Jorge Juan, educando y educador

Si buscamos un hilo conductor, un punto de inflexión y de referencia a toda una vida de polifacético asombro y realización científicos, lo encontraremos en la relación de Jorge Juan con la enseñanza en los dos semilleros laicos paradigmáticos del saber de su época: el Real Seminario de Nobles y la Real Compañía de Guardias Marinas, ya que fue un educador que dedicó su juventud a aprender para enseñar y su madurez a formar marinos: «que salgan a la mar perfectos». «Docere, docemur», enseñamos a enseñar, había sido el lema del marqués de la Victoria, alférez de esa Real Compañía en 1717, institución que conservó ese prurito vivo en su equipo docente hasta la Escuela Naval de nuestros días y que fue en su momento uno de los motores intelectuales del Reino.

Traemos hoy, en su recuerdo, tres momentos de relación con esa emblemática compañía-academia de los que el primero, es el de su ingreso en ella, en 1730. Ideada en su origen por Alberoni como una mera guardia de honor de jóvenes distinguidos para las raras ocasiones en las que Felipe V se decidiese a embarcar, el sensato Patiño había adaptado el proyecto a la demanda de la Armada que precisaba, más bien, de una escuela para oficiales, y a las necesidades de un sector estamental nobiliario, orgulloso, iletrado, rudo y provinciano, pero «de genio» muy aprovechable para su afán impulsor y regeneracionista.

En 1730, cuando ingresa el joven caballero de San Juan, la unidad docente ha sufrido otra transformación de fondo, tanto en los requisitos de ingreso –salud, formación, condiciones personales– como en el aprendizaje bajo la férula del mejor claustro de profesores obtenible y de la disciplina militar. Esto nos lleva a otro momento, el de su elección, junto con el más célebre de sus condiscípulos, Antonio de Ulloa, para acompañar a consagrados 'sabios' franceses a medir el grado terrestre a la altura del Ecuador, es decir, averiguar si la Tierra tiene forma de melón o de sandía, como diría Voltaire, ese ilustrado transgresor que también afirmaría que «hay alguien tan inteligente que aprende de la experiencia de los demás», tan de aplicación es este contexto. La contribución de ambos jóvenes, de 21 y 19 años respectivamente, sería muy notable.

Aún hay quien se pregunta si es que no había entre nosotros auténticos geodestas u otros candidatos más instruidos y sesudos, sin tener en cuenta el verdadero objetivo de la colaboración: crear futuros maestros para la Compañía que tenían que ser muy jóvenes, pues la medición llegaría a durar ¡once años!, y muy preparados en Astronomía, Geografía y en el uso práctico de la Navegación y sus instrumentos, por anteriores experiencias. Hombres ya de mundo y su trato, y de lenguas, capaces de controlar las posibles veleidades, más políticas que científicas, de sus compañeros de expedición.

A su regreso, en la Secretaría de Marina nadie se acordaba ya de ellos, pero pronto encontraría Jorge Juan un protector y un amigo: el marqués de la Ensenada con grandes proyectos que le distraen de su objetivo primordial. En su faceta de espía, obtiene en Londres preciosos datos de la nueva construcción naval inglesa y atrae a España varios ingenieros de este ramo, como atraería a maestros franceses a su Academia, que él soñaba ideal. La ocasión de responder a esta amistad se presentaría con motivo de la destitución del marqués en 1754, cuando Ensenada, antes «el Gran Mogol», se convirtió en «En-sí-nada» para sus enemigos, desterrado en Granada, la «Gran-nada» para el mundo de la política cortesana, donde le siguió visitando el leal Juan, quien perdería en consecuencia mucho del predicamento oficial obtenido.

El marino, que desde 1752 es capitán y director a la Compañía de Guardias Marinas –tercer memento-, ha podido introducir sus métodos en la pedagogía y, gran novedad, sus propios textos de fórmulas y guarismos. Época brillante de «exámenes públicos» que dejan asombrados a los gaditanos y en los que se subraya la importancia de las matemáticas, la mecánica y la ingeniería. Es el triunfo de la teoría sobre una práctica que se reconoce como necesaria, pero que ha de adquirirse después en la vida activa como oficiales, porque «en el marinero, todo ocupado al riesgo, al trabajo, y a la fatiga, no cabe quietud para estudio tan dilatado y prolixo…». Juan dixit.

Y es en la Real Compañía en la que vuelve a coincidir con Antonio de Ulloa que es su teniente por algún tiempo, en donde los criterios y los programas educativos de ambos antiguos camaradas colisionan. De un lado, el del capitán y director pitagórico para quien los números y las figuras son la esencia de las cosas; del otro, el del subalterno Ulloa, defensor confeso de la navegación práctica para sus alumnos, abierto a todo perfeccionamiento en el mundo de las ciencias naturales y humanas que les hiciera, también, lucir en la sociedad ilustrada.

Entre ambos, triunfaría el primero, volviendo Ulloa a su verdadera vocación, la vida activa de general de Marina y sustituyéndose el maestro de dibujo artístico, último vestigio tal vez de una época más humanística, por el de diseño 'industrial'. Pero el antiguo sistema se añoraría entre los que consideraban que «no todos pueden ser Newtones».

Poco conocido es el hecho de que en 1763 llegó a producirse entre el alumnado nostálgico un auténtico 'plante' ante la severidad de unos métodos que, por lo que se refiere a la superación de los cursos, exigía el examen de lo ya aprendido y aprobado en años anteriores, y que ponía énfasis en la disciplina militar en la que el alférez Posadas, acólito del ausente Jorge Juan, se excedía: «no nos reprende como caballeros sino como soldados…». Lo cierto es que estos caballeretes alcanzarían un nivel en lo científico y en lo espiritual –abnegación, obediencia, valor- que sus sucesores llegarían a sublimar convirtiendo una tragedia debida a otras circunstancias y personas, en un triunfo moral. Me estoy refiriendo, naturalmente, a la función heroica de Trafalgar.

Hugo O'Donnell y Duque de Estrada es miembro de la Real Academia de la Historia.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *