¿Cobrarán sus pensiones los robots?

Desde que fue nombrado, José Luis Escrivá, ministro de Inclusión, Migraciones y Seguridad Social, mantiene una correspondencia amorosa con sus representados, en este caso aquellos a los que, hasta no hace mucho, se les calificaba de clases pasivas. Por mi parte, solo recibe desdén. Quiero decir que este ministro abacial me «cae bien» porque su permanente sonrisa es de un estoicismo cínico y heroico. En esas cartas nos anuncia siempre buenas noticias. Es como si recibiéramos una misiva, fuera de temporada, de los Reyes Magos. Maravillas sobre los esfuerzos del Gobierno y la promesa cumplida de la subida de las pensiones. En este caso, la equiparación de las mismas anualmente al IPC, es decir, al coste de la vida. Pero en esas relaciones se olvida de decirnos que parte de ese dinero regresará a la Hacienda Pública tras la declaración de la renta. Por otra parte, hay que agradecerle que, siendo él tan accesible, su burocracia viva en el caos más absoluto, impidiendo que los ciudadanos puedan ejercer el derecho a resolver sus problemas directamente o por internet.

¿Cobrarán sus pensiones los robots?
RAÚL ARIAS

Escrivá, físicamente, se va pareciendo cada vez más al Orson Wells que adaptó al cine El proceso de Kafka. Escrivá, como el Papa Francisco, sabe que hay cosas que no arregla nadie. Por eso, el primero se deja mangonear por todo el mundo, pues su cartera de clientes es fundamental para las elecciones que se nos vienen encima; y el segundo, lo del celibato se lo deja de regalo al próximo que ocupe el Vaticano. Es decir, que lo arregle Rita la cantaora o bien Santa Rita. Uno y otro, en sus respectivos cargos, agnósticamente, van tirando.

Estoy seguro de que no hay día sin arrepentimiento. A la vista de la crisis económica y demográfica de nuestro país, ¿quién pagará las pensiones del futuro? De esto siempre se habla, pero de lo que no se habla es de otra cuestión cuya gravedad es mayor. ¿Qué pasará cuando la inteligencia artificial (IA) esté a pleno rendimiento? ¿Qué pasará cuando los robots nos reemplacen en un gran número de trabajos? ¿Qué pasará, como ya está empezando a suceder, cuando los algoritmos nos contraten y nos cesen de los trabajos? «La idea de progreso no puede existir sin la de la humanidad» (Adorno, Dialéctica).

El progreso tecnológico no destruye puestos de trabajo. El aprendizaje automático, la robótica y la automatización sí. La inteligencia artificial podría acabar haciéndolo mejor. Una élite económica ganará más y tendrá más privilegios, mientras la gran mayoría de ciudadanos, o ex ciudadanos, perderá sus empleos, sus ingresos y su dignidad. La distancia que había entre la inteligencia humana y la artificial se ha ido reduciendo muchísimo en estos últimos tiempos. Y en cualquier momento esta última puede sobrepasar a la primera. Ya se hacen casas prefabricadas con la inteligencia artificial e impresoras 3D. El personal que se necesita para montarlas es mínimo. ¿Vamos camino de una unión de humanos superinteligentes con los ordenadores que superen la inteligencia humana, y con robots que tienen habilidades mecánicas sobrehumanas? ¿Cómo será ese mundo? ¿Habrá una nueva especie humana híbrida que desplazaría al homo sapiens? ¿Cómo se regulará la economía con muchos menos puestos de trabajo humanos, menos recursos individuales y menos consumo?

Martin Ford en El ascenso de los robots, afirma que «a medida que los puestos de trabajo y los ingresos se van automatizando implacablemente, el grueso de los consumidores puede llegar a carecer de los ingresos y el poder adquisitivo necesarios para impulsar la demanda, fundamental para un crecimiento económico sostenido». Investigadores norteamericanos calculan que en los próximos años, quizás en esta misma década o la siguiente, casi mil profesiones serán afectadas radicalmente por la inteligencia artificial. Y en los EEUU se calcula que más de un 50% de los empleos se verán afectados por gentes sobrantes. ¿Y qué haremos con ellos? ¿Pondremos en práctica aquello que se contaba en el filme de Richard Fleischer Soylent Green (1973) (Cuando el destino nos alcance), interpretada por Charlton Heston y Edward G. Robinson? Se basaba en una novela de ciencia ficción escrita por Harry Harrison y titulada, muy significativamente, ¡Hagan sitio!¡Hagan sitio! (1966).

La inteligencia artificial tardará más o menos en imponerse, pero se impondrá en todas partes, es la conclusión generalizada de los grandes expertos a los que acude Nouriel Roubini en su libro Megamenazas, sobre las diez tendencias globales que ponen en peligro nuestro futuro. Nada quedará al margen, tampoco cualquier actividad creadora de la Cultura. Ya hay ordenadores que pintan, escriben o componen música. No hace mucho escuché la décima sinfonía de Mahler completada por un ordenador y era un horror. Pero los gustos cambian y quién sabe si dentro de no mucho los espectadores preferirán este atrevimiento al resto de la sinfonía inacabada del maestro vienés. La Orquesta Sinfónica de Londres (y a estas alturas no creo que ya sea la única) ha interpretado varias piezas creadas por la IA.

Dentro de no demasiado tiempo esta música estará en lo alto de las listas de discos más vendidos o escuchados; así como las novelas escritas de la misma manera llegarán a la lista de los best-sellersque, dado los títulos que hay ahora, tampoco requerirán para superarlos un gran esfuerzo. A estas alturas ya hay que estar preparados para todo. Roubini cita a Calum Chace, crítico de libros de la revista Forbes, quien observó la empatía robótica en A World Without Work, de Daniel Susskind: «No podemos confiar en que los trabajos que requieren capacidades afectivas estén siempre reservados a los humanos; las máquinas ya pueden saber si estás contento, sorprendido, triste o alegre». Y lo pueden saber por las expresiones faciales, por la manera de caminar o de escribir. La inteligencia artificial avanza a marchas forzadas e irá transformando la sociedad aún más de lo que lo está haciendo ahora.

En La genealogía de la moral, Nietzsche escribió: «Cada paso adelante se hace a costa del dolor mental y físico de alguien». Isaac Asimov en el relato El círculo vicioso (1942), describió tres características esenciales que debería tener un ordenador: no herir a una persona; obedecer las órdenes de los humanos y, por último, protegerse él mismo pero cumpliendo las dos primeras condiciones. Más de 80 años después, la robotización supone un riesgo existencial para la humanidad, según el investigador Matthew Scherer. Incluso se habla de robots asesinos y hay ya una nutrida lista de personas fallecidas por el mal funcionamiento de estas máquinas. Muchos trabajos siguen haciéndolos mejor los seres humanos. Walmart (la cadena norteamericana de grandes almacenes) despidió en 2020 a los robots de inventario porque «los humanos pueden escanear los productos de forma más sencilla y eficiente que las máquinas».

Los ordenadores cada vez se confundirán más con los humanos. En el año 1968, Kubrick lo representaba en su película 2001: Una odisea del espacio. El ordenador Hal 900 era sospechoso, era una especie de antropomorfo. Manifestaba raciocinio propio y sentimientos. Incluso llega a afirmar que la misión es «demasiado importante para mí como para permitir que la pongáis en peligro». El israelí Yuval Harari, autor de Homo Deus, plantea la unión del Homo Sapiens con la inteligencia artificial y con una descendencia superinteligente. Para él, el homo sapiens está acabado como le pasó al erectus, al habilis y otros humanos primitivos desaparecidos. Harari habla del Homo Deus unido a las máquinas: más inteligente, fuerte e inmortal. Y este mismo autor afirma que la cuestión más importante de la economía del siglo XXI, como ya hemos comentado, bien podría ser qué hacer con toda la masa sobrante. ¿Qué harán los humanos conscientes una vez que tengamos algoritmos no conscientes altamente inteligentes que puedan hacer casi todo mejor?

¿La inteligencia artificial es amiga o enemiga? ¿Es de derechas o de izquierda? ¿Sustituirán los algoritmos de autoaprendizaje a las funciones más humanas, incluidos los programadores, que puedan crear las industrias del futuro? Todavía es pronto para afirmar algo con rotundidad, pero un gran cambio se llegará a producir. Al día de hoy está calculado que la inteligencia artificial supera a la de 10.000 Einsteins. Y esto sucede en todas las disciplinas. Martin Ford muestra su preocupación por el empleo. El filósofo Nick Bostrom en su ensayo Superinteligencia afirma que la inteligencia artificial es una amenaza para la existencia humana. Hawking también se manifestaba en este sentido. Algunos famosos economistas animan a que se les cobren impuestos a cada máquina y robot. Por su parte, Elon Musk da por agotado al capitalismo humano frente al tecnológico. Pero lo que en el fondo estamos debatiendo es el papel del ser individual en esa nueva y diferente sociedad. En ella, el trabajo y la libertad serán ya un delito.

César Antonio Molina es escritor y fue ministro de Cultura, Sus últimos libros son: 'Las democracias suicidas' (Fórcola) y 'Qué bello será vivir sin cultura' (Destino)

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