguntar, a menudo y a quien se deja, si sabe quién inventó el lavavajillas. Normalmente me dicen que no y yo, con una sonrisa que intenta ser provocadora, les digo que fue una mujer de nombre Josephine Cochrane. Rápidamente, la mayoría de mis interlocutores se muestran comprensivos y dicen que claro, que debía ser alguien cansado de lavar platos.

PUES NO, la verdadera razón que motivó a la señora Cochrane a hacer su invento era que estaba harta de que el servicio le rompiera piezas de una porcelana china que había sido propiedad de la familia desde tiempos inmemoriales. Esta preocupación por salvar la vajilla la llevó a desenterrar muchos de los conocimientos de mecánica que había aprendido de su padre, ingeniero de profesión y que se llevaba trabajo a casa, y es así como inventó y patentó, en 1886, los lavavajillas mecánicos.

No todo termina aquí, hay un segundo factor que la llevó a fabricar e intentar vender muchas de estas máquinas: la muerte repentina de su marido, que la dejó en una más que precaria situación económica que la obligó a emplear todos sus recursos para desenvolverse sola. Un tipo de necesidad, imaginación y conocimiento informal y otro tipo de necesidad son los factores clave de este invento, el lavavajillas, que ha servido para mejorar las condiciones de vida de mucha gente -especialmente mujeres, aunque, en sus orígenes, el problema por resolver era, simplemente, salvar una vajilla de porcelana china-, y también, dicho sea de paso, un invento que llegó antes de su época.

Algo parecido le ocurrió a la actriz Hedy Lamarr y su «sistema secreto de comunicaciones», pensado inicialmente para teledirigir torpedos por radio y, que a la postre, ha resultado ser la tecnología de base para los sistemas de comunicaciones móviles, como el Bluetooth, el GPS, los teléfonos inalámbricos y, en sus inicios, la misma telefonía móvil.

Hedy -considerada la mujer más bella del mundo en los años 40- había estado casada en su Viena natal con uno de los mayores traficantes de armas europeos, y de las reuniones y cenas de negocios a las que se vio obligada a asistir aprendió que el problema de los torpedos teledirigidos era que, si el destinatario interceptaba la frecuencia de control, entonces podía reenviar el torpedo al emisor. A partir de este conocimiento, y ya desplazada a Hollywood, unió sus fuerzas al compositor George Antheil, obsesionado con hacer música a partir de máquinas y otros elementos mecánicos, y de esta conjunción salió su sistema, basado en los saltos de frecuencia, una de las primeras técnicas de espectro ensanchado y que ha hecho posible el fenómeno de las comunicaciones móviles. Como en el caso del lavavajillas, la tecnología del momento hacía muy difícil la implementación de su patente, fechada el 1942, que cedieron gustosos -y sin éxito- al Ejército de Estados Unidos como contribución a los esfuerzos bélicos de la segunda guerra mundial. No fue hasta 20 años después que sus ideas pudieron ser utilizadas, unas ideas que surgían también de un conocimiento informal y de firmes convicciones democráticas.

FINALMENTE, permítanme mencionar que son muchas las razones que me han convertido en un admirador profundo de sir Francis Bacon. Por destacar alguna, en primer lugar he de mencionar que alrededor de 1600 escribió un libro titulado Nuevos progresos del aprendizaje, en el que describe por primera vez que solo dos signos diferentes son suficientes para codificar cualquier texto escrito, lo que se ha dado en ver como un preludio de la digitalización, es decir, la codificación de cualquier información escrita, sonora o visual utilizando solo ceros y unos, que es la base de una de las más grandes revoluciones en el saber y en el conocimiento humanos, desde la aparición de la imprenta.

Su aportación estaba inicialmente relacionada con juegos de guerra y de espionaje. Sir Francis fue, además, uno de los primeros en defender el papel de la tecnología en la mejora de la condición humana y consideraba que los imanes, la pólvora y la imprenta eran los tres inventos que más habían contribuido a este objetivo.

Los ejemplos del lavavajillas de Cochrane y los saltos de frecuencia de Lamarr certifican también que el problema viene a ser lo de menos. Lo realmente importante es la solución y, sobre todo, el uso que se haga. Este es el punto esencial para conseguir que la tecnología llegue realmente a servir para mejorar la condición humana, como aseguraba Bacon.

Por Llorenç Valverde, vicerrector de Tecnología de la UOC.

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