Humanización sanitaria

En «strictu sensu», la humanización sería el fenómeno por el cual algo no humano –objeto o animal– recibe o adquiere características que le confieren apariencia humana. La humanización sanitaria es un término que recientemente ha cobrado mucho protagonismo a raíz del esfuerzo en implementarla por parte de la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid y, en concreto, de su consejero, el doctor Jesús Sánchez Martos, que ha sido quien lo ha propulsado, calando y siendo aprovechado de forma rápida en otras consejerías de otras comunidades autónomas, con independencia de su signo ideológico, porque tiene mucho rédito político. En verdad, no cuesta dinero y se vende maravillosamente de cara a la opinión pública y a la ciudadanía.

La realidad es que el término, en los tiempos actuales, no se refiere tanto a dotar de características humanas a una cierta actividad, sino más bien a recuperarlas, dado que por cuestiones administrativas, procedimentales, financieras o personales se ha perdido la vocación y el origen que las motivó: el servicio al ser humano. Y aunque la realidad es que la humanización donde más se ha señalado es en la actividad sanitaria, porque es la situación en la cual es más importante dar ese tratamiento a los pacientes, el término bien debería de ser aplicado a muchas más actividades profesionales que tienen como principal motivación el servir a los demás. Así, se debería recuperar esos rasgos en el enfoque por parte, por ejemplo, de los periodistas al tratar una información y al sujeto objeto de la misma con respeto y tomando en consideración las consecuencias que va a tener esa noticia sobre el propio sujeto, su familia y sobre su entorno; la magistratura, al poner una sentencia y hacerlo en conciencia y sabiendo las consecuencias que tiene la misma si se decide una decisión errónea, y, por supuesto, al político, más acostumbrado a la vanidad y a recibir halagos que a mostrarse cercano a los ciudadanos para algo más que hacerse una foto, porque son los políticos los que realmente han decidido ponerse a disposición de la gente y no al revés.

Pero, como he dicho, posiblemente la actividad en la que es más importante no perder esas características que nos hacen humanos en la relación con los demás sea la actividad sanitaria. Mucho le tiene que agradecer la sanidad pública de este país al Dr. Sánchez Martos el hecho de que haya conmovido un poquito la conciencia del resto de los políticos a fin de hacer «más humana» la asistencia sanitaria pública y muy mal, en el fondo, tiene que estar para tener que humanizarla.

Mi padre, el Dr. Abarca Campal me enseño, hace muchos años, que él, como cirujano, en sus primeros años preguntaba o enfocaba al paciente como un proceso, unos años después tenía en cuenta al individuo y sus circunstancias y en los años finales de su carrera miraba al paciente en función de los hijos que éste tuviera. Y decía, por ejemplo, que hay que ser consciente de que en un momento determinado una familia puede perder lo andado en varias generaciones si por acción u omisión un profesional médico no hace lo que debe hacer y por ello el enfermo fallece.

La humanización en medicina es tan necesaria como insuficiente. La gestión sanitaria del siglo XXI se ha profesionalizado a niveles que deben permitir más que nunca la personalización del trato al paciente sin que sea necesario perder las características que todo acto sanitario debe de tener para con el mismo. Porque hay que reparar en que los profesionales del sector de la salud somos los profesionales que podemos volver más contentos a casa haciendo algo bastante sencillo y bastante importante para el que lo recibe: ser cercano con un familiar o un paciente angustiado a través de una palabra amable o de una sonrisa.

Hace un año, en el acto de despedida de la promoción de los alumnos de Medicina de la Universidad San PabloCEU, de la que tuve el honor de ser padrino, le dije a los alumnos que no olvidaran nunca que cuando estuvieran ante un ser humano que solicita su ayuda, lo hicieran teniendo en cuenta todas las variantes que influyan en su entorno, ya que será sin duda alguien que tratará de hallar en ellos aquellas cualidades que vienen representadas como las 12 «ces» de las que tanto me hablaron mis profesores: compromiso, capacidad, conocimiento, comprensión, cariño, caridad, complicidad, comunicación, consejo, credibilidad, confianza y complacencia. Muchas de ellas son características innatas de esa humanización, pero, en mi opinión, de todas ellas la más importante es la complacencia entendida como la búsqueda de la sensación personal del trabajo bien hecho. Pues bien, en la asistencia sanitaria esto sólo es posible hacerlo si conseguimos renunciar un poco al protagonismo individual y poner al paciente en el centro del sistema. Es preceptivo que todos los que trabajen en el sector de la salud –que no tienen que ser exclusivamente sanitarios– entiendan la situación de clara desventaja emocional y psicológica en la cual se encuentra el ser que tenemos en frente y que nuestra labor es la de aliviar el sufrimiento, la preocupación y la angustia.

La Medicina, la asistencia sanitaria en general, no puede ser una cuestión de estadísticas. La humanización es entender que lo importante no es la estadística de las complicaciones de un caso para justificar por qué el enfermo fue mal, sino el caso de esa estadística que se complica y para lo cual hay que quitar todas las cuestiones burocráticas, económicas o interesadas para que no ocurra. La asistencia sanitaria privada puede tener menos lista de espera, más agilidad en la gestión de los procesos, más alternativas hosteleras e incluso más posibilidades tecnológicas que la asistencia sanitaria pública, pero lo que no debería de perder nunca es el trato con los pacientes, lo más sencillo, eficiente y lo que más retorno produce al que lo recibe y al que lo da, y mucho menos hasta el grado de tener que requerir humanizarla.

La humanización sanitaria merece una profunda reflexión porque es una cuestión simple de actitud. Y quien no la tenga, por muy sanitario que sea, debe de cambiar de sector profesional.

Juan Abarca Cidón, presidente de HM Hospitales.

1 comentario


  1. Suscribo todas las opiniones y comentarios del Dr. Abarca.

    Añadiría que la humanización es responsabilidad de todos, no solo de los profesionales sanitarios, especialmente de los gestores y directores. La necesidad de IMPLEMENTAR un nuevo modelo de gestión sanitaria que mejore la experiencia “del usuario” (paciente y familiares) del sistema sanitario, ofreciendo no sólo competencia profesional, sino comunicación fluida, confianza, seguridad, empatía, buen trato etc… es cada vez más imperioso.

    Considero que el rol del paciente, y de su entorno, ocupando un papel cada vez más activo, e incluso colaborativo, influye enormemente en la consecución de mejores resultados.

    "Patients first!"

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