El desafío pandémico para la inversión de impacto

El desafío pandémico para la inversión de impacto

La pandemia COVID-19 tendrá implicaciones peligrosas y de gran alcance que, a futuro, se prolongarán durante mucho tiempo, especialmente si causa el descarrilamiento de las recientes mejoras implementadas en los históricamente débiles sistemas de salud de muchos países. Para evitar ese resultado, necesitamos urgentemente ir más allá de la mera “protección de los necesitados” en tiempos de crisis. Las donaciones ocasionales no son suficientes. Este es el momento de comenzar a eliminar las barreras estructurales y sistémicas que durante mucho tiempo se han interpuesto en el camino de las mejoras sostenidas para la salud mundial.

Después de que ocurren emergencias mundiales, la comunidad internacional tiende a volver a ‘trabajar como de costumbre’, en lugar de prepararse para enfrentar futuros desastres. Debido a que los responsables de la formulación de políticas se centran únicamente en apagar incendios, en lugar de centrarse en el abordaje de las causas subyacentes de los mismos, parece que nunca se encuentra el momento adecuado para la prevención y la mitigación.

Y, sin embargo, la pandemia ha demostrado que una respuesta de salud pública eficiente y eficaz requiere algo más que un sistema de atención de la salud en buen funcionamiento. También requiere de “sistemas para la salud” más sólidos, que abarquen todos los sectores que influyen en la salud pública, incluidos el sector manufacturero, el sector de los alimentos, el sector de transporte, y el sector de desarrollo urbano. A pesar de que la mayoría de los que trabajan en dichos sectores no se identificarían fácilmente como “profesionales de la salud”, ellos sí desempeñan un papel fundamental en la obtención de buenos resultados sanitarios.

La grave insuficiencia de financiamiento para los sistemas de atención de la salud, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo, ha creado deficiencias de importancia crítica que ahora salen a relucir debido a la pandemia. La falta de seguro médico que cubra a millones de los estadounidenses más vulnerables ya planteaba una amenaza para la salud pública mucho antes de la llegada de COVID-19. Asimismo, la insuficiente inversión en los sistemas de atención de salud pública en el África subsahariana, el Asia meridional y otras regiones prácticamente garantizó que millones de personas se encuentren vulnerables frente a una posible crisis. La pandemia ha puesto de relieve la necesidad de que todas las sociedades proporcionen acceso universal a una atención sanitaria de alta calidad sin que los enfermos tengan que arriesgarse a entrar en situación de quiebra financiera. La pandemia muestra que ya no podemos hacer la vista gorda ante las barreras de clase de larga data que permiten que sólo los ricos reciban la mejor atención de salud a pedido.

La pandemia al mismo tiempo ofrece la oportunidad de repensar la forma en la que buscamos el logro de innovación y reforma dentro de sistemas fallidos. Para ello es necesario que el sistema económico mundial amplíe las definiciones estrechas de innovación para incluir los conocimientos (a menudo invisibles) generados en todo el Sur global, aprendiendo de las estrategias implementadas en Singapur, Corea del Sur, China, Israel y Sudáfrica con el propósito de contener el virus y movilizar la realización de pruebas a lo largo de toda la población, así como el despliegue de estrategias de seguimiento de contactos. Al integrar los conocimientos especializados provenientes de los países que han lidiado en el pasado con brotes mortales de Ébola, SRAS, MERS y fiebre de Lassa, podemos desarrollar estrategias más innovadoras a nivel mundial. De hecho, si estas estrategias hubieran estado en vigor antes de que el COVID-19 se extendiera por todo el mundo, no habría sido difícil encontrar una respuesta mundial eficaz a la pandemia. A medida que la pandemia se expande en países donde las prácticas tradicionales son fundamentales para la noción de bienestar, será fundamental integrar estos diversos sistemas de conocimientos en las estrategias de educación sanitaria para la prevención y el tratamiento de enfermedades.

Además, dada la drástica reducción del comercio y de la actividad económica, hay buenas razones para esperar que se pierdan de manera permanente muchos empleos en el sector minorista y que aumente el número de puestos de trabajo en el sector de repartos. La amplia perturbación económica que ya está en curso dejará a decenas de millones de personas en una situación desesperada, lo que complicará aún más el esfuerzo por controlar la propagación del virus.

En este punto, la comunidad de la inversión de impacto está frente a una oportunidad única y tiene un papel crucial que desempeñar. La inversión ética y socialmente beneficiosa puede elevarse para llegar a ser una clase de activo preferido, y los inversores de impacto pueden abrir el camino para ampliar la búsqueda de innovadores, nivelar la geografía del conocimiento, y de esa forma facilitar una respuesta más eficaz a la crisis actual.

Debido a que su principal objetivo es maximizar los rendimientos ajustados al riesgo, es poco probable que los inversores tradicionales desplieguen financiamiento en las áreas que más necesitan de dicho financiamiento en este momento. Sin embargo, la inversión de impacto sí puede hacerlo, al  conseguir los fondos necesarios para atraer a una mayor cantidad de innovadores diversos hacia el sector de la salud y hacia los sectores adyacentes a dicho sector.

En términos más amplios, la pandemia debería motivar a quienes están fuera de la comunidad de la inversión de impacto para que ellos reconsideren la forma en la que se moviliza y despliega el capital financiero. A todos nos interesa fomentar el avance con miras al acceso universal a una atención sanitaria de alta calidad a nivel mundial, debido a que, en última instancia, la salud  sirve de apoyo para todos los aspectos de la sociedad, incluida la economía.

Más allá de abordar la emergencia sanitaria inmediata, COVID-19 también requiere que nos centremos en soluciones a largo plazo. No debe haber otro retorno a ‘trabajar como de costumbre’. Tenemos que empezar a construir sistemas sólidos e inclusivos que tomen en cuenta todos los determinantes sociales de las enfermedades transmisibles y crónicas, mismas que continuarán asolando a las comunidades más pobres y marginadas de todo el mundo.

En lugar de conformarse con la idea de que están “protegiendo a África” o “protegiendo a los pobres”, las instituciones financieras para el desarrollo, los inversionistas de impacto y los financiadores bilaterales deben fijar sus miradas en metas más altas. El objetivo no es demostrar que eres un bienhechor bienintencionado, sino lograr un cambio significativo mediante la construcción de sistemas para la salud.

Un buen lugar para empezar es la salud pública mundial. A momento de enterrar y llorar a nuestros muertos, no debemos comprometer únicamente palabras en los discursos, sino también recursos, con el propósito de garantizar que los mismos errores y deficiencias no continúen siendo un tormento para nosotros y para las futuras generaciones.

Tolullah Oni, a Clinical Senior Research Associate in Public Health and Epidemiology at the University of Cambridge, is an honorary associate professor at the University of Cape Town, a 2015 Next Einstein Forum Fellow, and a WEF Young Global Leader. Gillian Marcelle is a managing member of Resilience Capital Ventures LLC and affiliated with MIT. Tau Tavengwa, a visiting fellow at the London School of Economics LSE Cities, is a research fellow at the Max Planck Institute and an associate at the African Centre for Cities. Traducción del inglés: Rocío L. Barrientos.

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