La masiva soledad del ganador

"Señor Sánchez, su actitud nunca cambiará la mía. Ni sus desprecios ni los desprecios de los suyos. Jamás". Casi al final de su intervención, Feijóo fijó su posición en relación con lo que Sánchez representa. Entre los atributos de Sánchez destaca su destreza para la provocación. Hostiga desafiante fingiendo perplejidad con su mirada y abusando de un tono elástico. Rivera -el primero que señaló lo que se tejía en la "habitación del pánico"- y Casado se desenfrenaron y sucumbieron; Feijóo se reprime, por ahora. Ese equilibrio y espíritu de contención guiaron todo su discurso de investidura. Feijóo situó su discurso primero en el tiempo político-mediático y después acudió al momento formal. El común duda acerca de qué dimensión es la real.

Asistimos a la tercera sesión parlamentaria de la legislatura. Las dos anteriores nos situaron en un instante posterior al de ayer: la sesión constitutiva de las Cortes y la de reforma del Reglamento de la Cámara, para facilitar la traducción al castellano de las intervenciones de sus señorías que decidan expresarse en una lengua que es cooficial en su región, probaron que a la entente de Sánchez se sumó Junts desde el principio.

La masiva soledad del ganador
RAÚL ARIAS

Feijóo recontó sus apoyos. A sus ocho millones de votos sumó los más de tres de las formaciones que lo secundan para su investidura y añadió a todos esos ciudadanos que en julio votaron a partidos que no llevaban en su programa ni la amnistía, ni la autodeterminación, "ni ninguna otra fórmula equivalente o análoga". Por eso esta legislatura y, en su caso, la previsible Presidencia de Sánchez nace viciada, porque se alzará sobre un compromiso sustraído a la discusión pública. Y por eso, asumido ya que Sánchez ha cerrado su acuerdo con Puigdemont, tiene sentido dirimir mediante unas nuevas elecciones los dos modelos de sociedad y convivencia que se plantean desde el 23-J: Sánchez [ahora] y sus socios consideran que el Estado ejerció represión en Cataluña, que nunca debió judicializarse el procès, que la Justicia no es competente para juzgar a Puigdemont y el resto de malversadores y sediciosos, y que el referéndum fue un derecho democrático socavado. Por el contrario, Feijóo, Vox, UPN y CC creen que la Constitución nos hace iguales, que la nuestra no es una sociedad de castas y que el Estado de Derecho no admite privilegios. Feijóo recordó que la amnistía pone en entredicho la intervención del Rey en 2017.

Según Feijóo, el PSOE no quería que compareciese como candidato porque la sesión de investidura "trunca" socialista: muestra el resultado de las urnas y supone un estorbo para el feliz "aterrizaje en la opinión pública del precio que otros se plantean pagar para seguir en el poder". De modo que, arguye Feijóo, la sesión de investidura retrata a todos, sobre todo a Sánchez. Tras enumerar las nefastas consecuencias que la amnistía acarreará para la integridad del Estado de Derecho, concluyó que a Sánchez no le guía su convicción sino su necesidad. Hasta ahí, el Feijóo sujeto al tiempo político-mediático. Pero el ritmo es frenético, y Sánchez ya está en otra cosa. Dio por terminado el debate de investidura mandando al ex alcalde Puente a la tribuna para decirle a Feijóo: "De ganador a ganador". Y añadió: "Estamos encantados con el resultado electoral".

Sánchez es un escapista y rebajó en tiempo real la sesión de investidura. Feijóo, una vez instalado en el plano formal, el que nos ocupaba, propuso un gran pacto de investidura, transversal, reformista y autonomista y lanzó un aviso a PNV y Junts: "¿Qué les hace pensar que todo lo que hoy se usa para satisfacer sus exigencias no se utilizará contra ustedes cuando ya no les necesiten?" De hecho, Sánchez ya desprecia a ERC y antepone a Junts, arrincona al PNV y luce con Bildu, porque sabe que su ómnibus ha adquirido tal velocidad que ni Ortuzar ni Aragonès, presos del vértigo, se pueden apear en marcha.

Feijóo presentó un programa de Gobierno que resultó atenazado por la posición de los dispositivos de la tramoya. Por un lado, si Feijóo aceptase las demandas de separatistas y sediciosos tampoco bastaría; se le caería Vox. Y a su discurso conciliador respondió un ardiente e inflamado Puente, que amontonó consignas de archivo e impugnó y mordisqueó el argumento motriz de Feijóo: "Gana quien logra formar Gobierno". Hace siete años, Sánchez reprochó a Rajoy que rehusara la propuesta del Rey por carecer de apoyos: "Como primera fuerza política, tiene el derecho y el deber de presentar su investidura al Congreso de los Diputados".

La fórmula parlamentaria permite formar coaliciones legislativas que sostengan un Gobierno estable. Pero supone una desviación y perversión del modelo la articulación de un conglomerado de minorías que se arremolinan en una lonja. Mucho más, cuando una de esas formaciones representa a huidos de la Justicia y pretende devolver al Parlamento al medievo y primera modernidad, cuando ejercía dos funciones: aprobar las cuentas del rey y ejercer como tribunal.

Puente adoptó una inflexión frentista también para rebatir -aunque inadvertidamente corroborar- a Feijóo, quien aseguró no representar ni pertenecer a ningún bloque. El discurso de Feijóo y la réplica desaforada de Puente demuestran la necesidad de articular una formación a la izquierda que sea nacional y, como el PP, autonomista y reformista; pero revelan que quizás no sea lo más apropiado denominarla Tercera España, que equidista y prejuzga. Sin mencionarla, Feijóo apeló a ella y se erigió en su representante. La naturaleza del constructo y significante tercera España consiste realmente en asumir que la hay a derecha y a izquierda. Su seña de identidad es la tolerancia. Y no ha de confundirse tolerancia con equidistancia. La tercera España no es lo que se ubica justo en el medio, entre el discurso de Feijóo y el de Puente. El medio no es el centro.

Con Puente, Sánchez puso a prueba la determinación serena de Feijóo de no modificar su actitud pese a desprecios. Emergió Puente de las profundidades de hace dos décadas para revelar el verdadero propósito que esconde la amalgama de Sánchez en torno a tribus y minorías: la exclusión del PP. Dinamitó Sánchez la sesión de investidura con su manifestación mediante subalterno interpuesto. "He venido a ofrecerles otra cosa", expuso Feijóo a los diputados: un programa de reformas concretas en diversos ámbitos que además permitiera recuperar el pactismo como actitud basal de la dinámica política.

Afinaba el oficialismo su tintineo remilgado, siempre rociado de fingido espanto y sobresalto, contra el discurso de Feijóo -llamó a Vox partido "unitario", como dicen sus estatutos; dedicó dos líneas a la violencia de género y llamó dictadura activista a la ideología climática; en concreto dijo: "Transición ecológica, sí. Dictadura activista, en ningún caso"- cuando irrumpió Puente en el saloon. Causó revuelo y sorpresa el mutis de Sánchez. Pero Sánchez sólo se exhibe acompañado de su rol y aura presidencial. Ayer hubiese intervenido como líder de la segunda fuerza ante el candidato propuesto por el Rey. El 16 de agosto, en la reunión de constitución del grupo parlamentario socialista, Sánchez reprochó ufano al PP: "Andan quejosos porque no les hemos felicitado por su resultado electoral (...) Si hay que hacerlo les felicitamos por sus resultados; también nosotros nos felicitamos por nuestros resultados y estamos todos contentos y todos felices".

Hace unos días una de las dos únicas diputadas que tiene Sumar en Galicia dijo en sede parlamentaria que el PP representa una fuerza "minoritaria". Ni Sánchez ni su conglomerado se van a apear de esa narrativa porque la finalidad es de largo alcance: identificar a las minorías que sostendrán el Gobierno de Sánchez como de oposición tolerada y leal frente a la oposición extra muros. Feijóo no debe cambiar su actitud, pero, si de verdad pretende afianzar la idea de que ganó las elecciones y representa el sentir mayoritario de la sociedad, sólo tiene un camino: hacer Oposición frontal, que exige contundencia, claridad, precisión, entereza, fortaleza de ánimo, pedagogía y paciencia. Oposición con O mayúscula, porque es un pilar e institución del Estado que tiene el cometido añadido de demoler el Pacto del Tinell, recuperar la integridad de las instituciones y promover la concordia y la convivencia.

Javier Redondo

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