Un pacto de crecimiento para Europa

El fantasma de un retorno de la crisis de la deuda vuelve a recorrer Europa. Lo que está ocurriendo estos días no es nada nuevo: aunque se vislumbren los primeros éxitos, no hemos superado definitivamente la crisis. Hacerlo no es cuestión de meses sino de años, y no hay atajos.

Las auténticas causas de la crisis económica y financiera son, además de la falta de competitividad de los países en crisis, los elevados niveles de endeudamiento acumulados durante muchos años. La continuación coherente y duradera de la consolidación de los presupuestos es una condición irrenunciable para el saneamiento. Por eso tampoco se debe reabrir el pacto fiscal.

Pero la consolidación presupuestaria solo es uno de los pilares sobre los que se sustentan las economías nacionales fuertes, el otro es la política de crecimiento. La premisa es la siguiente: la responsabilidad de generar nuevo crecimiento corresponde en primer lugar a los Estados miembros. Las reformas estructurales nacionales tienen que restablecer la competitividad que necesitamos para hacer crecer de nuevo la economía. Ello implica poner a los sistemas de seguridad social en disposición de afrontar el futuro con garantías, abrir los mercados laborales en mayor medida y específicamente para la gente joven, acabar con el trabajo negro y priorizar la educación, la ciencia y la investigación.

Los países de Europa atrapados en el torbellino de la crisis financiera ya han adoptado importantes reformas. Somos conscientes de las dificultades por las cuales están pasando muchas personas en esos países. Sentimos gran respeto por los esfuerzos que están realizando. Pero lo cierto es que, en vista de la fuerte contracción de la economía en algunos países y, ante todo, el nivel alarmantemente elevado que ha alcanzado el desempleo juvenil, las reformas que se han puesto en marcha de un tiempo a esta parte son la única oportunidad para volver a una senda de crecimiento sostenible. Sin duda: hay que tener paciencia para dejar que las reformas surtan efecto. Si se tiene, su éxito será tanto más rotundo. Lo sabemos por las experiencias acumuladas en Polonia, en los Estados bálticos y, no en último término, en Alemania.

Pero también a escala europea tenemos que poner más énfasis en el crecimiento. Por eso queremos completar el pacto fiscal mediante un pacto de crecimiento para aumentar la competitividad. Un pacto europeo de crecimiento debería contener los seis puntos siguientes:

Primero: focalización coherente del presupuesto de la UE en el crecimiento: quienes pretendan volver a las pirotecnias coyunturales mediante programas de gasto financiados con deudas no han aprendido nada de las dramáticas experiencias de la crisis. La UE no debe gastar más, pero sí que debe emplear sus fondos mejor que hasta ahora. Hay dinero para tareas de futuro. De hecho la Unión Europea negocia durante estos meses el marco financiero de los presupuestos comunitarios para los años 2014 a 2020. Los planes prevén un volumen de un billón de euros. Deberíamos concentrarnos en enfocar esta gigantesca suma de manera coherente hacia el crecimiento y el empleo, la innovación y la competitividad. A la vez, la utilización de los fondos debe ser sometida a un mayor control que hasta la fecha y asociarse a criterios medibles. Por cada euro que se gaste con cargo al presupuesto de la UE debe acreditarse que los recursos se utilizan con eficacia.

Segundo: activación de fondos de la UE no utilizados. En los fondos estructurales y de cohesión del actual período presupuestario todavía se dispone de cerca de 80.000 millones de euros que no han sido asignados a proyectos concretos. En colaboración con los Estados miembros, la Comisión Europea tiene que invertir ahora estos recursos de manera rápida y eficaz en medidas de mejora de la competitividad para generar un nuevo crecimiento.

Tercero: mejor acceso al capital de inversión. En algunos países vemos que los gobiernos están siguiendo el camino correcto pero el sector bancario no puede cumplir plenamente con su papel en la economía nacional por el peso de los créditos tóxicos. Como consecuencia de ello, las empresas no están en condiciones de realizar inversiones razonables para promover el crecimiento. El Banco Europeo de Inversiones es un instrumento que podemos y deberíamos utilizar de forma más generalizada y sistemática para mejorar precisamente el acceso de las pequeñas y medianas empresas al crédito para inversiones.

Cuarto: fomento de proyectos infraestructurales. El deficiente «riego sanguíneo» del sector bancario también es un problema para los proyectos europeos de infraestructuras de mayor envergadura. Nuestras carreteras y vías férreas, nuestras redes de energía y telecomunicaciones son algunas de las grandes bazas de la economía europea. Constituyen una base importante de nuestro estándar de vida, que solo puede quedar asegurado en una Europa que siga convergiendo. La infraestructura más avanzada ofrece nuevas perspectivas de crecimiento, al hacer más atractivas las inversiones de la economía privada. Tenemos que movilizar capital privado y explorar modalidades innovadoras de asociaciones público-privadas para la ampliación transfronteriza de las infraestructuras europeas.

Quinto: culminación del mercado interior. En las décadas de los ochenta y noventa del siglo pasado la realización de las denominadas cuatro libertades ya activó enormes potenciales de crecimiento. Hoy la extensión del mercado interior a nuevas áreas vuelve a brindar grandes oportunidades. Así ocurre en el sector de la economía digitalizada y el comercio en Internet. Esa extensión afecta asimismo al sector energético y se dirige al fortalecimiento de las pequeñas y medianas empresas mediante la desburocratización y un mejor acceso al capital riesgo. Para conseguir un mayor crecimiento también tenemos que potenciar la movilidad transfronteriza dentro de Europa. Las oportunidades de empleo y, por tanto, las expectativas de futuro de los jóvenes deben ser una prioridad clara.

Sexto: fortalecimiento del libre comercio. Las tres cuartas partes de la economía mundial se sitúan fuera de la Unión Europea. Entre tanto más del 80 por ciento del crecimiento mundial se genera fuera de la Unión Europea. La UE tiene que coadyuvar a que la Ronda de Doha se lleve a buen término y paralelamente concluir nuevos acuerdos de libre comercio con los viejos y nuevos centros de poder del mundo.

Todo ello patentiza que es posible generar crecimiento sin contraer nuevas deudas. Un nuevo pacto de crecimiento debería aprobarse ya en el próximo Consejo Europeo de junio. No nos llamemos a engaño: aún queda mucho camino por recorrer para salir de la crisis. Pero si promovemos coherentemente la consolidación y las reformas y explotamos creativamente nuestras posibilidades para proporcionar a la vez impulsos al crecimiento a corto plazo, al final de la crisis Europa en su conjunto volverá a tener una economía más fuerte y saneada que antes. Europa tiene que hacer causa común para superar la crisis. Necesitamos la firme voluntad de afianzarnos como comunidad cultural europea en el mundo de la globalización.

Guido Westerwelle, ministro alemán de Relaciones Exteriores.

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