La revancha entre Biden y Trump

La revancha entre Biden y Trump
Tom Williams/CQ-Roll Call, Inc via Getty Images

Mientras el mundo se divide en bloques geopolíticos y militares, los vínculos económicos se vienen abajo y los líderes políticos, militares y empresariales están cada vez más ansiosos por las elecciones presidenciales estadounidenses de este otoño boreal. Como suele ocurrir, el resultado dependerá en gran medida de cómo perciban los votantes a la economía y las políticas económicas del presidente en ejercicio.

En 1980 la recesión y elevada inflación llevaron a que se creara el «índice de la miseria», que reflejaba la suma de las tasas de inflación y desempleo, y permitió a Ronald Reagan aplastar al entonces presidente Jimmy Carter. Pero las agresivas políticas para frenar la inflación implementadas por el presidente de la Reserva Federal, Paul Volcker, ocasionaron entonces una profunda recesión que llevó a que los republicanos sufrieran grandes pérdidas en las elecciones legislativas de 1982. Sin embargo, para 1984 la tasa anual de crecimiento había llegado al 7 % y Reagan logró la reelección con facilidad.

En la contienda que se avecina entre el expresidente Donald Trump y el presidente Joe Biden (ambos con niveles de aprobación extremadamente bajos) la economía vuelve a ser la principal preocupación de los votantes (seguida por la inmigración ilegal y el aborto). En cuanto al aborto, la decisión de la Corte Suprema de invalidar el fallo Roe vs. Wade devolvió la cuestión a los estados, que en algunos casos aprobaron prohibiciones estrictas. Los demócratas creen que ese tema les será favorable, especialmente entre las mujeres de zonas suburbanas.

Lo mismo ocurre con los esfuerzos de Trump para invalidar el resultado de las elecciones de 2020, ahora en tribunales junto con la miríada de sus otros problemas legales. En una punzante decisión unánime, sin embargo, la Corte rechazó hace poco los intentos de los demócratas por descalificar a Trump basándose en una cláusula hasta entonces oscura de la Decimocuarta Enmienda. Además, los abogados de Trump lograron hasta el momento demorar los juicios que tendrían más impacto sobre las elecciones.

Mientras tanto, la confianza de los republicanos aumenta gracias a que se le está echando a Biden la culpa por el caos que creó el explosivo crecimiento de la inmigración ilegal tras la revocación de las restricciones fronterizas que había impuesto Trump. Actualmente, la mayoría de los estadounidenses está a favor de construir en la frontera el muro que propuso Trump y los republicanos creen que ese tema no solo puede garantizarles la presidencia, sino también el Senado, la Cámara de Representantes y muchos puestos estatales. La política de los fiscales de distrito «progresistas» —de liberar a los criminales (incluso a los violentos) sin fianza y negarse a interponer acciones judiciales por muchos delitos— no ha hecho otra cosa que aumentar la angustia de los votantes. En la ciudad de Nueva York ahora las tropas de la Guardia Nacional patrullan el subterráneo.

Trump tiene además una base leal y llena de energía, mientras que los intentos para lograr la reelección de Biden prácticamente no entusiasman a nadie, ni siquiera a los demócratas. De todas formas, muchos estadounidenses se oponen con fuerza a una segunda presidencia de Trump y más del 20 % de quienes participaron en las primarias republicanas afirman que no votarán por él.

Pero Biden tiene sus propios problemas legales y éticos: logró eludir los cargos por el mal manejo de documentos secretos (algo que Trump todavía enfrenta, junto con el de obstrucción de la justicia), pero el fiscal especial, cuando descartó las acusaciones, hizo mención especial a sus frecuentes y flagrantes fallos de memoria. Y a pesar de que Biden negó en reiteradas ocasiones haber permitido el sórdido tráfico de influencias de su hijo Hunter, el propio testimonio de Hunter frente al Congreso sugiere lo contrario.

Claramente, a Biden lo frustra que no se le de crédito por el bajo desempleo (del 3,9 %), el sólido crecimiento (que alcanzó una tasa anualizada del 4,9 %, y del 3,3 % en los últimos dos trimestres de 2023) y la desaceleración de la inflación (del 3,2 % en febrero de 2024). A menudo señala las leyes de Inversión en Infraestructura y Empleo (IIJA), de Reducción de la Inflación (IRA), y de Semiconductores y Ciencia, o CHIPS, como éxitos que implicaron puntos de inflexión. Pero según una encuesta reciente solo el 23 % de los estadounidenses cree que las políticas que implementó los ayudaron, frente al 53 % que afirma que su presidencia los perjudicó. Esas cifras eran del 49 % y 37 %, respectivamente, en el caso de Trump.

La mayoría de los estadounidenses acierta al pensar que el excesivo gasto deficitario de Biden fue una de las principales causas de la peor inflación en 40 años. Ajustado por inflación, el ingreso semanal medio cayó, lo que significa que la situación de muchos hogares empeoró durante el gobierno de Biden. Las encuestas muestran además que está perdiendo apoyo entre los votantes jóvenes, negros e hispanos. Dado que el ingreso promedio de esos grupos es menor y tienen relativamente menos activos financieros, fueron los más golpeados por la elevada inflación y quienes menos se beneficiaron gracias a la solidez del mercado de valores.

Las agendas de política económica de Biden y Trump son muy diferentes —aunque ninguno de ellos parece especialmente comprometido con la reducción del insostenible déficit presupuestario estadounidense (que responde en gran medida al aumento del gasto de ayuda social) ni de la creciente proporción de deuda a PIB (que aumentó el 40 % desde 2007 y llegó casi al 100 %).

Por su parte, Biden desea gastar billones (millones de millones) de dólares más en transferencias fiscales (potencialmente inflacionarias), implementar normas más restrictivas para las empresas y aumentar los impuestos a la renta empresarial y las ganancias de capital (todo lo cual afectaría al crecimiento en el largo plazo). Y aún peor es que destinó pocos recursos al presupuesto militar a pesar de la obvia necesidad de responder a un mundo cada vez más peligroso.

Por supuesto, aunque Trump critica el gasto, las subas de impuestos propuestas y las políticas regulatorias de Biden, durante su primer mandato como presidente tampoco se mostró demasiado interesado en controlar el gasto. Después de implementar elevados aranceles (que el gobierno de Biden mantuvo en muchos casos) amenaza ahora con imponer gravámenes de hasta el 60 % a las importaciones, que serían perjudiciales. También sugirió que abandonaría la OTAN si algunos de los aliados de EE. UU. no aumentan su gasto en defensa (algo que la mayoría, incluso Alemania, que suele ir a la zaga, está haciendo).

Más allá de esas propuestas, las dos grandes promesas de campaña de Trump son el restablecimiento del control fronterizo agresivo y la promoción de los combustibles fósiles estadounidenses; pero aunque tal vez intente reducir los costosos programas de energía verde de Biden, es bien sabido que es más fácil crear subsidios —como los de la IRA— que revocarlos.

Que EE. UU. termine con un gobierno dividido o el control quede en manos de un único partido probablemente se dirima en unos pocos estados clave. Hubo casos en que un gobierno dividido consiguió logros políticos importantes, como cuando el presidente Bill Clinton trabajó con los congresistas republicanos para reformar la asistencia social y equilibrar el presupuesto. En otras ocasiones, terminó en un impasse (algo que tal vez no sea tan malo si bloquea políticas perjudiciales).

Algunos republicanos y muchos independientes (que ahora constituyen el mayor bloque de votantes) aprueban las políticas de Trump, pero los preocupa su comportamiento. Por otra parte, la mayoría de quienes votaron a Biden en 2020 están muy preocupados por su deterioro físico y mental. ¿Se encolumnarán los demócratas y republicanos indecisos tras los candidatos de su respectivo partidos, como lo han hecho históricamente? Teniendo en cuenta las causas de las profundas fisuras entre ambos partidos y al interior de ellos —que en su mayor parte durarán más que Trump y las fuertes reacciones que este genera— no recomiendo que esta vez confiemos demasiado en los antecedentes históricos. La economía decididamente es importante, pero casi todo lo demás está en el aire.

Michael J. Boskin is Professor of Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover Institution. He was Chairman of George H.W. Bush’s Council of Economic Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a congressional advisory body that highlighted errors in official US inflation estimates.

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