ETA no es saciable

Por Antonio Basagoiti (ABC, 28/10/06):

EL proceso de negociación con ETA, del que cada vez conocemos más detalles gracias a informaciones como las publicadas en las últimas semanas por el diario ABC, está evidenciando el error y el desconocimiento que guía las actuaciones del Ejecutivo socialista, también en esta materia.

La equivocación consiste en creer que el nacionalismo es saciable, en pensar que se puede poner fin a sus pretensiones cediendo a parte de sus exigencias. La historia de nuestro país constata que el acercamiento hacia posiciones nacionalistas nunca ha servido para aplacar su ímpetu reivindicativo, principalmente porque la propia ideología nacionalista y su deseo de perpetuarse en el poder imposibilitan cualquier avance.

Para quienes han fijado la secesión de España como prioridad única de su ideario político, lo conseguido en la Transición o cualquiera de los logros que puedan arrastrar en el actual proceso de negociación abierto con el Gobierno carece de valor. Es considerado como un mero paso hacia su objetivo, que les obliga a mantener una actitud exigente, a tensar la cuerda hasta alcanzar la estación final. Ésta y no otra es la auténtica disposición del nacionalismo, más allá de la generosidad con la que puedan encontrarse en sus interlocuciones.

En su negociación con ETA, el Gobierno está cayendo en este error una y otra vez, porque cree o necesita creer que la banda terrorista le devolverá los favores con la paz. Erróneamente, piensa que las cesiones que su Ejecutivo y su partido puedan hacer, que al menos son las que este diario ha publicando durante los últimos días, van a servir para solucionar el llamado problema vasco. La fórmula está condenada al fracaso porque ETA doblará mañana la exigencia de hoy, y pasados los días pondrá encima de la mesa un nuevo envite. La historia de siempre, la que tantas veces se ha repetido con el nacionalismo y sobre la que Zapatero no quiere o no sabe reparar.

ABC informaba de que los socialistas han acordado ya unas bases para la negociación, que contemplan una especie de referéndum, una mesa de partidos sobre la que se pondrá alguna fórmula de autodeterminación, así como un órgano de cooperación con Navarra, entre otras cosas. Se engañan quienes piensan que con esos ingredientes van a lograr saciar el apetito político nacionalista, y mucho menos que se convertirá en el instrumento que permitirá librarnos de la tutela de ETA. Cualquier cosa que unos y otros puedan conseguir por esta vía sólo contribuirá a fortalecer la idea de que desde la deslealtad o la violencia se pueden conseguir objetivos, además de alimentar su derecho a seguir exigiendo.

Todos y cada uno de los acuerdos alcanzados entre PSOE, PNV y Batasuna para la negociación que recoge fielmente ABC son fórmulas de lenguaje ambiguo, dirigidas hacia la autodeterminación y la territorialidad que siempre han exigido los herederos de Sabino Arana. Son sólo un pasito más o, mejor dicho, un gran paso hacia su objetivo final, y además la mejor de las excusas para seguir ansiando el poder e incluso para mantener las armas o volverlas a empuñar cuando mejor convenga. El nacionalismo siempre avanza, nunca retrocede y, como dice María San Gil, siempre toma como punto de partida el último mojón de la carretera sobre la que ya han avanzado muchos kilómetros.

Lo conseguido ahora en forma de avance hacia Navarra y hacia la secesión, es decir, lo cedido por el Gobierno tras sus contactos con el partido de Imaz y con el brazo político de ETA, no garantiza la paz porque siempre tendrán nuevas excusas para desestabilizar la democracia. Sus nuevas aspiraciones tras la negociación actual bien podrían ser el «País Vasco-francés» o la expulsión de nuestra tierra de los vascos que no somos nacionalistas.

Esto no es un punto final, es simplemente un punto y aparte, con la gravedad que conlleva el que los miembros de la banda o los jóvenes que están en su entorno aprendan que la amenaza del terrorismo sirve para avanzar. Ceder ante las pretensiones de ETA, aunque sea en parte, es tanto como garantizar que en España funciona la extorsión, y por lo tanto es una opción a contemplar por quienes actualmente la practican o por quienes en un futuro contemplen hacerlo.

Este monumental error de creer que ofreciendo satisfacción al nacionalismo se calma el problema vasco no sólo se está viendo reflejado en este llamado proceso de negociación entre ETA y el Estado. No es exclusivo del Gobierno de Rodríguez Zapatero. Hay quienes, desde sus responsabilidades regionales, piensan que deben modificarse los Estatutos de Autonomía para amainar en unos casos y apropiarse en otros de las reivindicaciones nacionalistas de sus territorios. Tienen una diferencia sustancial con lo vasco, puesto que no plantean saltarse la ley ni su procedimiento, ni pretenden premiar a una banda terrorista, pero sí caen en el mismo error de impulsar reformas para saciar a nacionalismos que son insaciables.

¿Tiene solución este escenario?, ¿podemos de una vez por todas librarnos del terrorismo y disfrutar de una estabilidad que nos permita dedicarnos a prosperar? Rotundamente sí. La locura de las realidades nacionales y de las modificaciones de Estatutos de autonomía cesará cuando los políticos empecemos a plantear las lógicas reformas estatutarias en función de la mejora de las administraciones, pensando en cómo se consiguen mayores avances para el Estado o los municipios, y no en cómo se consigue calmar la ansiedad política de un grupo u otro.

Pero, sobre todo, y lo más importante, la fórmula para acabar con el terrorismo de una vez por todas, sin poner parches ni pretender curar el cáncer con aspirinas, pasa por que ETA perciba que jamás va a conseguir nada por el hecho de haber matado. La solución llegará cuando el terrorismo sea consciente de que jamás serán atendidas sus reivindicaciones con independencia de quien gobierne. Los terrorismos cesan cuando pierden la esperanza de alcanzar sus objetivos; por eso es tan importante que volvamos al Pacto por las Libertades que situó a ETA ante su verdadero final.