El arsenal financiero de Occidente

La revolución en Ucrania y la anexión ilegal de Crimea por parte de Rusia han generado una crisis grave de seguridad en Europa. Sin embargo, como los dirigentes occidentales están probando un nuevo tipo de guerra financiera, la situación podría llegar a ser todavía más peligrosa.

Una Ucrania estable, próspera y democrática podría ser una molestia –y reprimenda– constantes para la Rusia autocrática y económicamente esclerótica del presidente, Vladimir Putin. Para evitar que esto suceda, Putin está tratando de desestabilizar Ucrania mediante la anexión de Crimea y fomentando conflictos étnicos en la parte oriental del país.

Al mismo tiempo, Putin está tratando de aumentar el atractivo de Rusia mediante un incremento al doble de las pensiones de los crimeos, así como mejores salarios para los 200,000 funcionarios civiles de la región, y construyendo una vasta infraestructura al estilo Sochi, incluido un puente de 3 mil millones de dólares a lo largo de Kerch Strait. La sostenibilidad de largo plazo de esta estrategia es dudosa debido a la carga que va a suponer para las finanzas públicas rusas. No obstante, servirá para que Putin logre su objetivo de proyectar la influencia de Rusia.

Por su parte, la Unión Europea y los Estados Unidos no tienen la intención de intervenir militarmente para defender la soberanía e integridad territorial de Ucrania. Sin embargo, las protestas verbales por sí solas harían ver ridículo e inefectivo a Occidente ante la comunidad internacional, lo que en última instancia daría pie a desafíos de seguridad mayores y de un alcance creciente. Así pues, las potencias occidentales no tienen otra opción que: lanzar una guerra financiera contra Rusia.

Como señaló el ex funcionario del Tesoro estadounidense, Juan Zarate, en sus memorias publicadas hace poco, Treasury’s War, después de los ataques terroristas del 11 de septiembrelos Estados Unidos pasaron una década desarrollando una nueva serie de armas financieras contra sus enemigos –primero, Al Qaeda, luego Corea del Norte, Irán y ahora Rusia. Estas armas incluyen congelar activos y bloquear el acceso a bancos con malas prácticas a las finanzas internacionales.

Cuando empezó la revolución de Ucrania, el sistema bancario ruso ya estaba muy extendido y vulnerable. Sin embargo, la situación empeoró con la destitución del presidente de Ucrania, Viktor Yanukovych, y la anexión de Crimea, que desencadenó pánico en los mercados de valores, que a su vez provocó una pérdida significativa de dinamismo de la economía rusa y redujo los activos de los poderosos oligarcas rusos.

En un sistema capitalista de amiguismos, poner en riesgo la riqueza de la élite gobernante, rápido mina la lealtad al régimen. Para la élite corrupta, existe un punto en el que la oposición ofrece una mejor protección para su riqueza y poder –un punto al que se llegó en Ucrania a medida que las manifestaciones en la Plaza Maidan ganaban impulso.

Los discursos públicos de Putin revelan su convicción de que la UE y los Estados Unidos no pueden ir en serio en cuanto a su guerra financiera, que según él, dañaría al final más a sus mercados financieros fuertemente interconectados y complejos que al relativamente aislado sistema financiero ruso. Después de todo, la relación entre integración financiera y vulnerabilidad fue la lección principal de la crisis tras el colapso del banco de inversiones estadounidense, Lehman Brothers, en 2008.

De hecho, Lehman era una institución pequeña en comparación con los bancos austriacos, alemanes y franceses que han estado fuertemente expuestos al sistema financiero de Rusia mediante la práctica de usar depósitos de empresas e individuos rusos para ofrecer créditos a solicitantes de dicho país. Ante esto, congelar activos rusos sería catastrófico para los mercados financieros europeos –globales, ciertamente.

Por ende, el plan de Putin para desestabilizar Ucrania es bipartita: capitaliza las animadversiones lingüísticas o nacionales en Ucrania para alentar la fragmentación social, mientras que se beneficia de las vulnerabilidades financieras de Occidente –en especial, las europeas. En efecto, a veces a Putin suele describirlo como una lucha entre él y los mercados financieros.

La carrera armamentista previa a la Primera Guerra Mundial estuvo acompañada exactamente de la misma mezcla de aversión militar y deseo de experimentar con el poder de los mercados. En 1911, uno de los principales libros sobre el sistema financiero alemán, escrito por el banquero veterano, Jacob Riesser, señalaba: “Sin embargo, el enemigo puede intentar aumentar el pánico…. mediante el cobro repentino de pagos pendientes o venta ilimitada de los valores de nuestras viviendas y otras acciones para privar de oro a Alemania.” Dichas acciones también se pueden hacer para desplazar nuestros mercados de capital, valores y letras, y para amenazar la base de nuestro sistema de crédito y pagos.

Los políticos empezaron a entender el potencial de las consecuencias de la vulnerabilidad financiera en 1907, cuando se enfrentaron al pánico financiero que surgió en los Estados Unidos, pero que tuvo graves repercusiones en Europa continental (y que de alguna manera, preconfiguró la Gran Depresión). Dicha experiencia ensenó a los países a hacer más resistentes sus propios sistemas financieros a fin de protegerse de ataques potenciales, y que los ataques podían ser una respuesta devastadora a las presiones diplomáticas.

Esto es exactamente lo que pasó en 1911, cuando una disputa por el control de Marruecos incitó a Francia a organizar el retiro de 200 millones de marcos alemanes invertidos en Alemania. Sin embargo, Alemania estaba preparada y logró protegerse del ataque. En efecto, los banqueros se dieron cuenta con orgullo que la crisis de confianza golpeó al mercado de Paris mucho más fuerte que a los mercados de Berlín o Hamburgo.

Los esfuerzos de los países para proteger sus sistemas financieros a menudo se centraban en una mayor supervisión bancaria y, en muchos casos, en aumentar la autoridad del banco central para incluir la oferta de liquidez de emergencia a instituciones nacionales. Los debates subsiguientes sobre reformas al sistema financiero en los Estados Unidos reflejaron este imperativo, y durante el proceso algunos de los fundadores de la Reserva Federal estadounidense señalaron las aplicaciones militares y financieras del término “reserva”.

En ese entonces, los esfuerzos de reformas financieras estuvieron orientados por la noción de que la creación de escudos financieros haría más seguro el mundo. Sin embargo, esta creencia estimuló una excesiva confianza entre aquellos encargados de hacer las reformas, y les impidió prever las acciones militares que serían necesarias para proteger la economía. En lugar de ser una alternativa de guerra, la carrera de armas financieras la hizo más certera –como bien podría estar ocurriendo ahora con Rusia.

Harold James is Professor of History and International Affairs at Princeton University, Professor of History at the European University Institute, Florence, and a senior fellow at the Center for International Governance Innovation. A specialist on German economic history and on globalization, he is the author of The Creation and Destruction of Value: The Globalization Cycle, Krupp: A History of the Legendary German Firm, and Making the European Monetary Union. Traducción de Kena Nequiz.

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