Una hipótesis optimista

¿Y si Sánchez estuviera engañando a los separatistas como a chinos? Es una posibilidad. No sé por qué iba a ser leal precisamente con ellos el hombre sin palabra. La falta de principios opera a veces, por los inescrutables caminos del Señor y del caos, evitando lo peor. Un poco de optimismo: hasta el mal puede ser desalentado. En un relato de Giovanni Papini, el Diablo acababa deprimido después de charlar con el protagonista. No es lógico que Sánchez haya irrumpido en la historia de España para dar chascos a todos menos a ERC y Convergencia (no te escondas).

Reflexionemos. Si Sánchez está dispuesto a violar la Constitución como pretenden sus interlocutores, lo suyo sería designar como negociador a algún catedrático de Derecho de colmillo retorcido, o a un nuevo Rubalcaba, correoso y talleyrandiano, puesto que estaría poniendo proa a los arrecifes del Estado. Que la elegida sea Lastra es un indicador bastante fiable de que cuanto se trate en las sesiones, por escandaloso que resulte, no significa nada, carece de consecuencias, es un timo, una cabra que le hacen a Rufián y Borrás.

Una hipótesis optimistaSé lo confortable que resulta el pesimismo, pero es sábado y las luces navideñas brillan en las calles. Vamos, un esfuerzo. Sigo. Conociéndolos, me fío más de Rufián que de Lastra. Entiéndanme, Rufián ya sabes a lo que va, y bastante tiene con la ojeriza de Convergencia (no te escondas) por castellano parlante. Tiene claro lo que quiere, pero también lo que puede, y resulta que su jefe está en el trullo, circunstancia que no aporta mucho a su fuerza negociadora.

En cuanto a Lastra, una caprichosa cadena de azares la ha colocado en la aparente posición de jugarse al tute la igualdad de los españoles y la unidad de la Nación. Quizá ella entienda que, más allá de la libertad de Junqueras y sus compinches, sus eventuales concesiones son retóricas. Aunque no lo creo. Como fuere, Lastra tiene la ventaja de que se la puede desautorizar con gran facilidad, antes, durante o después del acuerdo: «Solo representaba al grupo parlamentario, ha comprometido más de lo que estaba en su mano, etcétera». Les digo por experiencia que uno puede firmar acuerdos de investidura inequívocos, con todas sus cláusulas bien ordenadas y numeradas, para luego ver cómo se incumple todo.

Pero a Rajoy lo podía tumbar, y lo tumbó, una mayoría adversa en una moción de censura porque el PSOE se lía con cualquiera. Lo de ahora es diferente. Si se inviste a Sánchez, ahí se queda. Descarten las mociones de censura; la oposición no sumará jamás una mayoría eficaz porque hay coyundas que son inconcebibles. Sánchez se adherirá a aquel colchón suyo que llevó en la baca del coche y no lo despegará nadie. Así que, ¿dónde estaría el incentivo para cumplir las promesas de Lastra? ¿Va resultando más razonable mi optimismo sabatino?

Puedo oírles: ¡Los presupuestos! Presten atención: el Traje Vacío podría complacer a Podemos y a los agentes de los terruños, mostrar una largueza zapaterina, y ni las advertencias de Bruselas ni la cerrazón de la caja del BCE le impedirían cuadrar las cuentas creando nuevos impuestos sobre el aire que respiramos. La prioridad de Sánchez es Sánchez. Y todo lo demás también es Sánchez. Así que puede hacerlo.

No es su única opción. El presidente puede levantarse un día responsable por algún accidente y decidir que no traga con el despilfarro que la periferia le exige. Imaginen, incluso, que tampoco quiere ceder ante sus socios de gobierno podemitas. ¿Qué creen que sucedería? Acaso piensen que Iglesias, indignado, rompería con él. En primer lugar, es más fácil imaginar a Trump acompañando a Greta Thunberg en un velero que a Podemos abandonando una vicepresidencia y varios ministerios. Pero aun así, pongamos que sucede. Coge Iglesias y anuncia: «¡Nos vamos!» En tal caso, Sánchez, con un gobierno monocolor, prepara unos presupuestos virtuosos, germanizantes, y le pide al PP su aprobación. A ver cómo le dice Casado que nanay. Cómo se iban a poner las autonomías, las patronales y sindicatos, la banca, Bruselas. Cómo se iba a poner Revilla en La Sexta.

Por fin, si todo fallara, Sánchez distribuiría convenientemente las culpas entre los que no son Sánchez. Hecho lo cual, el escenario estaría dispuesto para un adelanto electoral donde se presentaría como la pobre víctima de unas derechas irresponsables, de unos populistas con los que no hay manera de dormir tranquilo por mucha voluntad que uno le ponga (sí, volvería a llamarles populistas) y de unos secesionistas irredentos que solo entienden el diálogo como quiebra de la legalidad (sí, volvería a salir al escenario con una rojigualda gigante a sus espaldas).

Por todo ello, por la configuración de este laberinto que siempre conduce al Falcon y al colchón, se permite colocar a Lastra al frente de una negociación con los partidos del golpe. Una timba donde, según ha revelado Laura Borrás, han amontonado ya sobre la mesa las fichas del referéndum y de la autodeterminación de Cataluña. Y eso nos preocupa hondamente, claro está, porque si ese inexistente derecho descollara, aunque solo fuera la puntita, correrían a ponerse a la cola del despiece el País Vasco, Valencia y Baleares en el papel de países catalanes, Canarias por la distancia y la varia insularidad, Galicia por no ser menos y aun Teruel, que existe.

Pero de la hondura de la preocupación saldríamos pronto si la hipótesis de esta página es cierta y a Rufián y Borrás les está haciendo la cabra Sánchez sin que Lastra ni Ábalos lo sepan, pues la convicción genuina de la negociadora y los sustos reales de don José Luis son esenciales en la estafa. ¿A que molaría?

Juan Carlos Girauta

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