Volkswagen y los monos

Volkswagen y los monos

A fines del mes pasado, el New York Times informó que investigadores utilizaron monos para evaluar los efectos de inhalar humo de diésel proveniente de un automóvil Volkswagen. La investigación fue encargada por ‘European Research Group on Environment and Health in the Transport’, una organización financiada en su totalidad por tres grandes fabricantes alemanes de automóviles: Volkswagen, Daimler y BMW.

La reacción ante la publicación de dicha noticia ha sido una de repudio tajante – por parte del público, el gobierno alemán y la propia Volkswagen – a la utilización de monos. ¿Por qué? ¿Podría la vehemencia de la respuesta indicar un cambio tectónico en las actitudes éticas con respecto a los animales? Para responder a esta pregunta se requiere examinar algunos detalles sobre los experimentos y la reacción frente a ellos.

La investigación, llevada a cabo en Albuquerque, Nuevo México, involucró la colocación de diez monos en pequeños contenedores herméticos hacia dentro de los cuales, durante un período de cuatro horas, se canalizaron gases provenientes del escape de automóviles. Posteriormente, se introdujo un tubo en las gargantas de los monos para extraer muestras de tejido de sus pulmones.

Está claro que los experimentos fueron extremadamente angustiosos para los monos. El manual titulado Guide for the Care and Use of Laboratory Animals, un manual de buenas prácticas para quienes utilizan animales en investigación – publicado por las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, y que ahora está en su octava edición – declara: “Al igual que todos los animales sociales, los primates no humanos normalmente deberían tener viviendas sociales”. Estos monos estaban confinados a estar dentro de cámaras individuales y obligados a respirar aire contaminado, incluidos gases de escape de un viejo camión Ford, que se suponía iba a permitir una comparación con el Volkswagen más limpio. Un video de los experimentos que se incluye en el documental de Netflix titulado “Dirty Money” muestra a un mono en estado de pánico que patea la ventana de la cámara, en un esfuerzo desesperado por escapar.

Para empeorar las cosas, ahora sabemos que los únicos resultados que podrían haber arrojado los experimentos hubieran sido engañosos. Jake McDonald, el científico que supervisó la investigación, no sabía que el Volkswagen que se utilizó para producir los gases de escape tenía un software instalado que reducía las emisiones en condiciones de prueba de laboratorio, por lo que los resultados no podían proporcionar información confiable sobre los riesgos para la salud causados por las emisiones del automóvil durante conducción normal. No es de extrañar que McDonald le dijera al New York Times: “Me siento como un bobalicón”.

La reacción frente a las noticias sobre la investigación no se hizo esperar. Dos días después de que la historia se difundió, el Grupo Volkswagen tuiteó que “se distancia explícitamente de todas las formas de crueldad hacia los animales. La experimentación con animales contradice nuestros propios estándares éticos”.

En el trascurso de los siguientes dos días, la crítica se acrecentó. En una reunión en Bruselas, el Director Ejecutivo del Grupo Volkswagen, Matthias Müller, abordó el tema de los experimentos, indicando que los métodos del European Research Group estaban “totalmente equivocados”. Agregó: “Hay cosas que simplemente no se hacen”. Thomas Steg, cabildero principal de Volkswagen, dijo a un periódico alemán: “Queremos descartar por completo la experimentación con animales en el futuro, de manera que esto no vuelva a ocurrir”. Esa declaración no fue de ayuda para el propio Steg, a quien Volkswagen suspendió inmediatamente de sus funciones.

Los otros financiadores del European Research Group rápidamente se distanciaron del experimento. Daimler dijo que estaba “consternado” por los estudios y los investigaría. BMW dijo que no participó en la investigación. Los representantes de General Motors, Ford y Fiat Chrysler dijeron que no realizan pruebas sobre los efectos de las emisiones en humanos o animales.

La respuesta pública a los experimentos alcanzó un nivel que incluso el gobierno alemán no podía ignorar. Steffen Seibert, portavoz de la canciller Ángela Merkel, dijo que “el disgusto que muchas personas sienten es absolutamente comprensible”, y que las pruebas con monos “no puede justificarse éticamente de ninguna manera”.

He abogado en contra de la forma en que tratamos a los animales durante los últimos 45 años, sin embargo, nunca he visto un repudio tan categórico a los experimentos realizados en animales por parte de altos ejecutivos corporativos y portavoces gubernamentales, como el repudio que ahora presenciamos en Alemania. Si las reacciones hubieran condenado a Volkswagen por tratar de engañar al público mediante el suministro a los investigadores de un vehículo manipulado, no me habría sorprendido. Sin embargo, el uso de Volkswagen de “dispositivos de invalidación” en sus automóviles para engañar a las pruebas de emisiones es un tema que se conoce desde el año 2015. Es el abuso de los monos lo que está impulsando las condenas, y el deseo de las empresas con respecto a distanciarse de la investigación.

No es noticia que los animales sufran en experimentos dolorosos e innecesarios. En cada edición de Animal Liberation desde su primera publicación en el año 1975, describí docenas de experimentos en los que el sufrimiento de los animales fue severo y la probabilidad de cualquier beneficio significativo para la salud humana o el bienestar fue tan remota como en el caso de los experimentos de Volkswagen. Hoy en día, organizaciones como ‘People for the Ethical Treatment of Animals’ continúan destacando cómo millones de animales, incluidos los monos, sufren en experimentos innecesarios.

Casi tres millones de animales son utilizados en experimentos en Alemania cada año. Si Volkswagen, Daimler, BMW y el gobierno alemán dicen que experimentos como los encargados por el European Research Group para evaluar el impacto en la salud de los humos del escape de diésel no son éticos, entonces muchos otros experimentos tampoco cumplen con el mismo estándar ético.

Lo que ha cambiado, gradualmente y en el transcurso de varias décadas, es la preocupación por los animales. Una encuesta de Gallup del año 2015 mostró que casi uno de cada tres estadounidenses estaba de acuerdo con la afirmación de que a los animales se les deben otorgar los mismos derechos que a las personas, mientras que casi todo el resto (62%) creía que se les debería dar cierta protección. En Alemania, 89% de los encuestados dijo que se oponen a las pruebas en animales que causan dolor y sufrimiento. En otras naciones europeas, como Francia, Italia y el Reino Unido, la oposición también superó el 80%.

Ningún fabricante de automóviles u otra corporación que valore su marca puede darse el lujo de marginar al 80% de sus clientes potenciales. Si, como dijo el portavoz de Merkel, el uso de monos para probar la seguridad de las emisiones de los motores diésel “no puede justificarse éticamente de ninguna manera”, ahora se hace posible guardar esperanzas con respecto a que el final de los dolorosos experimentos con animales no esté muy lejos.

Peter Singer is Professor of Bioethics at Princeton University and Laureate Professor at the University of Melbourne. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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